Trabajaba en el sur, se tatuó el escudo de Atlético Tucumán en el pecho y volvió porque el amor por el club le ganó a todo
Ángel Murillo no soportó la distancia. Alentaba desde Chubut, pero decidió volver para sentir de nuevo la fiesta, el asado y el aliento. “Voy cueste lo que cueste”, dijo.



















