Mientras el mercado sigue sintiendo los efectos del riesgo político argentino, el dólar “blue” volvió esta semana a tomar impulso y por detrás lo hacen las cotizaciones financieras. Los crecientes ruidos políticos y la incertidumbre económica actúan como condicionantes de corto plazo para poder ensayar una sostenida recuperación en las castigadas valuaciones de los activos nacionales. El catalizador para esa dinámica serían las elecciones presidenciales del año próximo año; de ahí que los operadores se encuentren altamente concentrados en las cotidianas disputas de poder que se están anticipadamente abriendo en las principales fuerzas políticas, ante sus implicancias en el mapa electoral, afirma el economista Gustavo Ber.

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Desde el frente cambiario en la plaza mayorista, la atención sigue focalizada en el ritmo de compras de divisas del Banco Central, la cual se considera crucial que se acelere en lo resta del segundo trimestre, ya que posteriormente la oferta del campo se vería reducida. Luego del reacomodamiento de las últimas ruedas, los dólares financieros vuelven a intercalar un respiro más allá del mayor consenso entre los operadores de que el “piso” podría haber quedado atrás, y de ahora en más la elevada nominalidad de la economía quedaría al mando de la evolución de esas referencias, aún cuando pudieran seguir corriendo por detrás, señala el analista del mercado.

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Al Banco Central se le presenta un enorme desafío en los próximos meses con su afán de acumular más  Reservas Internacionales Netas (RIN). El stock de divisas atesoradas por la autoridad monetaria habría cerrado abril en U$S 4.200 millones (U$S 1.875 millones más en el año) y la próxima meta es alcanzar los U$S 6.425 millones a fines de junio. En esta orientación, la entidad que preside Miguel Pesce debería comprar unos U$S 1.500 millones netos en el mercado de cambios (MULC) entre este mes y junio para cumplir la meta de acumulación de reservas del segundo trimestre, observa el Centro de Análisis Económico Equilibra. Si bien este monto equivale al 70% de lo que logró comprar en mayo-junio de 2021, en lo que va del año viene comprando menos de un 5% de lo que compró en igual período de 2021, puntualiza.

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A pesar de las liquidaciones récord de agrodivisas, el Central compra reservas a cuentagotas: en el primer cuatrimestre el agro liquidó U$S 11.098 millones (+13,8% vs. 2021) y el BCRA sólo pudo comprar U$S 113 millones en el MULC, cuando en los primeros cuatro meses de 2021 compró U$S 3.036 millones.

Un mejor Estado, el consenso que hace falta

Entre los principales factores que están dificultando la intervención compradora del Central en el mercado de cambios, Equilibra destaca tres:

1- El encarecimiento de las importaciones energéticas tras desatarse la guerra en Ucrania.

2- El mayor drenaje de divisas por gastos de turismo en el exterior.

3- La necesidad de incrementar las importaciones en valor (por suba de precios internacionales y costos de fletes) para mantener el nivel de actividad económica de fines de 2021.

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Cumplir con la meta de acumulación de RIN implicaría un crecimiento nulo en el promedio del año, mientras que, si la meta se flexibiliza, por ejemplo, en U$S  2.000 millones, la economía podría crecer 1%, expresa Equilibra. De allí la preocupación del Gobierno nacional para reconstituir el nivel de reservas y no caer en nuevos incumplimientos ante el Fondo Monetario Internacional (FMI). 

Recientemente, el director del organismo, Ilan Goldfajn, enfatizó que los objetivos del programa acordado con la Argentina (entre ellos la acumulación de reservas netas) no serán modificados a pesar del nuevo escenario externo, y que la misión del FMI es ayudar a las autoridades argentinas a priorizar las medidas para cumplir las metas. 

Una pelea capital en el peronismo

De no mediar un shock que cambie bruscamente el escenario externo, vemos tres desenlaces posibles en torno al cumplimiento de la meta de reservas internaciones netas este año: 1) un waiver que le permita al Central acumular menos reservas netas y a la economía crecer modestamente; 2) un freno a las importaciones, que induciría en faltantes -en particular de insumos- que derivarían en una mayor inflación y menor actividad; 3) una devaluación que reduzca las importaciones y el nivel de actividad”, advierte el centro de estudios económicos.

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“Además del problema con las importaciones, no debemos olvidar el acuerdo con el FMI, que obliga al gobierno a plantear un escenario donde la devaluación debe seguir a la inflación", señala por su parte Eliana Scialabba, directora ejecutiva del Centro de Estudios Económicos Argentina XXI (CEEAXXI). 

"El BCRA ya lo viene haciendo de hecho. Por ejemplo, en marzo el Central devaluó al 48% anual, en abril lo viene haciendo al 53% anual. Acá, más que a los ahorristas, hay que mirar a los importadores. En marzo las exportaciones crecieron al 28,5% interanual, pero cuando uno mira detenidamente, el aumento se debe todo al efecto suba de precios internacionales. En cambio, cuando uno observa las importaciones, que crecieron 33% interanual, encuentra un fuerte efecto en cantidades. El gobierno no tiene mucho más margen para controlar las importaciones, ya que podría detener el rebote económico, y ya hay autopartistas advirtiendo que si no les habitan divisas van a tener que frenar la producción y despedir personal”, detalla la experta.

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"Independientemente de lo que pase con el tipo de cambio real, la depreciación tendría que acelerarse y no solo ahora, sino siempre acompañando la inflación. El problema es que tenemos una dinámica en el cambio de los precios relativos que se da con la aceleración de la depreciación. Esa dinámica favorecería a los generadores de divisas dando aire a la demanda importadora si el gobierno no impusiera tantas restricciones”, sostiene Scialabba.