El peso de la clase media
La relación no es de las mejores. Primero se consumó una separación de hecho, pero ahora las acciones llevan al divorcio. La clase media ha sido y sigue siendo un estigma para el Gobierno cada vez que hay elecciones. Tienen el poder de decisión electoral, pero muchas veces aparece como conformista. Hoy reniega de la falta de vivienda, de las pocas oportunidades de contar con un empleo genuino, de la recurrente inflación siempre negada por las autoridades y de la inseguridad nuestra de cada día.

Las encuestas oficiales la han posicionado como la segunda fuerza, que hasta puede inclinar la balanza si es que el oficialismo no genera los anticuerpos necesarios para volcar las voluntades hacia su cantero. José Alperovich está preocupado por ese 30% del electorado que responde a la clase media y que, permanentemente, es castigado por las decisiones del Gobierno. El mandatario tucumano sabe que del 55% de intención de votos que le dio la encuesta que encargó, sólo un 45% le es irresistiblemente fiel. De allí también el optimismo de la oposición por captar el descontento social contra una gestión que aún no encuentra la fórmula para atender los problemas endémicos del modelo.

Alperovich ha marcado los ejes de su campaña con vistas a las elecciones de octubre. Sus anuncios recientes tienen que ver con la demanda social: seguridad, empleo, pero poco de lucha contra la inflación. El silencio ha sido el escudo de la administración provincial frente a las mediciones del Indec. En el futuro, ni siquiera relevará precios. En cambio, sí convalidó -con reajustes tarifarios- la inflación de las consultoras privadas.

La clase media tuvo su castigo un año antes del tiempo de las elecciones. El comerciante debe pagar un 40% por el impuesto a los Ingresos Brutos. El que tiene una vivienda propia arrancó 2013 con un reajuste en el Inmobiliario del 25%.

La política tributaria se ensaña con la clase media. A nivel nacional no hay indicios de que se actualicen el mínimo no imponible de Ganancias que condena a miles de trabajadores a abonar un tributo por el solo hecho de que el Gobierno considera que el salario es ganancia. La clase "A" de usuarios del servicio de agua potable debe pagar un 15% más por la tarifa que se suma al 24% aplicado el año pasado. Aduciendo costos ajenos a la distribución, la luz ya aumentó más que la inflación medida por los privados. Ni hablar de las cuotas del colegio y de las prepagas.

Paradojas del Estado que quiere fiscalizar precios enviando a militantes y referentes políticos a controlar supermercados y otros comercios. En el último año, la nafta súper se incrementó un 41%, pese a que YPF está bajo control oficial. Se pregonó un congelamiento, pero el día después de la decisión la petrolera estatal subió sus precios.

Otra empresa bajo el control del Gobierno es Aerolíneas Argentinas que, desde el segundo semestre de 2008 ha reajustado el valor de las tarifas en un 176%. Durante ese mismo lapso, la inflación -obviamente medida por las consultoras privadas- ha crecido un 150%. Si hay inflación, que no se note. Y eso es algo que está sucediendo desde principios de 2007, cuando se intervino políticamente al Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec).

Está claro que la política de seducción del Gobierno hacia la clase media no fue del todo efectiva. El Programa Crédito Argentino (Procrear) no es aún la luz al final del túnel para el déficit habitacional. La inseguridad sigue transitando a sus anchas por las calles. Los precios siguen calientes. Los únicos congelados son los argentinos y su poder adquisitivo.

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