El día después de mañana

El día después de mañana

En Tucumán no hay caudillos políticos. Por el contrario, sus liderazgos duran mientras les dura el control del aparato. Cuando el manejo de la caja estatal cambia de manos, el ejercicio del poder también lo hace. Es el precio a pagar para gozar de los beneficios del sistema de acoples.

Ocho años o dos mandatos consecutivos, en el mejor de los casos, es el tiempo de hegemonía. Podrían haber sido más, pero la Corte Suprema de Justicia de la Nación le puso un freno a la intentona de Juan Manzur. El gobernador pretendió extender la fecha de vencimiento con una particular interpretación constitucional. Así, en su afán de romper la tendencia de la historia reciente se coló en la fórmula del Frente de Todos como candidato a vicegobernador. El máximo tribunal del país aún no dijo que sus aspiraciones eran ilegítimas, pero sí dio indicios de qué puede llegar a determinar en los próximos meses. Los argumentos con los cuales se refirieron los jueces en el caso de San Juan a los perjuicios de ostentar el poder durante 16 años (cuatro mandatos) son elocuentes. Y fácilmente trasladables a esta provincia.

Con la única salvedad de que en Tucumán nadie pudo, desde el retorno de la democracia y particularmente desde la instauración del acople, perpetuarse. Quizás quien más cerca estuvo fue José Alperovich, beneficiado por años de bonanza económica en el país y por esa cláusula transitoria que eliminó de la historia constitucional su primer mandato. Así, conservó con mano de hierro el poder durante 12 años. Y cuando quiso regresar en 2019, sin manejo de dinero y de la estructura, montado sólo en el recuerdo que la gente tenía de él, se topó de frente con el tsunami de las colectoras.

Es curioso: los dos artífices de la Constitución de 2006 que incorporó este sistema electoral cayeron en las trampas que ellos mismos diseñaron. En el caso de Alperovich, el acople que le permitió batir récords de adhesión y concentrar la conducción de la provincia lo despidió del estrellato político. En el de Manzur, las negociaciones entre el entonces gobernador y el espacio de Fernando Juri, que aspiraba a sucederlo, no contemplaron lo que necesitaría 17 años después. El jurismo, que integraba el hoy secretario de Gobierno municipal Rodolfo Ocaranza, impuso como condición para avalar ese artículo reeleccionista que el vicegobernador sí pudiera postularse a gobernador. Alperovich, omnipotente, no retrucó con una salida para el mandatario saliente.

Vale una aclaración: que en Tucumán no haya lugar para los caudillismos políticos no obedece que esta provincia sea un ejemplo de republicanismo y democracia. En realidad, el poder está concentrado en otras manos. Y allí sí es perenne al paso del tiempo.

Quedó en evidencia con la postergación de los comicios del 14 de mayo. La Corte solo había ordenado suspender las elecciones para la categoría de gobernador y vice, pero los popes del oficialismo coincidieron en que sería un riesgo votar para legisladores, intendentes, concejales y delegados rurales y quedar luego en un mano a mano frente a las demás fórmulas opositoras. Luego, la Junta Electoral Provincial (JEP) le puso un marco de legalidad a ese olfato político y concluyó que el sistema de acoples requiere que haya fórmulas ejecutivas a las cuales “colgarse”, por lo que resulta inviable una votación desdoblada.

Efectivamente, el aparato pesa más que los nombres en Tucumán y las figuras del poder terminan siendo “rehenes” del dominio territorial que tienen los dirigentes locales. Los “caciques” barriales, comunales y municipales, desde la cercanía con la gente y el manejo de recursos para asistencialismo y proporcionar atajos en materia de gestiones públicas, concentran el real poder político del oficialismo. Allí, las administraciones tienen los mismos nombres y apellidos durante años y se traspasan de generación en generación. Los datos de los comicios de mañana son irrefutables: en 15 de las 19 intendencias los candidatos son familiares directos de los actuales jefes municipales. Una transfusión de sangre que no distingue entre oficialistas y opositores. Y que le da sentido político a la ingeniería electoral de los acoples.

Por eso resulta saludable que en el último debate organizado por LA GACETA, los candidatos a gobernador que participaron hayan coincidido en que es momento de poner un coto al desbocado régimen de colectoras. El asunto será que quien resulte ganador mañana, lo cumpla.

Todo pasa

El resultado de mañana, además, signará la primera discusión que tendrán las dos principales alianzas electorales en Tucumán. Ocurre que sólo el Frente de Todos y Juntos por el Cambio deberán consensuar internamente los armados de las listas de precandidatos a diputados nacionales.

Es la discusión que surgirá inmediatamente después de este domingo. De hecho, nadie en el oficialismo y en la oposición quiso adelantar ese debate antes de los comicios locales. Todos optaron por esperar a conocer los números para negociar en mejores condiciones con sus rivales internos.

A tal punto llegó la especulación que el gobernador Manzur ni siquiera asistió el miércoles a la reunión que sus pares peronistas mantuvieron en el Consejo Federal de Inversiones (CFI). Allí, pidieron que el FdT camine hacia la unidad para evitar las Primarias presidenciales y que se tenga en cuenta a los gobernadores, a fin de garantizar el federalismo. El tucumano no sólo no fue, pese a que solía disfrutar de esas reuniones hasta no hace mucho, sino que tampoco firmó el documento.

Ese silencio implica toda una definición política: esperar al domingo y a que decante un poco la interna nacional. Un resultado favorable en Tucumán le permitiría posicionarse de otra manera hacia afuera de la provincia. De la misma forma, afrontar con otro ímpetu la negociación con Osvaldo Jaldo por los nombres que se colarán en la lista de diputados local.

Una situación similar, aunque con mayores indefiniciones, atraviesan los referentes tucumanos de Juntos por el Cambio. Mucho fue el barullo que se armó esta semana por el cierre de campaña y al final Germán Alfaro se terminó saliendo con la suya: el acto en el parque 9 de Julio tuvo como protagonista a Horacio Rodríguez Larreta, pese a que el sector de Roberto Sánchez no quería quedar demasiado inclinado hacia el lado del jefe de Gobierno porteño. Horas antes había estado en la provincia su rival directo, Patricia Bullrich; y el titular de la UCR nacional, Gerardo Morales.

Para Alfaro no será lo mismo sentarse a negociar con Sánchez el armado de la lista legislativa habiendo retenido la intendencia que con una derrota a cuestas. Para Sánchez tampoco. Los reposicionamientos serán inevitables a partir de lo que suceda en las urnas, y esa nueva baraja incluye también a los dirigentes que lideran los acoples de Juntos por el Cambio.

Por el peso del aparato, por el paso del tiempo y porque los votos suelen ser los principales ordenadores políticos, la radiografía en la provincia será diferente a partir de la medianoche del domingo. Y no habrá que esperar mucho tiempo para comenzar a percibir esos cambios; todo lo contrario, están tan cerca que ya se los puede olfatear.

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