Un "Decano" impotente y predecible

Poco auspicioso fue el debut de Atlético ante Libertad, que le tomó el punto y le ganó bien.

HIZO LO QUE PUDO. Hasta que fue reemplazado en el segundo tiempo, Rodrigo Aliendro fue el alma de un Atlético que sigue sin poder salir del pozo que se cavó solito: perdió el juego asociado y la sorpresa. la gaceta / foto de DIEGO ARÁOZ HIZO LO QUE PUDO. Hasta que fue reemplazado en el segundo tiempo, Rodrigo Aliendro fue el alma de un Atlético que sigue sin poder salir del pozo que se cavó solito: perdió el juego asociado y la sorpresa. la gaceta / foto de DIEGO ARÁOZ

El gesto de apoyo de los hinchas cuando ya no había nada que hacer, independientemente de algún insulto aislado, fue quizás la mejor caricia que pudo haber recibo Atlético como equipo e institución en este fallido debut en la Copa Libertadores. Era “el” partido; el que había que ganar; el que necesitaba quizás el grupo para anular tanta anemia en la Superliga. No hubo caso. Atlético fue empuje, sí, pero Libertad fue todo lo demás. Dueño del resultado, de la táctica, de los tres puntos, claro, y de todo lo necesario para empezar derecho la Copa.

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Impotente y predecible, así puede describirse al “Decano” por estos días. Empezó picante, queriendo ir por todo desde el arranque, pero todo lo suyo se resumía en la humanidad de Rodrigo Aliendro, el que marcaba, el que recuperaba la pelota, el que pedía atacar y el que llegaba al área con ganas de hacer un gol. Era todo en uno Aliendro. Cabeza, corazón, fuego.

Pero el fútbol no es un unipersonal. El fútbol es un mundo que se vuelve mezquino si los 11 de un mismo bando no entienden cuál es la mejor salida hacia el mar del éxito. Libertad la captó al toque. La resolvió como quien no necesita demasiado tiempo para terminar un examen final.

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Aplicado y correcto en cada una de sus líneas, el “Gumarelo” se plantó como si estuviera en Asunción. Jamás se paró de contra, ni cuando la pasó mal de ratos, ni cuando el 1-0 parcial de Santiago Salcedo tampoco le ofrecía garantías de llevarse la victoria. Amurado en su defensa, Libertad puso gente de buen pie de mitad de cancha así arriba y, para dolor de Atlético, sus contrarios sí sabían cómo debían trasladar la pelota. Libertad fue un equipo con todas las letras. Dueño del ABC, pasó de ser laborioso a impredecible. Jamás hizo la de Atlético, cuando acercó sus narices sobre el área de Rodrigo Muñoz. Si la situación se ponía fea, el pase era bienvenido.

Atlético, en cambio, hacía lo contrario. Primero eliminaba enemigos y luego, al momento de la descarga, dudaba. Se equivocaba en forma permanente. No acertaba en la última jugada.

El entretiempo entró en curso con el 0-0 como mejor aliado de Libertad y como peor enemigo del “Decano”. Había hecho el desgaste, sí, pero equivocando los caminos.

Hasta quizás los primeros 10 minutos del complemento hubo atisbos de un Atlético corajudo y caprichoso. Quería ganar. Sin embargo, se notó que sus energías ya no eran las mismas. Ahí fue cuando perdió la brújula. Lo suyo era ir hacia la banda derecha y buscar centros inútiles sobre el techo del arco de Muñoz. Fueron inútiles porque no llegó uno como la gente. Ni de David Barbona, ni de Guillermo Acosta ni de Alejandro Melo. Horribles todos.

Salcedo puso el 1-0 a los 18’ de ese período. Era el principio del fin, sustentado luego por Rodrigo Alborno y su 2-0, a los 33’. Desarmado y quemado de ideas, lo que le quedó a Atlético fue ir con otra más que conocida: salir desde atrás con Rafael García tirando pelotazos a dividir. Más sencillo imposible para Libertad, que hizo todo bien ante un Atlético tan predecible como impotente.

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