En 20 años bajó un 35% el uso del ómnibus urbano

En 20 años bajó un 35% el uso del ómnibus urbano

Cada vez hay menos pasajeros y se viaja peor. Además se tarda más tiempo por la congestión vehicular y falta conectividad.

EL PEOR MOMENTO DEL DÍA. Para los usuarios, esperar el colectivo en horas pico, viajar amontonados durante largos trayectos y soportar la congestión vehicular es una mala experiencia que los pone de mal humor. la gaceta / foto de hector peralta EL PEOR MOMENTO DEL DÍA. Para los usuarios, esperar el colectivo en horas pico, viajar amontonados durante largos trayectos y soportar la congestión vehicular es una mala experiencia que los pone de mal humor. la gaceta / foto de hector peralta
18 Febrero 2018

Faltan cinco minutos para las 13. Es jueves. En la calle Córdoba al 400 la fila de pasajeros esperando el colectivo se extiende por toda la cuadra. Dos ómnibus llegan juntos, de las líneas 7 y 8. Los usuarios intentan subir a los micros, que ya tienen personas viajando al borde de la escalera de ascenso. Entran como pueden. Aguantan la respiración. Se secan el sudor. Sólo esperan que el traslado termine pronto.

Para los pasajeros, viajar en colectivo en las horas pico es el peor momento del día. “Tal vez deberían aumentar la frecuencia en estas horas. Es una tortura”, dice Karina Velazco, de 36 años, empleada de comercio. A su lado está Miriam Coronel (31). Ella confiesa que está pensando seriamente en comprarse una moto. “Mi esposo ya tiene una y le cambió el humor no tener que soportar los viajes en colectivo. Ni te digo lo que se ahorra en plata y en tiempo. El servicio es pésimo y cada vez más caro”, evalúa la docente de una escuela céntrica.

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La noticia del aumento de un 33% del precio del boleto (desde mañana el pasaje urbano costará $12,50) despertó enojos entre los usuarios. “Si mejorara el servicio, todavía, pero tenemos el pasaje más caro de la región y no vale realmente lo que cuesta: hay coches en mal estado y la frecuencia es muy mala”, señala Enrique Sotelo, de 45 años. A diario viaja en micro desde su casa en el barrio Modelo al centro.

Media hora de espera

“Esperé parada más de media hora el colectivo de la línea 107”, cuenta, angustiada, Ana Yein. Tiene 81 años y se desplaza con bastón. “Tengo que venir (al centro) a pagar mis cuentas y hacer trámites. No puedo pagar un taxi; por eso uso el ómnibus. Lo que no me gusta es la suciedad que tienen. Y nunca tuve la suerte de subirme a una unidad con aire acondicionado”, remarca, en la esquina de Santiago del Estero y Muñecas. A simple vista, dice que puede advertir en todos los colectivos que sube el doble de gente de la que pudiera ir sentada. “Antes, hace unos 10 o 20 años, los viajes eran más llevaderos; ahora son una carga”, afirma.

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Los reclamos se repiten en cada parada. Y son comunes en la gran mayoría de las líneas: viajar apretados, incómodos y sin aire acondicionado, demorarse demasiado por el caos vehicular y tener que esperar mucho en las paradas.

Según los cálculos oficiales, en las últimas tres décadas bajó casi la mitad la cantidad de pasajeros que se trasladan en el transporte público de la ciudad. Sin embargo, cada vez se viaja peor y se paga más por el servicio. Los trayectos se demoran más, como consecuencia de la congestión vehicular en el centro, y los colectivos son insuficientes en las horas pico, reclaman los usuarios.

Gustavo Adrián Holgado, subdirector de Tránsito y Transporte municipal, explica que la primera gran baja en la venta de boletos fue en los años 90 y se produjo por la competencia que significó la circulación de los ómnibus interurbanos en la capital. No obstante, después de esa circunstancia, desde 1995 -que se vendieron 89.6 millones de boletos- disminuyó un 35% la cantidad de viajes. El último informe muestra que se vendieron 57.7 millones de boletos anuales.

A esto hay que agregarle que creció la población. Entonces, ¿por que año a año baja el uso de colectivos? La primera respuesta de los expertos es la siguiente: “aumenta el precio del boleto, el servicio no mejora y cada vez es más accesible comprar una moto”. Es una realidad que cada vez más gente se baja del colectivo y se sube a estos vehículos de dos ruedas, señala la arquitecta Inés González Alvo.

Según la experta, que ha realizado una investigación sobre transporte público en el área metropolitana, el principal problema que deben afrontar los usuarios es la falta de conectividad en muchas zonas. Esto los obliga a tener que pagar a veces dos viajes para llegar a un lugar determinado. “Es doblemente costoso y demanda más pérdida de tiempo para la gente. Entonces, las familias se terminan comprando una moto, con las graves consecuencias para la seguridad vial que esto significa: en los últimos años se han incrementado de forma alarmante los accidentes en motos”, resaltó.

El trabajo

La investigación de Alvo mostró que aunque casi el 90% de los habitantes del Gran San Miguel de Tucumán tiene alguna parada de colectivo en un radio de hasta 500 metros de su casa, esto no le garantiza arribar a destino en forma directa. “En algunos sectores (en especial de norte a sur) los usuarios deben hacer trasbordo para llegar a donde necesitan”, precisa el informe. Advierte una tendencia de las líneas de colectivo a definir sus recorridos sobre la base de la rentabilidad empresarial y no sobre las necesidades de los usuarios.

Otra observación es que muchas líneas compiten y se superponen entre sí en su recorrido, en especial las urbanas con las metropolitanas. “La mayoría pasa por dos puntos: el centro de la ciudad y la terminal de ómnibus, lo que contribuye a la congestión vehicular y como consecuencia genera un aumento del tiempo de traslado”, puntualiza la autora del trabajo.

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