Atrapada en la tela de sus juegos

Atrapada en la tela de sus juegos

Punto de vista. Por Carmen Perilli - Doctora en Letras.

12 Febrero 2009

En Rayuela, La Maga le dice a Oliveira:”Vos buscás algo que no sabés lo que es. Yo también y tampoco sé lo que es”. Es ese lugar del no saber, esa actitud de búsqueda lo que me atrae en la escritura de Julio Cortázar. El imaginario literario argentino y latinoamericano de varias generaciones está marcado por su silueta larga y afable, y por su desgarbado andar.
Es inevitable confundir el personaje público y el autor. Sobre todo a partir de los 60, cuando cobra notoriedad por sus posiciones políticas y elige la militancia. Pero no se puede ignorar que, más allá de los actos del hombre, el escritor convierte el exilio en invención de un territorio nacional imaginario, innova la poética de la literatura fantástica, profundizando la experiencia surrealista. Su literatura, esencialmente urbana, nos propone una antropología de la cultura rioplatense. Una poética de la destrucción, dice un crítico brasileño. Como el escorpión que se muerde la cola, la literatura de Cortázar duda todo el tiempo sobre su condición, colocando la narración al borde del estallido.
Como lectora me fascina la perfección de cuentos como “La noche boca arriba”, “El perseguidor” y “Casa tomada”. No puedo olvidar su “Bestiario”, el ajolote de “Axolotl”, los conejos de “Carta a una señorita de París”; las cucarachas en los bombones en “Circe”. Pero me identifico, en especial, con el Julio de “La vuelta al día en ochenta mundos” y “Ultimo Round”, de “Historias de Cronopios y Famas” y sobre todo, con el autor, de gesto desafiante, de “Rayuela”.
Su estética integra el canon de la literatura europea y occidental con el arte pop y la cultura mediática, anunciando la crisis de la modernidad. Se surte de los detalles cotidianos: su gato se llama Theodor Adorno y el jazz es una ventana al infinito. Son inolvidables textos como “Grave problema argentino: Querido amigo, estimado o el nombre a secas” o “ De la seriedad en los velorios”. Una “antropología de bolsillo” que inventaría cómo encabezar una carta, maneras para distinguir idos y piantaos y entre cronopios y los famas… O da instrucciones para subir una escalera, dar cuerda a un reloj, para tener distintos tipos de miedo, llorar y cantar.

Cultura urbana
En el documental de Tristán Bauer, con su voz grave y seductora, el escritor habla, mientras camina por París, de la importancia de leer las nuevas formas de la cultura urbana. Por ejemplo, el texto que se forma en una pared empapelada con publicidades.
Llama a seguir a Marcel Duchamp y a Stephane Mallarmé, pero también a César Tiempo y a Leopoldo Marechal. No es difícil caminar al lado del escritor que se pregunta ¿por qué escribo esto? No tengo ideas claras, ni siquiera tengo ideas. Hay jirones, impulsos, bloques, y todo busca una forma, entonces entra en juego el ritmo y yo escribo dentro de ese ritmo, escribo por él, movido por él…”(Rayuela).
A mí, una lectora que lee su obra desde fines de los 60, sigue asombrándome y atrapándome en la tela de sus juegos.
Como lo explica Morelli, todo consiste en “hacer del lector un cómplice, un camarada de camino. Simultanearlo, puesto que la lectura abolirá el tiempo del lector y lo trasladará al del autor. Así podrá llegar a ser copartícipe y copaciente de la experiencia por la que pasa el novelista, en el mismo momento y en la misma forma”.

Publicidad
Comentarios