Historias y secretos que alberga La Cúpula

Historias y secretos que alberga La Cúpula

Ubicado en la equina de San Juan y Maipú, coronado por la cúpula que le da nombre, el edificio ha sido preservado por cuatro generaciones de una familia. En breve abrirá sus puertas renovado, pero sin perder identidad.

Historias y secretos que alberga La Cúpula

Casi 100 años pasaron desde que empezó a construirse, y cerca de 40 que “Pirucha” (91) y Abraham Beti (87)  viven allí. Bueno, no exactamente allí, porque en realidad las casas son dos: “la nuestra tiene la entrada por calle San Juan: la otra, por Maipú”, explica don Abraham.

Esta es la que acaba de ser renovada para convertirse en un (nuevo) espacio de coworking que se inaugurará el jueves 15. Esa casa que puede identificarse casi desde cualquier lugar del centro de la ciudad porque sobre la ochava termina en lo que le dio el nombre: la cúpula cubierta, como todo el resto de la mansarda, en pizarra negra, a la francesa.

LA NUEVA IMAGEN. Se recogió el nombre popular para expresar el presente. LA NUEVA IMAGEN. Se recogió el nombre popular para expresar el presente.

“Peraltada y a gajos, termina en un aguzado pináculo”, la describe Marta Silva, exprofesora de Historia de la Facultad de Arquitectura de la UNT (FAU) y especialista en conservación de patrimonio arquitectónico; rescata además “el notable - y único- ejemplo de dueños defendiendo y poniendo en valor su casa”.

“Lo lograron sin ayuda exterior y poniendo todo su empeño en conservar el espíritu de la familia y de la ciudad. Evitaron así la pérdida de este bien arquitectónico, indiscutido y valioso monumento del patrimonio tucumano”, agrega.

Historias de la historia

“A las dos casas, y a sus locales comerciales, las mandó construir un comerciante libanés, Chaker Farah Apas, y en sólo cuatro años (1926) todo estuvo listo -cuenta don Abraham-. En 1940 el edificio salió a remate y lo compraron mi papá y mi tío”.

“Ellos eran socios, además de hermanos -agrega Pirucha-; vivíamos en Concepción. Un día disolvieron la sociedad, repartieron los bienes, y el edificio quedó para nuestra familia...”. “Y desde entonces vivimos en la casa que da a San Juan”, destaca don Abraham, y mira a su hermana (como durante toda la entrevista con LA GACETA) con inmensa ternura.

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“Bueno, vivimos juntos allí ‘casi’ todo el tiempo -agrega ella y sonríe detrás de sus lentes de sol-. Salvo los pocos años de mi matrimonio”.

Y su hija, Graciela León, acota: “mi hermano y yo nos criamos en esa casa”. Graciela forma parte de la tercera generación, y -junto con su hijo, Federico Valverde, que está a cargo del coworking- está apoyando a su mamá y a su tío para que cumplan su sueño: que la casa no se pierda.

“Cuando mi padre estaba por morir, me llamó a su lado y me dijo: ‘les dejo esta casa como recuerdo. Si hace falta, la venden. Pero si pueden...’ -cuenta don Abraham emocionado-. Sentí que tenía una obligación moral con él y con la familia; y todo este tiempo hemos estado cuidándola, y sosteniéndola. No fue fácil, pero valió la pena”.

De cara al futuro

La mayor de las dificultades fue conseguir los materiales para las zonas que había que restaurar -cuenta Belén Leiro, la arquitecta a cargo de la readaptación-. Los pisos de pinotea, por ejemplo, están muy bien.

“Pero había que reemplazar los del patio; y si bien es cierto que debíamos adaptar algunos espacios a nuevas funciones, por sobre todo queríamos adaptar los nuevos materiales para que fueran respetuosos de la casa. Entones buscamos, hasta que conseguimos en Salta los más parecidos a los originales”, agrega, y no fue el única caso.

El desafío era mantener y seguir cuidando la casa, y que al mismo tiempo se adaptara a las necesidades de “el” modelo actual de oficina, que se refuerza desde la pandemia: puestos de trabajo en colaboración; espacios comunes de reunión y /o capacitación; alto confort de equipamiento y acceso a la tecnología. Pero también lugares de esparcimiento.

Lo que está a punto de inaugurarse tiene un diseño nuevo, sí; pero ya antes se había abierto el camino.

LA MEMORIA. Tres generaciones al cuidado de una joya arquitectónica. LA MEMORIA. Tres generaciones al cuidado de una joya arquitectónica.

“Además de que esa cúpula transformó el edificio en un hito urbano para todos los tucumanos, en mi vida personal es un lugar superimportante”, cuenta a nuestro diario Nancy Mozzi, magíster en Historia de la Arquitectura y el Urbanismo, y actual secretaria de Asuntos Académicos de la FAU.

“Alquilé allí durante bastante tiempo, y fueron dos oficinas diferentes; una, cuando era estudiante, bajo la manzarda, que era la zona de servicio. La otra, ya recibida, en el primer nivel, que se conocía como ‘planta noble’... y claro, era más cara -cuenta-. Es interesante pensar cómo se mantenían las jerarquías de cada nivel, aunque se hubieran cambiado las funciones. Y lo hermoso de la planta más alta, que da a una terraza, era que nos permitía confraternizar a todos. Nos hicimos amigos, amigos que siguen hasta el día de hoy”.

Un rato antes de esta charla con la “inquilina especilista”, y aún de recorrida por la casa con las tres generaciones de la familia (la mayor de las cuales subió sin dudar varios tramos de escaleras), Graciela se entusiasma y -sin saberlo- coincide con Nancy: “esta terraza, con la cúpula casi al alcance de la mano, es fantástica; y tiene una parrilla. Será un gran lugar de encuentro”, asegura, y cuenta un detalle más: “el espacio bajo la cúpula lo armamos también para que funcione como una salita para distenderse y pasarlo bien”.

Mientras tanto, la actividad para llegar a tiempo con los toques finales es incesante. Y aunque todavía hay “restos de obra”, lo que ya se ve, incluso antes de que se corra el telón, el jueves 15, quita el aliento.

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