Patria o autonomía

En su best seller “Homo Deus” (2017 – Editorial Debate), el historiador Yuval Noah Harari da cuenta de una encuesta de Gallup que por estos días cumple exactos 10 años. Según ese muestreo, sólo el 15% de los estadounidenses cree que nuestra especie, el Homo Sapiens, evolucionó únicamente por medio de la elección natural y al margen de toda intervención divina. El 32% defiende que los humanos pudieron haber evolucionado a partir de formas de vida previas, en un proceso de millones de años, pero con la batuta del Creador orquestándolo todo. El 46%, en tanto, asume que Dios creó a las personas en su forma actual en algún momento de los últimos 10.000 años, tal y como afirma la Biblia.

“¿Por qué provoca estas resistencias la teoría de la evolución, mientras que a nadie parece preocuparle la teoría de la relatividad o la mecánica cuántica?”, interroga Harari. La teoría de la evolución se basa en un principio claro, tan sencillo que hasta resulta trivial -plantea el autor-: la supervivencia del más apto. Sin embargo, hubo que esperar hasta 1996 para que el Papa Juan Pablo II hiciera las paces con el naturalista británico y su tesis. Y todo para que Benedicto XVI, 11 años después, volviera a objetarlo todo en su libro “Creación y Evolución”.

En cambio, las teorías de la relatividad y de la mecánica cuántica argumentan que es posible distorsionar nada menos que el tiempo y el espacio. Y plantean que algo puede aparecer de la nada. Y sostienen que un gato puede estar muerto y vivo al mismo tiempo. Pero -advierte Harari- nadie se escandaliza, se enfurece, prohíbe o siquiera contradice estas concepciones.

La razón, dice el docente de la Universidad Hebrea de Jerusalén, es que la teoría de Darwin desautoriza la creencia de que “cada ser humano posee una esencia individual eterna que permanece inalterada a lo largo de la vida”. Léase, embiste contra la idea del “individuo”.

El significado literal del término “individuo” es “algo que no puede dividirse”, subraya el profesor de Historia. La idea de cada ser humano como un “in-dividuo” plantea que debajo de todos los cambios (edad, personalidad, deseos, relaciones) esa persona sigue siendo la misma persona desde que nace hasta que muere. “Lamentablemente”, dice Harari, la teoría de Darwin rechaza esa idea de que hay un “yo verdadero” con una esencia indivisible e inmutable. Dicho de otro, desde los elefantes hasta las moreras tucumanas, todos los seres vivos evolucionan de manera gradual, como resultado de constantes divisiones y combinaciones de sus partes más pequeñas: sus células. Algo que no puede dividirse en partes ni puede cambiarse, como la idea de la esencia inmutable que hace de cada ser humano un individuo, no puede haber aparecido de la selección natural, concluye el intelectual.

Dicho de otro modo, en la evolución nadie se corta solo. Por el contrario, evolucionamos como especie. No es uno solo el que logra adaptarse a las condiciones del entorno, sino todo un grupo. Como los tucumanos con respecto a la humedad ambiente. De lo contrario, no habría supervivencia de la especie. Entonces, lo que mata no es “la calor” sino la autonomía.

Eso descubrió Darwin en el siglo XIX y por eso proscribieron durante décadas al compañero Charles. Ahora, la compañera Cristina, madre de este gobierno de científicos, corrobora que lo peor que nos puede pasar es la autonomía (comenzando por la claramente involucionada ciudad de Buenos Aires). Y por supuesto, la Justicia, a través no de un tribunal de la Constitución sino de un verdadero auto de fe de la Sagrada Inquisición, pretende proscribirla a ella. Nos cabe, entonces, el deber cívico en esta hora genuinamente darwiniana, de llamar a las cosas por su nombre. Tenemos a la ciencia de nuestro lado. ¡Cárcel para los salvajes autonomistas! O como dice la Jefa en su proclama contra cualesquiera autonomías: todo tiene que ver con todo. Así pues, digamos todo, compañeros…

Pinzones y monopolios

La semana comenzó con los ecos de los incidentes entre la Policía porteña y los militantes incomprendidos por los millonarios que se amontonan en el barrio de Recoleta. Allí, frente al departamento de Cristina (no es millonaria sino abogada exitosa), en la esquina de Juncal y Uruguay (no es el corazón de Recoleta sino un santuario), se convocaron para “defender” a la líder. Ella se manifiesta perseguida por la Justicia en la causa “Vialidad” y dice que todas son ficciones: 20 años no es nada, dice el tango. Y 3.000 kilos de pruebas documentales, tampoco...

En represalia por el accionar de las fuerzas de seguridad, Ella reclamó “repensar” la autonomía de la capital de los argentinos. “La Constitución no habla de autonomía”, argumentó. Tiene toda la razón. Salvo por el artículo 129 de la Carta Magna (“La ciudad de Buenos Aires tendrá un régimen de gobierno autónomo, con facultades propias de legislación y jurisdicción, y su jefe de gobierno será elegido directamente por el pueblo de la ciudad”). Y por la cláusula transitoria décimo quinta (“Hasta tanto se constituyan los poderes que surjan del nuevo régimen de autonomía de la ciudad de Buenos Aires, el Congreso ejercerá una legislación exclusiva sobre su territorio…”). Y por el nombre del distrito (Ciudad Autónoma de Buenos Aires). Y por el hecho de que ella fue convencional constituyente en 1994 y votó ese nuevo régimen para la metrópoli. Y por la circunstancia de que su esposo, el ex presidente Néstor Kirchner, firmó el traspaso de atribuciones de la Nación a la Ciudad en 2004. Y de que, luego, ella misma, como mandataria, los refrendó… Pero son detalles menores. Las cosas son como ella dice y lo demás son interpretaciones malintencionadas.

En todo caso, Cristina está diciendo que ella ya no se va a hacer cargo de este mal contrario a la evolución de la especie que es la autonomía (si atenta contra la supervivencia de la humanidad, como explica Harari, entonces la autonomía está violando derechos humanos y aquí jueces y fiscales se hacen los otarios). Porque bastante mal le ha ido a la pobre…

La Ciudad Autónoma de Buenos Aires, de hecho, es sólo el comienzo. Tampoco debería ser autónomo el Ministerio Público Fiscal de la Nación. Las consecuencias están a la vista: los fiscales Diego Luciani y Sergio Mola, en lugar de evolucionar al kirchnerismo dentro de “Justicia Legítima”, están atentando contra la unidad nacional en la causa “Vialidad”. Y también contra la ciencia. Darwin recogió pinzones en el archipiélago de las Galápagos y reparó en que la forma del pico variaba según cada isla: estaba adaptado para la principal fuente de alimentación. De esta manera, las aves de cada isla tenían el monopolio de la alimentación entre las rocas de cada costa. Lázaro Báez hizo exactamente lo mismo: se adaptó de cajero de banco a empresario de la construcción y monopolizó las obras viales entre 2003 y 2015. Resulta lo más natural del mundo, pero aquí los fiscales “autónomos” no lo quieren entender.

La misma lógica cabe a los miembros del Tribunal Oral Federal 2 de Comodoro Py: como resulta que el Poder Judicial también debe ser autónomo, ellos no evolucionaron y se quedaron “gorilas”, nomás. Cristina reparó en que el juez Rodrigo Giménez Uriburu es hijo de un ex edecán de presidentes de facto de la última dictadura. Así que en esa familia, aseguró, están esperando “con servilleta, cuchillo y tenedor” que la condenen. Como es prudente, prefirió no ir más allá con su lógica, según la cual los hijos son culpables de los errores de los padres. O de sus excesos. O de sus patrimonios…

Sometimiento y evolución

Comienza a prefigurarse, entonces, que si la autonomía atenta contra la evolución de la especie, la república es una de las abominaciones antinaturales más abyectas jamás ideadas. Mientras se organiza una campaña para repudiar la memoria de Juan Bautista Alberdi, cabe reparar en que otro grandísimo problema que enfrenta la Jefa es, precisamente, la autonomía del Poder Ejecutivo. ¿De dónde sacó el prócer tucumano la oprobiosa idea de la separación de poderes? ¿Por qué nadie entiende que evolucionar es someter a todo un pueblo a los designios de un líder político, que jamás se equivoca ni delinque, porque en su figura y en su hacer se sustancia todo cuanto quiere un verdadero argentino de bien?

Ahora resulta que la vanguardia evolutiva “K” tiene que generar a diario alguna práctica escandalosa, o alguna declaración incendiaria, para tratar de disimular que este Gobierno, y no otro, es sinónimo de ajuste en la educación, en la salud, en la obra pública, en la vivienda y en la producción. Y que este Gobierno, y no otro, es el que recorta los subsidios y autoriza la suba de las tarifas. Todo culpa de que la Presidencia de la Nación es “autónoma” de lo que Cristina anhela…

Si este fuera un país evolucionado, la economía no sería autónoma de la política. Y entonces la inflación entendería que ella no tiene nada que ver con la emisión, así que se podría imprimir toda la moneda nacional que se quisiera. Y también se podrían obtener todos los dólares del mundo sin necesidad de devaluar. Dicho sea de paso, también se podría incautar toda la producción del campo argentino, porque ni los productores en particular, ni los ciudadanos en general, deberían tener autonomía de la voluntad (mal que le pese a Emanuel Kant y toda la ilustración). Por suerte, ya hay políticas económicas orientadas en esa dirección: todo el “redireccionamiento” que lleva adelante el (nuevamente) compañero Sergio Massa apunta a ajustar a los argentinos de manera directa (con tarifas más caras y eliminación de subsidios) e indirecta (retaceando recursos para los servicios básicos del Estado). En cambio, las empresas del Estado en manos de La Cámpora ni se enteraron de que hay crisis en este país.

Otro tanto ocurre con los gremios. Entre junio, cuando el Gabinete era una tembladera, la CGT anunció una marcha de protesta contra el Gobierno. Los citaron a Casa Rosada y salieron de allí con el mismo discurso y una única variante: se ratificaba la movilización, aunque ahora sería a favor del compañero Alberto “El autónomo” Fernández. ¿Qué cambio? La Nación resolvió hacerse cargo de prestaciones que hasta entonces debían afrontar las obras sociales sindicales. O sea, menos gasto para la “caja” del sindicalismo. Eso sí, a los trabajadores no les bajaron el monto del. Pagan lo mismo por menos. Y lo hacen dos veces: porque ahora de sus impuestos saldrá el dinero para cubrir lo que antes estaba dentro del aporte salarial.

Es que la conducción de la CGT evolucionó hacia el encolumnamiento detrás del oficialismo. En cambio, muchos trabajadores le dieron la espalda al Gobierno en los comicios de 2021. A modo de mensura: el año pasado, el Gobierno perdió el 40% de los votos logrados en 2019.

La premisa está clara: el evolucionismo ya no será teoría en este país, sino doctrina política. Se viene “La Darwin”, compañeros. “Patria o autonomía”. Esa es la cuestión…

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