Juan Tríbulo: "el teatro es mi manera de cumplir una misión en la vida”

Juan Tríbulo: "el teatro es mi manera de cumplir una misión en la vida”

El querido actor, docente e investigador entrerriano se despidió de la vida a los 80 años. Fue el organizador y primer director de la Escuela de Teatro de la UNT. Larga y destacada trayectoria

Juan Tríbulo: el teatro es mi manera de cumplir una misión en la vida”

Miles de papelitos caen desde el avión. “¡Bienvenido, Pocho!” Rosario del Tala está recibiendo a su hijo del corazón en 1978. Tres piezas cortas de Cuzzani marcan su retorno al pueblo que lo vio crecer para celos de su Concepción del Uruguay natal. “Solía decir que el teatro era mi vida, me he dedicado a él desde los 13 años, nunca lo abandoné, pero en realidad es una experiencia de comunicación con otros seres humanos, donde intentamos establecer un vínculo, transmitiendo ideas, emociones, sensaciones que hacen a la vida del hombre, como una de sus necesidades primordiales y tratar de desentrañar qué es ser humano, con todos los defectos y virtudes que podemos mostrar desde un escenario”, afirmaba el actor, director, docente, investigador y psicólogo social Juan Antonio Tríbulo, ese entrerriano con 38 años de tucumanidad que acaba de viajar al silencio, desparramando tristeza en nuestras artes escénicas.

Un padre acordeonista, una madre, hincha de Tita Merello y Luis Sandrini, lo abrazaron el 26 de enero de 1942. El radioteatro, el circo criollo y el pastor Garoffalo le abrieron el telón de la curiosidad por el teatro. Una obra de los hermanos Álvarez Quinteros le hizo una zancadilla de amor y desde entonces ya supo cuál era su destino. En Buenos Aires, ingresó al grupo Nuevo Teatro, donde actuaban Alejandra Boero y Héctor Alterio, y hace su primera obra al lado de Enrique Pinti. Los profesores Juan Carlos Gené y Oscar Fessler lo tuvieron en los pupitres en la Universidad de Buenos Aires y el tucumano Raúl Serrano en la Escuela Nacional de Arte Dramático. Integra la Comedia Nacional Argentina, bajo la dirección por Rodolfo Graziano.

La brújula

1984. La brújula lo trae a Tucumán de la mano del comprovinciano Julio Ardiles Gray, escritor, periodista y mentor del proyecto de la Escuela de Teatro. “A Ardiles Gray lo habían designado asesor del rector Luis Salinas, que era normalizador. Él sabía que yo había hecho el profesorado en teatro, que había estado en el instituto de Teatro de la universidad, que había pasado por grandes maestros que me dieron las herramientas y la tranquilidad necesaria para enfocar un proyecto de tamaña envergadura. Me designaron acá director de una escuela de teatro, que no existía. Todas las mañanas partía de Horco Molle tempranito y a las 7 estaba en la Facultad de Artes, organizando todo, desde el programa general, lo académico administrativo hasta los planes de estudio de las materias. La decana era Mirta Chambeaud, me recibió muy bien. Pensábamos hacer un curso de tres años que era el modelo de la universidad por el que yo había pasado. La Dedé me dio la idea de que hiciéramos una licenciatura de cinco años. Fue un proyecto que fue creciendo a partir de las propuestas que recibía acá y con la mano derecha que me ofreció Alfredo Fénik, uno de los primeros profesores”, contaba.

“Me sentí distinto”

La actividad teatral local lo impacta por su intensidad y calidad, sin embargo, la escuela lo absorbe. “Estuve siete años sin actuar. En el 90, Rafael Nofal me tira a leer ‘Ulf’, de Gené, cuando lo leí dije: ‘esto lo tengo que hacer. Sentí que era otro actor, distinto, con más recursos… yo venía de hacer protagónicos en Buenos Aires, de dirigir en Luján, de haber pasado siete años en la Comedia Nacional haciendo un repertorio clásico, pero aquí me sentí un actor distinto. Después, inmediatamente, me convocó Carlos Alsina, hicimos ‘Ardiente paciencia’, interpretando a Neruda, y relacionándome con la gente de Tucumán que me abrió los brazos y me acogió sin problemas. Y después fui dirigido por mis propios alumnos o integrando elencos donde estaban mis ex alumnos trabajando a la par, eso también me llenó de satisfacción porque era increíble porque se creaba un nuevo vínculo entre profesor y alumno, de compinche, de camarada, de colega”, decía.

Su talento camina por varias piezas teatrales. Con el dramaturgo y director Leonardo Goloboff conforma una dupla creativa, a la cual se suma su esposa Mariana Ezcurra como actriz y asistente de dirección. “Personalmente Einstein”, unipersonal, se convierte en un éxito. Se interesa por la investigación y es el responsable del capítulo Provincia de Tucumán, en la Historia del Teatro Argentino en Provincias, que dirige el doctor Osvaldo Pellettieri, de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. “Descubrí la increíble actividad que se había desplegado en Tucumán que era lo que permitía que se creara una escuela, que perduró en los años, desde el Teatro Universitario, el Consejo de Difusión Cultural… la creación de un teatro independiente que se llamó Teatro del Pueblo, igual que el de Buenos Aires, y después había gente que trabajaba en el teatro independiente como Raúl Serrano, la Rosita Ávila, que sostenían el elenco de la Peña El Cardón, y que venía de mucho antes, incluso la sorpresa de descubrir que en 1909, Alberto García Hamilton estrena “Cañas y trapiches”… Ahora estoy reescribiendo lo que ya se publicó en Buenos Aires en Teatro de Provincias, porque no está saliendo el capítulo III que llega hasta el 99, así que estoy agregando más material que fui recopilando en entrevistas y en el archivo de LA GACETA”, comentaba en una entrevista.

Fluye la emoción

En 2006, publica “Stanislavski-Strasberg. Mi experiencia de actor con la emoción de la escena”. El libro narra su recorrido personal como intérprete, teniendo en cuenta solo la problemática de la emoción. “Está presentado en tres capítulos, que corresponden a mis lugares de residencia: Entre Ríos (1942-1959), Buenos Aires (1960-1983) y Tucumán (1984-2004). Parte de mi experiencia en la construcción del personaje de Einstein, de la manera en que aparece y fluye la emoción durante el aprendizaje de la letra, en los ensayos y en todas las funciones, y de la relación fundamental que establece el actor con el director, en este caso con Leonardo Goloboff, ya que es el director quien guía, orienta y acompaña al actor en su búsqueda de la organicidad del personaje”, explicaba.

Según Tríbulo, Tucumán le dio la posibilidad de hacer una carrera “impresionante” en lo académico, fuera de lo académico. “Los personajes que hice en Tucumán no los podría haber hecho en Buenos Aires porque el protagónico de ‘Ulf’ lo hizo Gené, no me lo iba a dar a mí y el personaje Neruda lo hizo Walter Santa Ana, no me lo iban a dar a mí. Me dio una cantidad de amigos, una casa fantástica cerca del cerro, es la felicidad completa”, decía.

Apasionado. Sencillo. Comprometido. Cálido. Bondadosa mirada. Gesto fraterno. Una huella profunda de afecto y admiración ha dibujado su caminata por esta tierra de sueños y cañaverales. “Es mi manera de cumplir una misión en la vida. El teatro me permite compartir con el espectador historias sensibles, que movilizan, que mueven el sentimiento, el pensamiento, que te impulsan no sé si a la acción, pero por lo menos pensando en que estamos trabajando para que el mundo sea un poco más mejor”, ha pensado Juan Tríbulo antes de partir a esa cita a ciegas, donde miles de papelitos regarán tal vez su corazón generoso con un “bienvenido, Pocho”.

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