Viviana Rivero: “Estoy convencida de que el amor es el motor del mundo”

Viviana Rivero: “Estoy convencida de que el amor es el motor del mundo”

Es una de las escritoras más leídas del país. En esta entrevista recuerda momentos y sentimientos que la llevaron a tomar la decisión de dejar la abogacía para convertirse en contadora de historias.

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11 Noviembre 2018

> ENTREVISTA A VIVIANA RIVERO

Lectora desde pequeña e hija del escritor Pedro Rivero, Viviana siempre sintió ganas de escribir para contar sus propias historias. Se animó ya de grande, cuando ejercía la abogacía y no tenía tiempo más que para su familia. Dejó la profesión, encontró a una casual lectora en una playa de Brasil, le dio su manuscrito y tras la devolución se lanzó a la escritura. Hoy es una de las autoras más vendidas del país y de la comunidad de habla hispana. Con más medio millón de ejemplares vendidos, vuelve con un nuevo título, Zafiros en la piel. También se animó a experimentar con la escritura en vivo: la nouvelle titulada ¡Sólo hazlo! que escribió durante cinco días con lectores en línea y que se puede leer en http://bit.ly/librovivo.

“Long seller”, la definen desde Planeta, la editorial que la publica. Ahora, mientras toma su té de vainillas, explicará cómo se construyó la mujer que se volvió una de las más populares escritoras de habla hispana.

- ¿Cómo fue tu experiencia de escribir un libro en vivo?

- Fue una propuesta de Google, la hablamos con editorial Planeta y acepté porque escribir en vivo era un desafío: unir el mundo del papel con el mundo de internet. Llevó un tiempo de preparación. Finalmente, la escribí en sólo cinco días. Me gustó cómo salió.

- ¿Incidió escribir mientras te leen en tiempo real?

- Es igual que escribir en casa. Se corrige en vivo: por ahí me arrepiento de algo y hago un cambio. Es más, a lo mejor en vivo escribo más prolijo porque en casa, con la pasión de escribir, avanzo, avanzo, avanzo y dejo errores para cambiar después. En cambio en vivo, al saber que hay alguien leyendo, tengo que frenar y corregir.

- En tu último libro, Zafiros en la piel, citás a Mario Vargas Llosa: “El amor es probablemente la experiencia más enriquecedora que un ser humano puede vivir”. ¿Por qué esa cita?

- Soy una convencida de que el amor en todas sus expresiones es el motor del mundo. El amor en la pareja, a los hijos, a las vocaciones… El que logra trabajar en su vocación hace de su entorno un mundo mejor. A veces trabajando hasta las 3 de la mañana. Las distintas clases de amor, que son los temas de mis libros, son el motor que mueven al mundo. Por esos amores estamos dispuestos a irnos a vivir a otro lado, a trabajar hasta la madrugada, a hacer cualquier sacrificio. Creo que el amor en todas sus expresiones es lo que lleva a las grandes cosas. Los pasos grandes, los importantes, tienen que ver con estos amores. Y cuando algo los pone en peligro, uno está dispuesto a hacer cambios. Por eso quise empezar con esa frase, que creo que es enriquecedora.

- ¿Te considerás un ejemplo de lo que decís si se tiene en cuenta que dejaste la abogacía siendo ya adulta para dedicarte a la escritura?

- No sé si soy ejemplo en eso de animarme. Una se puede arrepentir con los años de no haber hecho lo que deseaba, pero nunca de no haberse animado. Doy charlas, cuento mis experiencias de perseguir los sueños. A veces hay que ser valiente, hacer cambios, cambiar lo planeado, ir a un plan B, a un plan C. Es algo en lo que creo mucho.

- ¿Provocan miedo los cambios?

- Los miedos no son malos. Son parte del ser humano. Si uno sabe canalizarlos, pueden llevarnos a actuar. Hay que saber que las cosas pueden no salir bien.

- ¿Y la valentía?

- Si somos lo suficientemente valientes la vida nos dará la revancha de conseguir aquello que dejamos en el camino. Cuando uno es valiente para hacer un cambio, a veces la vida te da revancha. Y ellos se fueron fue un libro por el que mucha gente me escribió para contarme que llegó a sus manos en un momento justo. “He tomado decisiones que cambiaron drásticamente mi vida, así que te agradezco”, me escribió una persona. Nunca supe cuáles fueron esas decisiones, pero los lectores captan.

- ¿Qué te pasa cuando mirás hacia atrás?

- Me gusta mirar atrás y ver que pude cambiar porque me animé. A veces da miedo pasar de una piedra a otra. Yo estaba en un momento de mi carrera de abogada en el que tenía reconocimiento: “buen día, doctora Rivero”. Eso significaba muchas cosas. Pero a la vez había encontrado un gran placer en escribir. El primer libro se vendió bien y por el segundo me dieron un premio que me permitió unas vacaciones. Ahí dije que abandonaba la abogacía. Y como en la familia todos estaban contentos con lo del viaje, me apoyaron. Ya el tercer libro, Y ellos vivieron juntos, lo escribí como trabajo: en vez de llevar a los chicos a la escuela e irme a Tribunales, volvía a casa a escribir.

- ¿Cuánto hay de tu papá (Pedro Adrián Rivero) en lo que escribís?

- No lo sé. Él escribía realismo mágico, yo no. Pero supongo que hay algo que se transmite. Mis padres me transmitieron la pasión por la lectura. En mi casa los domingos siempre se hablaba de autores, de novelas, sobre qué leer. Estaba esa disyuntiva acerca de si escribir o no. Mi padre escribía bien, ganó premios. Escribía de noche. Y mi madre no quería que sigamos ese paso: decía que para locos ya estaba mi padre. Existe esa eterna discusión de que si uno escribe bien no se vende porque lo pueden leer unos pocos y si vende mucho es porque es malo. Entonces nadie quiere escribir. Pero las vocaciones nos persiguen y en algún momento nos atrapan.

- ¿Cuál fue tu click para dedicarte a la escritura?

- Una vez me regalaron el libro Suite francesa, de Irène Némirovsky: fue el último que leí como lectora. Me gustó mucho y me dije “ésta mujer escribe fácil, lindo, sobre cosas profundas. Quiero escribir como ella”. Fue mi referente. Ese libro tenía una historia de amor. Ya desde dos o tres años antes anotaba en un cuaderno qué quería hacer; y entre esas cosas estaba escribir un libro. Pero trabajaba y mis hijos eran pequeños y no había tiempo. Después, cuando empezaron a crecer, me quedaban unas horas libres. “Estas horas son mías”, me dije. Ahí empecé a escribir un libro. Iba despacito, entusiasmada. Mi familia se iba al cine y yo decía que me quedaba a escribir. Y escribía. Así terminé ese libro.

- ¿Ese libro de Némirovsky lo tenés aún?

- Está en casa. Lo miro cada tanto como para que no desaparezca entre amigos y demás personas que piden libros prestados.

- ¿Se puede inventar el tiempo para hacer lo que a uno le gusta?

- Creo que hay una etapa, al menos para la mujer, que cuando los niños son pequeños es casi imposible. Yo trabajaba y lo único que quería era dormir. Pero el que quiere escribir, aunque esté cansado, lo va a hacer. No importa que sea sábado, domingo… Si tenés ganas, lo hacés.

- ¿En qué medida te presiona la opinión ajena?

- Creo que la escritura es como la letra: uno tiene una letra y difícilmente pueda cambiarla. Te pueden decir escribí más derecho, y vas a escribir más derecho durante dos o tres hojas, pero si tenés que escribir 600 hojas vas a volver a tu escritura original. La persona siempre vuelve a su letra. Si le gusta a la gente, en buena hora. Y si no le gusta, bueno, es lo que tengo. Es muy difícil expresarse en el papel. En una novela es aún más difícil. Siempre agradezco que guste lo que escribo, porque difícilmente pueda escribir de otra manera. Si gustara a pocos o a nadie, también lo haría así, aunque sea para mi.

- Siempre me quedó tu anécdota con tu primera lectora, Ana Flores. ¿La podrías contar para los lectores de LA GACETA?

- ¡Anita! Terminé de escribir mi primer libro y con mi familia fuimos de vacaciones a Brasil, en 2009. Lo corregía en la playa y al lado mío había una señora, cordobesa como yo, que leía mucho. Los que leemos queremos ver qué lee el otro. Ana leía de todo. Muchísimo. Autores nacionales, extranjeros, cosas buenas, cosas no buenas. Entonces pensé que podría ser mi lectora. Porque la familia siempre te va a decir que lo de uno es hermoso. Le conté que escribí un libro y que necesitaba la opinión de un lector. Me dijo que sí. Se lo dí. Quedamos en encontrarnos a los 15 días en Córdoba. Fuimos a comer. Me dijo que el marido le decía “todo el día con esas hojas” y que a ella le había parecido muy interesante. “No sé si es bueno, pero me mantuvo atrapada, hacelo libro”, me dijo. Pasé nervios mientras lo tuvo ella. Siempre me dijo que me iba a decir la verdad. Fue una cosa linda. Quedamos amigas, nos vemos. No sé si es mi fan número uno, pero sé que lee mis libros.

- Así como vos contás historias a tus lectores, ¿qué historias tenés de ellos hacia vos?

- Conocí una chica que, cuando publiqué el primer libro, con una editorial chiquita de Córdoba, me escribió para contarme que lo había leído y que quería juntarse conmigo. Ella era una de mis primeras lectoras. Vino con el uniforme del secundario, Tami. Me dijo que le encantaba el libro. Desde ahí, Tami siempre fue a mis presentaciones, compra los libros. Ahora es abogada. La otra vez le pregunté si se acordaba de cuando vino a verme con su uniforme de colegio y una compañerita. Siempre está. Hasta cuando me dan premios, aparece.

- Es tremendo el ida y vuelta entre escritor y lectores, ¿no?

- A veces pienso en cómo se puede cambiar la vida de alguien con una historia. Porque mis libros tienen tema, más allá de argumento. En mi última novela hablo de la felicidad, porque esas cosas tienen que ver conmigo. Me preguntaba si yo misma era feliz: los grandes momentos felices son espaciados: tener un hijo, recibir un premio, la compra de la primera casa, un viaje. Recuerdo que una mañana miré por la ventana hacia mi jardín, donde están mi perro y mi gato, y mientras tomaba el té en la taza de siempre, me dije que ese era un momento rutinario pero feliz. Descubrí que tenía varios momentos así. A veces los seres humanos somos más felices de lo que creemos. Y escribí sobre dos personas que teniendo todo para ser felices no se dan cuenta de que lo son.

PERFIL

Viviana Rivero, nacida en Córdoba el 1 de febrero de 1966, apela al amor entre su temática de escritura. Algunos de sus títulos son Secreto bien guardado, Mujer y maestra, Y ellos se fueron, Lo que no se dice, La dama de noche, La magia de la vida y Zafiros en la piel, entre otros. Tiene dos hijos: Cristóbal, de 19, y Victoria, de 22. Además, prepara una miniserie. Se la puede contactar a través de redes sociales:

Página web: http://www.vivianarivero.com/

Facebook: https://m.facebook.com/vivianariveroescritora

Instagram: https://www.instagram.com/vivianarivero3/

Twitter: https://mobile.twitter.com/vivianariveroes

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