Un abrazo que demoró 37 años en llegar

Un abrazo que demoró 37 años en llegar

Tal vez los tengas todos los días al lado tuyo. Quizás vivan lejos. O simplemente los contactes poco. Cada amistad es única e irrepetible. Pero si hay algo que las verdaderas tienen en común es que son irrompibles. Acá te mostramos cuatro ejemplos: ni el tiempo, ni la distancia, ni la política pudieron separar a estos amigos.

DESPEDIDA DE 2012. Milagros es la séptima desde la izquierda de la fila superior; Aurora, la novena. DESPEDIDA DE 2012. Milagros es la séptima desde la izquierda de la fila superior; Aurora, la novena.
20 Julio 2013
Milagros Palau, a los 11 años, recibió de su padre una sabia lección: le dijo que el mundo ya no era el mismo de antes, que en un futuro debía valerse por sí misma y no a costa de un hombre, que lo más valioso que podía dejarle en esta vida era la educación. Entonces, Milagros partió en 1971 de su ciudad natal, El Tala (Salta) con unos bolsos y con mucha tristeza adentro, a pesar de que había comprendido cada una de esas palabras. Cuando llegó al Colegio Guillermina de San Miguel de Tucumán, donde pasaría el resto de la secundaria como pupila, lo primero que vio fue a una niña que lloraba. Se acercaron y hablaron sobre el desconsuelo de estar en un lugar extraño. Desde ese momento Milagros y Aurora Desantis, que era oriunda de Lules, se hicieron más que amigas: fueron hermanas.

El segundo hogar
"El colegio era nuestro hogar. Las monjas nos enseñaban de todo. Teníamos Educación Sexual, veíamos películas, estudiábamos mucho, jugábamos a lo que quisiéramos y hasta bailábamos paso doble con las monjas. Los viernes cuando terminábamos las clases nos buscaban nuestros padres. Volvíamos los domingos antes de las 19", recordó Aurora.

Con las externas (así les decían a sus compañeras que no vivían dentro del Colegio) había una pica. "Si a ellas las ponían en penitencia -se acordó Milagros-, nosotras no entrábamos en el castigo. Cuando íbamos de campamento ellas dormían en una carpa y nosotras bien cómodas en la casa de las monjas. Nosotras éramos una responsabilidad para las religiosas".

Cuando terminaron la secundaria, en 1976, cada una siguió su camino: Aurora estudió Enfermería y Milagros, Arquitectura, y se radicó primero en Buenos Aires y luego en Córdoba. Se vieron una vez más en el 82 y luego se perdieron el rastro.

Desde que egresaron, sus compañeras y amigas del curso siguieron -hasta hoy- reuniéndose una vez por mes. Allí recordaban el pasado y compartían anécdotas de su presente. En una de esas charlas hablaron de Milagros, de la que nadie sabía nada. Cual detective, Aurora comenzó a rastrearla. Con gritos de alegría y llanto, así fue la primera conversación entre ambas. Y la reunión con el resto del grupo fue el año pasado: alquilaron una casa en San Javier, durante dos días, y en diciembre se juntaron 30 ex compañeras.

"Fue como encontrar de nuevo a mis hermanas del alma. Ahora sabemos que estamos para lo que sea y no perderemos más el contacto. La verdad es un regalo del cielo", se emociona Milagros, mientras prepara su próximo viaje a Tucumán.

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