Lebbos, los otros y Trimarco
Si la Patria es el otro, los otros deben pasar cada vez por más controles para ser parte de esa Patria. Nos guste o no, el día de la Patria fue triste. Y lo que debería haber sido una fiesta, terminó en un escándalo que los tucumanos, orgullosos anfitriones de cada 9 de Julio, no nos merecemos.

¿Qué Patria es esa que nos deja afuera de nuestra fiesta nacional más importante? ¿Qué Patria impide que sus hijos celebren y homenajeen a quienes, en su momento, dieron la vida por una tierra más grande y generosa? ¿Qué clase de Patria les heredamos a nuestros hijos cuando quienes nos gobiernan, nos cierran los caminos por su propia inoperancia? ¿O la Patria, según las frases que últimamente se ponen de moda, sólo está compuesta por quienes el dedo de los que más poder tienen señalan? ¿Alberto Lebbos es parte de la Patria? ¿Susana Trimarco es parte de la Patria? Según lo sucedido el martes, uno sí y el otro no.

Alberto Lebbos sufrió el peor de los destinos. Su hija murió y nadie puede decirle aún hoy, a más de siete años del deceso, cómo, a manos de quién y mucho menos por qué. La causa estuvo en un armario juntando polvo y no sólo no se avanzó un ápice en la resolución, sino que se permitió que el tiempo borre pruebas y recuerdos. Y si no hubiera sido por el propio Lebbos que movió cielo y tierra para que el expediente saliera de entre los estantes del olvido, hoy tal vez el nombre de Paulina Lebbos se habría transformado simplemente en un número.

Susana Trimarco también sufrió el peor de los destinos. Su hija desapareció en abril de 2002 y aún hoy, a más de 11 años, nadie pudo explicarle cómo y a manos de quién. Debió hacerse cargo de su nieta, quien vive con su misma incertidumbre. La causa ya pasó por un juicio oral y los jueces consideraron, aunque ellos no estuvieron de acuerdo, que no había pruebas suficientes para condenar a los acusados. Y aunque el caso aún no está cerrado ni mucho menos, la pregunta más importante no tiene atisbo de respuesta: ¿dónde está Marita?

Pero las diferencias entre Lebbos y Trimarco comienzan cuando ambos transitan el terreno político. Lebbos era funcionario de Alperovich cuando lo golpeó la tragedia. Renunció y se convirtió en uno de sus principales detractores. Y este año, tras haber logrado que la causa cambie de fiscal, disparó su munición más letal: vinculó con el caso a Gabriel, uno de los hijos del gobernador José Alperovich, y a Sergio, el hijo de Alberto Kaleñuk, uno de los más estrechos colaboradores del mandatario.

Susana Trimarco, en cambio, se siente cada día más cómoda cerca del poder. Luego del tsunami que provocó el fallo por la desaparición de su hija, a pedido suyo Alperovich despidió al hasta entonces ministro de Seguridad, Mario López Herrera, puso a Jorge Gassenbauer y se alineó más que nunca con la presidenta Cristina Kirchner, quien la nombra cada vez que puede como ejemplo a seguir a la hora de "democratizar la Justicia". Cristina la abraza, la mima y hasta sueña con ella en algún puesto del Estado, aunque la madre de Marita, por el momento, dice no.

Pero las diferencias estallaron el martes. Y, más que nunca, quedó en claro que Alperovich y su gabinete no quieren que la fiesta sea de todos. Por eso vallan el centro para que nadie pueda llegar hasta la Plaza. Por eso ponen cientos de policías mal entrenados y con ganas de reprimir, para que a ojos de los más encumbrados, la fiesta parezca en paz. Pero no. La fiesta fue lamentable. Y la Patria, los otros, quedó otra vez afuera. Y los otros, los de la Patria ficticia, coparon el hipódromo para las cámaras. Y Lebbos y Trimarco, cada uno por su lado. Dos caras de la misma moneda.

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