La actitud del agrandado

Por Pablo Santiago Furlotti, licenciado en Filosofía.

24 Enero 2010
Los humanos somos seres limitados, falibles y vulnerables. Esta es una verdad que todos conocemos por la propia experiencia. Podríamos decir que cotidianamente se nos hace patente. Una enfermedad, una decisión equivocada o un fracaso son sólo algunos ejemplos de los tantos que a diario nos manifiestan nuestra finitud.
Aunque teóricamente sabemos acerca de nuestra débil condición, no siempre llegamos a aceptarla. A menudo aparece la soberbia, una actitud que se presenta como una especie de exaltación exagerada e irreal de uno mismo y un cierto olvido de las propias falencias. La persona soberbia se considera un ser ilimitado. Nótese que en el lenguaje común llamamos "agrandado" al que es soberbio. Con este calificativo queremos decir que la actitud soberbia consiste en considerarse más grande de lo que se es. El falso sentimiento de omnipotencia está en la raíz de la soberbia. El soberbio se cree infalible e invulnerable y no acepta de ningún modo que, al igual que el resto de los congéneres, es un ser frágil. ¿Por qué nos cuesta tanto aceptar nuestra condición humana, es decir, nuestra realidad limitada, falible y vulnerable? Es difícil responder con exactitud. Lo cierto es que la soberbia, que nos impide aceptarnos, causa sufrimiento y angustia. Pues, aunque nos rebelemos ante nuestra frágil condición, la realidad siempre se encarga de deshacer nuestras falsas idealizaciones y nos manifiesta, en ocasiones con crudeza, lo que auténticamente somos. Por ello, el mejor "remedio" contra la soberbia es la humildad, la cual consiste en reconocer de manera realista lo que somos y aceptarnos. No es fácil adquirir la virtud de la humildad, pero vale la pena intentarlo para evitar muchos sufrimientos.

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