El cine y la televisión todavía no han agotado la capacidad de recrear e interpretar los pecados capitales. Los Simpson son la prueba: este lunes a las 20 (por el canal Fox) comienza una serie de siete capítulos dedicada sucesivamente a la lujuria, la gula, la avaricia, la pereza, la ira, la envidia y la soberbia.
Las criaturas del realizador estadounidense Matt Groening, siempre entre el bien y el mal, abordan los pecados según el orden clásico establecido en el siglo VI y después inmortalizado en la dantesca "La divina comedia". La gula promete ser el capítulo más previsible de la emisión especial -el perfil del jefe de la familia supone el permanente extravío en los excesos del comer y el beber-, pero Los Simpson saben sorprender.
El cine le ha dedicado su atención a los pecados capitales por medio del director David Fincher, cuya realización, "Seven (Estados Unidos, 1995), ha quedado ligada a la carrera del actor Brad Pitt, protagonista de esa película de suspenso. Pitt interpreta a un detective obsesionado con el objetivo de capturar a un asesino serial que elige a sus víctimas en función de las siete faltas. El guión desnuda las debilidades de un agente moralmente impecable que, sin embargo, no está libre de pecado -capital- y que, por ende, es vulnerable a la estrategia delictiva del verdugo que persigue.
Nunca estás solo
La pantalla pequeña también ha explorado el terreno de la verbalización de los pecados, esfera privada que no ha podido mantenerse apartada del avance galopante de la curiosidad del público. En ese sentido, no es casual que el confesionario más célebre de la última década no esté dentro de un templo, sino en la televisión. Gran Hermano, concurso de "telerrealidad" (neologismo para castellanizar el "reality show") de origen holandés, ha bautizado con este nombre a la habitación destinada al desahogo de los participantes de la -siempre angustiante- casa.
A diferencia del mueble cerrado con una puerta y dos ventanas donde se sienta el confesor para oír (rejilla mediante) los pecados de los penitentes, el confesionario de Gran Hermano reemplaza al confesor por una cámara que registra las declaraciones del atribulado de turno (en la casa nunca se está solo). El recurso ha sido eficazmente empleado para divulgar intimidades propias y ajenas.