18 Enero 2007
Un lugar en todas partes
Detrás de la banda hay gente que trabaja para que todo salga bien. También hay personas que siguen al grupo por el país. Así, aparecen nuevas propuestas y desafíos para Karma. Ese es el mundo que mostramos hoy, con detalles que no se ven en los recitales. Así es la cocina del éxito.
LA GACETA / FOTOS DE FRANCO VERA
A las cinco de la tarde de un día de enero, mientras el cielo amenaza con volver a caerse, varias mesas de un bar de Crisóstomo Alvarez y Buenos Aires está ocupadas por los "fachas". Los atienden mozos a los que el grupo llama también así, "facha".
Nadie recuerda bien cómo empezó el uso del calificativo, pero la costumbre lleva varios años. Tantos como Tony Molteni recuerda en ese bar, en el que pasó gran parte de su vida porque vivió demasiado tiempo a menos de media cuadra.
Es una de las tantas postales del Mundo Karma, ese que integran 12 apóstoles (los músicos, el manager y los asistentes más cercanos), y miles de fans en todo el país.
Porque Karma Sudaca no funciona como una banda, sino como un colectivo de personas que comparten pasiones, anhelos, sueños y esperanzas, aunque también decepciones, golpes y caídas. Lo hacen juntos, como esperando que el milagro que vienen empujando surja.
Alrededor de la mesa del bar están Tony, Cacho Palomino (batero), Juan Luis Salvatierra (manager) y Chimpi Molina (stage). Las ausencias se notan, en especial las de Calavera Maidana (bajista, en horario de trabajo) y del Colo Vernieri (violero, disfrutando de unos días en Córdoba).
Personajes
Como suele ocurrir, el micrófono lo tiene el cantante, y es difícil que lo suelte. "Lo mejor de todo esto es que compartimos sueños y vamos creciendo juntos, aprendiendo a hacer las cosas sobre la marcha", explica Tony.
El Mundo Karma es así. Allegados, amigos, fans y seguidores que de tanto estar cerca fueron haciéndose cargo de las obligaciones que van apareciendo a medida que la banda crece y enfrenta desafíos nuevos y más grandes. Por ejemplo, cuando bandas porteñas amigas viajan al norte, llaman antes para saber si podrán contar con algunos de los técnicos que se formaron con Karma. Y en ese plano una de las estrellas es Chimpi, responsable de escenario y coordinador de recitales. O Francis, a cargo de la consola de sonido; o el Kanario, convertido en iluminador estrella del rock. Y lo mismo con Manzana y el Turco, los encargados de la seguridad que conocen muy bien la diferencia entre un patovica prepotente y un amigo que se encarga de que no pase nada malo.
Cuando Karma toca, el primero que arranca aplausos y gritos siempre es Charlyto, el alargado asistente de escenario que afina los instrumentos y los acomoda, indicando que ya está por empezar.
Uno de los "fachas" de turno acerca la segunda ronda de cafés y cortados, Tony firma autógrafos y todos saludan a los fans que los reconoce y les gritan algún elogio. O un pedido: "¡eh, cuándo van a tocar a Famaillá!"
A pesar del ascenso que vive la banda, son más las veces que toca gratis en festivales solidarios o actos de reivindicación de alguna causa justa. Esos días, el equipo no cobra, pero trabaja con la misma seriedad que cuando se trata de una fecha vendida. "Todo fue dándose de a poco. Como cuando Miguello aparecía en los ensayos y un día estábamos saliendo de gira y le preguntamos si quería ir. Subió a la combi y sigue al lado nuestro", aclara Tony.
En el plano de las identificaciones se suman Emilio y Peter, los choferes de la combi que suele contratar la banda para sus giras, que se pelean entre sí por llevarlos a recorrer el país.
Todo este movimiento, casi fraternal y organizado como una cooperativa de trabajo y amistad, empezó a gestarse hace más de 10 años, cuando se formó Karma Sudaca.
La mística
"Crecemos todos. Los que estuvieron alguna vez al lado, vuelven. Es así desde el comienzo, por eso todos tenemos la misma cabida", dice Cacho, ya recuperado de la fractura de muñeca que lo mantuvo tocando la batería con una sola mano por tres meses. Y Tony aclara: "en lo único que no se mete nadie es en la composición, eso es de nosotros cuatro". Es, seguramente, el único límite.
"Somos como una gran familia, estamos juntos mucho tiempo, nos vemos todos los días, y cuando tocamos seguimos con esa misma actitud", apunta Chimpi, el histórico, que habla en plural ("tocamos"), dejando muy claro que aunque no use ningún instrumento, es parte de la banda. Todos los habitantes del Mundo Karma hablan de la misma manera, sienten así su pertenencia al grupo.
Pero no todas son flores, porque cuando algo sale mal, los técnicos y asistentes lo asumen o lo dicen sin problemas. "Son los primeros que nos bajan a tierra cuando hacemos algo mal arriba del escenario, porque lo dicen sin problemas. Lo charlamos y después, en alguno de los asados que hacemos siempre, se vuelve a hablar de los errores... vamos aprendiendo juntos", insiste Tony. Si, como en una familia.
"Es difícil decir qué pienso de Karma, ya que básicamente es puro sentimiento. Para mí sería la suma de todos mis sentimientos. Me hace feliz, me hace llorar, me hace sentir enorme y pequeño. Es mi vida. El futuro de la banda es el que Karma quiera. Todo depende del esfuerzo, de la paciencia, de los sueños. Creo que tenemos Karma para rato, por las ganas de seguir creciendo, compartiendo juntos los logros y los fracasos. Karma es eso, seguir siempre hacia adelante y jamás darse por vencido. Por eso creo que el futuro de Karma es muy bueno, estoy seguro de que va llenar de orgullo a todo Tucumán".
"Karma, un grupo de personas, una familia donde los denominadores comunes son la música, los sueños, la amistad. No es sólo pasarla bien en las tablas, haciendo lo nuestro, sino ayudar a que la gente la pase mejor. Comenzó como un juego y se transformó en algo tan grande que es inevitable sentirse comprometido. Transitamos demasiado juntos, muchas cosas se dieron como mágicamente, casi sin planearlas, y salieron como queríamos. Creo que ya somos capaces de organizar más o menos el futuro de la banda. Somos muchos; nosotros, los músicos, cumplimos la función de cimiento de la estructura, y está en nosotros no dejarla caer. Tranquilos, hay Karma para rato".
Nadie recuerda bien cómo empezó el uso del calificativo, pero la costumbre lleva varios años. Tantos como Tony Molteni recuerda en ese bar, en el que pasó gran parte de su vida porque vivió demasiado tiempo a menos de media cuadra.
Es una de las tantas postales del Mundo Karma, ese que integran 12 apóstoles (los músicos, el manager y los asistentes más cercanos), y miles de fans en todo el país.
Porque Karma Sudaca no funciona como una banda, sino como un colectivo de personas que comparten pasiones, anhelos, sueños y esperanzas, aunque también decepciones, golpes y caídas. Lo hacen juntos, como esperando que el milagro que vienen empujando surja.
Alrededor de la mesa del bar están Tony, Cacho Palomino (batero), Juan Luis Salvatierra (manager) y Chimpi Molina (stage). Las ausencias se notan, en especial las de Calavera Maidana (bajista, en horario de trabajo) y del Colo Vernieri (violero, disfrutando de unos días en Córdoba).
Personajes
Como suele ocurrir, el micrófono lo tiene el cantante, y es difícil que lo suelte. "Lo mejor de todo esto es que compartimos sueños y vamos creciendo juntos, aprendiendo a hacer las cosas sobre la marcha", explica Tony.
El Mundo Karma es así. Allegados, amigos, fans y seguidores que de tanto estar cerca fueron haciéndose cargo de las obligaciones que van apareciendo a medida que la banda crece y enfrenta desafíos nuevos y más grandes. Por ejemplo, cuando bandas porteñas amigas viajan al norte, llaman antes para saber si podrán contar con algunos de los técnicos que se formaron con Karma. Y en ese plano una de las estrellas es Chimpi, responsable de escenario y coordinador de recitales. O Francis, a cargo de la consola de sonido; o el Kanario, convertido en iluminador estrella del rock. Y lo mismo con Manzana y el Turco, los encargados de la seguridad que conocen muy bien la diferencia entre un patovica prepotente y un amigo que se encarga de que no pase nada malo.
Cuando Karma toca, el primero que arranca aplausos y gritos siempre es Charlyto, el alargado asistente de escenario que afina los instrumentos y los acomoda, indicando que ya está por empezar.
Uno de los "fachas" de turno acerca la segunda ronda de cafés y cortados, Tony firma autógrafos y todos saludan a los fans que los reconoce y les gritan algún elogio. O un pedido: "¡eh, cuándo van a tocar a Famaillá!"
A pesar del ascenso que vive la banda, son más las veces que toca gratis en festivales solidarios o actos de reivindicación de alguna causa justa. Esos días, el equipo no cobra, pero trabaja con la misma seriedad que cuando se trata de una fecha vendida. "Todo fue dándose de a poco. Como cuando Miguello aparecía en los ensayos y un día estábamos saliendo de gira y le preguntamos si quería ir. Subió a la combi y sigue al lado nuestro", aclara Tony.
En el plano de las identificaciones se suman Emilio y Peter, los choferes de la combi que suele contratar la banda para sus giras, que se pelean entre sí por llevarlos a recorrer el país.
Todo este movimiento, casi fraternal y organizado como una cooperativa de trabajo y amistad, empezó a gestarse hace más de 10 años, cuando se formó Karma Sudaca.
La mística
"Crecemos todos. Los que estuvieron alguna vez al lado, vuelven. Es así desde el comienzo, por eso todos tenemos la misma cabida", dice Cacho, ya recuperado de la fractura de muñeca que lo mantuvo tocando la batería con una sola mano por tres meses. Y Tony aclara: "en lo único que no se mete nadie es en la composición, eso es de nosotros cuatro". Es, seguramente, el único límite.
"Somos como una gran familia, estamos juntos mucho tiempo, nos vemos todos los días, y cuando tocamos seguimos con esa misma actitud", apunta Chimpi, el histórico, que habla en plural ("tocamos"), dejando muy claro que aunque no use ningún instrumento, es parte de la banda. Todos los habitantes del Mundo Karma hablan de la misma manera, sienten así su pertenencia al grupo.
Pero no todas son flores, porque cuando algo sale mal, los técnicos y asistentes lo asumen o lo dicen sin problemas. "Son los primeros que nos bajan a tierra cuando hacemos algo mal arriba del escenario, porque lo dicen sin problemas. Lo charlamos y después, en alguno de los asados que hacemos siempre, se vuelve a hablar de los errores... vamos aprendiendo juntos", insiste Tony. Si, como en una familia.
Calavera Maidana - Sentimiento y orgullo
"Es difícil decir qué pienso de Karma, ya que básicamente es puro sentimiento. Para mí sería la suma de todos mis sentimientos. Me hace feliz, me hace llorar, me hace sentir enorme y pequeño. Es mi vida. El futuro de la banda es el que Karma quiera. Todo depende del esfuerzo, de la paciencia, de los sueños. Creo que tenemos Karma para rato, por las ganas de seguir creciendo, compartiendo juntos los logros y los fracasos. Karma es eso, seguir siempre hacia adelante y jamás darse por vencido. Por eso creo que el futuro de Karma es muy bueno, estoy seguro de que va llenar de orgullo a todo Tucumán".
Cacho Palomino - Magia y esperanza
"Karma, un grupo de personas, una familia donde los denominadores comunes son la música, los sueños, la amistad. No es sólo pasarla bien en las tablas, haciendo lo nuestro, sino ayudar a que la gente la pase mejor. Comenzó como un juego y se transformó en algo tan grande que es inevitable sentirse comprometido. Transitamos demasiado juntos, muchas cosas se dieron como mágicamente, casi sin planearlas, y salieron como queríamos. Creo que ya somos capaces de organizar más o menos el futuro de la banda. Somos muchos; nosotros, los músicos, cumplimos la función de cimiento de la estructura, y está en nosotros no dejarla caer. Tranquilos, hay Karma para rato".
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