UNA HISTORIA QUE SE SIGUE ESCRIBIENDO. El Campo Norte es motivo de noticias desde la década del 90, cuando pasó a la órbita de la Provincia. LA GACETA / FOTO DE OSVALDO RIPOLL
Es uno de los pulmones verdes más grandes que todavía conserva la ciudad. Durante décadas, el predio conocido como Campo Norte fue un espacio olvidado: inseguro, cubierto de malezas y convertido en basural. Con el paso del tiempo, acumuló promesas oficiales y hasta una ley que parecía encaminarlo a transformarse en un verdadero parque público. Sin embargo, los vecinos se cansaron de esperar que ese sueño se haga realidad.
Hoy el panorama cambió, aunque no del todo. Este terreno de 37 hectáreas, delimitado por las calles Bolivia, Viamonte, Ecuador y Castelli, se ha llenado de usos diversos: canchas de fútbol que funcionan a toda hora, una feria popular que convoca multitudes los viernes, festejos gremiales y hasta el depósito municipal de vehículos en desuso. Esa mezcla lo mantiene vivo, pero también genera tensiones entre los residentes de los barrios cercanos, que observan con atención cada decisión sobre el destino del lugar.
La última polémica surgió a partir de un proyecto que se debate en la Legislatura y que prevé ceder casi cinco hectáreas del predio para el club de rugby Lince. La cesión sería por 20 años, prorrogables por otros tantos. La idea era que se construyan en Campo Norte canchas de rugby y de hockey. Si bien en un principio contaba con el visto de bueno de varios parlamentarios, ahora se acordó pausar el tema.
Un poco de historia
El predio pertenecía originalmente al Ejército y en 1999 fue expropiado por la Ley 6.919, que lo destinaba a convertirse en un parque público. En 2006, se firmó un acuerdo que buscaba transferirlo al municipio para llevar adelante ese proyecto, pero la administración provincial nunca soltó el control. Desde entonces, distintas entidades -entre ellas reparticiones estatales como el municipio capitalino, federaciones deportivas y sindicatos- fueron ocupando partes de las 29 hectáreas que hoy quedan bajo esa jurisdicción.
Cualquiera que se acerque un sábado puede ver el movimiento: decenas de canchas repletas de jugadores, algunas con adjudicaciones formales, otras instaladas de manera irregular. Lo que falta, según coinciden los vecinos, es infraestructura para el uso común: caminerías, iluminación, seguridad, juegos o espacios para tomar mates sin riesgo.
Los residentes de la zona reclaman que antes de ceder terreno de ese inmenso parque esas decisiones sean sometidas a alguna instancia de participación ciudadana. Y que se lo haga pensando en mejorar algún sector de Campo Norte pensando en que pueda ser utilizado como un verdadero paseo, que tanto se necesita en la zona.
“Si uno quisiera hacer actividad física aquí, no puede: es inseguro y no hay nada preparado para la gente. No hay caminería, no tenemos una pista de salud, ni siquiera un banco para sentarnos. En fin, es un desperdicio. Los lugares que están bien mantenidos se encuentran cercados con tela y cerrados con un portón porque son explotados por gremios y otras organizaciones. Por otro lado, hay muchos sectores que están llenos de basura”, protestó Pedro Lizárraga, que vive a metros del parque, en Villa Santillán. “Ya tengo casi 80 años y me voy a ir de este mundo sin ver el parque que soñamos”, expresa, resignado.
Otros, como Sergio Andrada, comerciante de la zona, prefieren que el predio se destine al deporte antes que a depósitos de chatarra, como ocurre con los autos en desuso que guarda el municipio. Pero le gustaría, en todo caso, que le dieran a alguna institución que realmente necesite porque no tenga un espacio físico donde desarrollar sus actividades. “Prefiero a eso a que vengan reparticiones a acumular chatarra, como lo que ocurre con la Municipalidad. Desde hace un año, les dieron un espacio y lo están llenado de autos en desuso. Los que sufrimos las consecuencias somos los vecinos de aquí, que nos llenamos de ratas y de mosquitos”, resalta el comerciante, que tiene un negocio de artículos de limpieza. A la cabeza del ranking de las ventas está el veneno para ratas, cuenta.
“Más que canchas de rugby, a mí me gustaría que nos consulten qué queremos los vecinos. Aquí hacen falta pistas de salud y también le podrían ceder un espacio para construir un CAPS, porque es muy necesario”, expresó Silvia Genaro. La vecina reconoce que en los últimos años, gracias a que se donaron hectáreas para fundaciones y gremios, Campo Norte está más cuidado.
“Aunque todavía falta mucho si queremos llamarle parque a esto”, evalúa, desde el otro lado de la reja del comedor de su casa. Principalmente le gustaría que haya más seguridad, ya que en ciertos horarios no se puede ni caminar en la zona.
La puerta de la casa de Rodolfo Ibarra está abierta de par en par, igual que la ventana. Cada día, aprecia desde ahí todo lo que pasa cruzando la calle Viamonte, en Campo Norte. ¿Le gusta lo que ve?, le preguntamos. “Tengo 67 años y me he criado en esta zona. Antes había una sola calzada, y esto era un gran basural; reinaba la oscuridad por las noches. Estaba totalmente abandonado”, describe. Desea que un día todo eso se convirtiera en un parque enorme, con el césped cortado, con caminería, con arbolitos. “Adentrarse en Campo Norte es un riesgo. No hay seguridad, y la gente no tiene educación: tiran mucha basura en las calles internas”, reniega.
Las voces coinciden en algo: el lugar mejoró respecto de los años de abandono total, pero aún está lejos de parecerse a un parque. En muchos sectores, los matorrales superan el metro de altura y la basura se acumula sin control.
La feria y la inseguridad
La feria de los viernes, instalada sobre calle Viamonte desde 2016, también divide opiniones. Mientras algunos valoran la actividad económica que genera, otros se quejan de la suciedad que dejan los puesteros.
Ramón Olivera, que vive en el barrio Jardín y que a diario cruza Campo Norte por la calle Bolivia, confiesa que mientras camina tiene miedo de que la asalten. “A la mañana y a la noche esto es tierra de nadie. En verano los matorrales son altísimos. Y está lleno de basura en varios sectores”, apunta.
Para Olivera y para muchos otros vecinos, el sueño de un parque con césped cuidado, senderos, juegos y hasta un jardín botánico parece cada vez más lejano. “Si siguen repartiendo terrenos, al final no quedará espacio para que haya aunque sea unos juegos para niños, caminerías, un barcito y hasta un jardín botánico, como nos habíamos prometido alguna vez”, advierte Inés Almaraz.
Mientras sigue esperando por ese anhelo, desde su casa se encuentra justo a Campo Norte (en el barrio Echeverría) está siempre atenta a defender este espacio. Si ve algún carro que va a tirar escombros o basura, es la primera en salir a reclamar. También reniega cuando en los torneos de fútbol se juntan grupos a tomar alcohol y empiezan a gritar. “Aunque tengo todo el verde del mundo, no lo puedo disfrutar”, concluye con pesar.
El sueño del parque: pasaron tres décadas de promesas y anuncios inconclusos
La historia de Campo Norte arrastra más de tres décadas de promesas y anuncios inconclusos. En la década de los 90, una ordenanza declaró de interés municipal el predio. En marzo de 2006, sus 37 hectáreas fueron adquiridas por la Provincia al Ejército a un precio entonces de $5,5 millones y, en esa oportunidad, se anunció que serían transferidas a la Municipalidad de la capital con el objetivo de que se creara un parque público. Se dijo que 28 hectáreas se destinarían a espacios verdes y a prácticas deportivas; sin embargo, la cesión no se concretó y el parque continúa en la órbita provincial.
En 2011, la Legislatura entregó un terreno en Viamonte y Ecuador al PAMI para la construcción de un geriátrico. Años después, en 2015, dos sectores fueron cedidos a las federaciones provinciales de Hockey y de Vóley para el desarrollo de complejos deportivos.
La creación de un segundo gran pulmón verde para la ciudad quedó nuevamente relegada.
La Junta de Estudios Históricos de Tucumán intentó reflotar la idea con un Parque Botánico del Bicentenario, iniciativa presentada en 2014 y reiterada en 2016, aunque sin avances concretos. En 2019, la Escuela Normal recibió en comodato tres hectáreas para un campus deportivo con pista de atletismo y pileta. Y en 2024, tras un prolongado enfrentamiento con la Municipalidad, se donaron dos hectáreas para que el Siprosa construya la sede de la Junta de Evaluación de Discapacidad.
En los últimos días, el predio volvió a ser noticia: la Federación Tucumana de Vóley contó que impulsa un proyecto ambicioso para levantar una sede social y un polideportivo en la hectárea donada. El vicepresidente de la entidad, Alejandro Mopty, adelantó que el plan contempla varias canchas tradicionales y de playa, con instalaciones techadas y climatizadas. “En Tucumán se hace imprescindible contar con un estadio cerrado y con aire acondicionado, porque los veranos nos impiden entrenar y competir en condiciones adecuadas”, señaló.












