Leonardo Valoy
Sacerdote
Un verdadero peregrino sabe hacer pausas. No solo para reponer fuerzas, sino porque entiende que las pausas son necesarias para caminar.
En estos días que estamos viviendo, la marcha parece haberse detenido. Son días sin prisas, para que se asimile la ausencia, pero también para que se manifiesten el reconocimiento, el cariño y la gratitud que profesamos. Una gratitud que no solo aprecia el bien recibido, sino que lo acoge en profundidad hasta transfigurarlo en don compartido. La gratitud sincera escucha el llamado a convertirse en compromiso.
De lo contrario, podríamos caer en aquella incoherencia que Jesús denunciaba: “construyen sepulcros a los profetas y adornan los monumentos de los hombres santos” (Mateo 23,29) mientras se olvidan sus enseñanzas y no siguen sus ejemplos.
Y como peregrinos sabemos que hay que seguir caminando y por eso, más allá de nuestras humanas expectativas y conjeturas sobre el futuro del papado, debemos preguntarnos: ¿Qué creo que se me ha dado, como persona y como creyente, a través de la vida y el magisterio del Papa Francisco?
O, en plural: ¿Qué creemos que nos ha dejado a nosotros, como sociedad o como Iglesia, su vida y su enseñanza? ¿Cómo continuar por los caminos que han quedado abiertos? ¿Cómo apuntalar y sostener juntos lo que todavía está en proceso? ¿Cómo asimilar mejor y transmitir lo que se nos ha enseñado?
Todo cristiano sabe que esto no es una tarea exclusiva para el futuro pontífice, sino que realmente pertenece a toda la Iglesia. Humanamente, también sabemos que la fuerza para avanzar por ciertos senderos depende en gran medida del pastor carismático que los guía.
Sin embargo, Francisco ya nos había advertido que el pastor no siempre debe ir al frente marcando el rumbo, sino que a veces irá en medio o detrás del rebaño, confiando en aquel “instinto sagrado” de las ovejas, de ese Pueblo que camina en la historia guiado por la Palabra y el Espíritu.
Esta Palabra que, a lo largo de las generaciones, busca y encuentra siempre personas justas “y hace de ellas amigos de Dios y profetas” (Sabiduría 7,27).