
Insomnio, ansiedad, pánico, fobias, ludopatía, soledad y adicciones. Esos términos de salud mental se transformaron en comunes después de la pandemia. Para los especialistas en la materia, ya nada será igual. De la angustia que generó el confinamiento, pasando por la muerte de seres queridos, la pérdida de trabajo y las nuevas relaciones que desestabilizaron las estructuras familiares, se pasó a una crisis social y económica que no hizo más que profundizar el panorama.
“Creo que hay una mayor visibilidad de los problemas de la salud mental porque se fue desnaturalizando la idea de que si uno va al psiquiatra o al psicólogo está loco. Lo mismo sucedió con la idea de que hay que realizar un tratamiento larguísimo que no cura”, sostuvo Fabiana Lávaque, presidenta del Colegio de Psicólogos de Tucumán.
Días atrás, el Observatorio de Psicología Social Argentino (OPSA), dependiente de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, presentó su informe anual que arrojó datos relevantes. Seis de cada 10 argentinos padecen alguna alteración del sueño y uno de cada 10 presenta riesgo de padecer un trastorno mental, número que se mantiene estable desde la pandemia y que es más alto en los más jóvenes, donde se ubica el mayor riesgo suicida.
Según el informe, difundido por el diario “La Nación”, aumentó significativamente la cantidad de personas que están durmiendo menos de lo habitual, un problema que afecta a la salud física y mental: del 10% al comienzo de 2020, prepandemia; al 38% en la última medición, de noviembre de 2024. “Muchas veces tenemos pacientes que presentan cuadros de cefaleas, diarreas e hipertensión y que fueron tratados por especialistas que no pudieron encontrar un diagnóstico y después terminan entendiendo que la mente habla a través del cuerpo”, sostuvo el psiquiatra Walter Sigler, ex titular de Salud Mental del Sistema Provincial de Salud (Siprosa).
“Los trastornos de personalidad emocionalmente inestables están en aumento y también los trastornos de ansiedad que se presentan en diferentes formas. Las neblinas mentales y los déficits cognitivos pueden ser consecuencias de las secuelas orgánicas del covid, pero también por el estrés vivencial en el actual contexto”, comentó Sigler.
“En el campo público y privado hemos notado un aumento en el nivel de consultas, una mayor cantidad de personas que piden atención en salud mental -reconoció la titular del Colegio de Psicólogos-. Hay un aumento en la expresión de cuestiones que tienen que ver con la angustia y la incertidumbre. Los problemas para dormir son generalmente una forma de angustia. Se habla de un aumento de los trastornos de ansiedad, como lo denomina la psiquiatría, que son, en gran medida, manifestaciones de angustia relacionadas con condiciones de existencia que al salir de la pandemia fueron más difíciles”.
“A eso le debemos agregar que algunas coordenadas que teníamos se fueron desdibujando, con lo que se agravó el problema, sumado por supuesto a la crisis económica”, agregó Lávaque.
Medicación
De los 4.822 participantes de este estudio, el 49,1% reconoció que consume medicación por un problema clínico (por ejemplo, hipertensión), el 24,9%, para dormir, el 22,6% para disminuir la ansiedad, el 16,5% para mejorar su estado de ánimo, el 16,2% para relajarse y el 7,8% para manejar sus nervios. El 5,4 % toma remedios sin receta.
“En estos tiempos se notó un incremento de consumo de los medicamentos que normalmente recetan los especialistas en salud mental. Podría estar impulsado porque hay más personas que están haciendo tratamientos, pero también tendría que ver con las facilidades que surgieron con la pandemia para conseguirlos”, aseguró Verónica Pastoriza, titular del Colegio de Farmacéuticos de Tucumán.
“Sin invadir un área que no me corresponde, por la experiencia que nos da estar detrás de un mostrador, puedo asegurar que a simple vista se percibe que nuestros clientes están angustiados con todo lo que está sucediendo”, comentó.. “La crisis económica está afectando a todos, pero también se nota que las personas mayores están sufriendo de soledad, eso es lo que nos dicen permanentemente”, añadió.
Un problema
“El estado de salud mental requiere políticas de monitoreo, detección precoz e intervención. Se recomiendan políticas de promoción de la salud que alienten conductas saludables, desalienten conductas problemáticas, e incrementen el acceso de la población a tratamientos psicológicos”, recomiendan los especialistas que elaboraron este trabajo.
Pero antes hay que analizar otro problema. De los 3.566 participantes que reportan no encontrarse en tratamiento psicológico, el 55,3% considera necesitar uno y el 27,3% dice no necesitarlo. De quienes informan necesitar un tratamiento, se registran diferentes impedimentos. El 39,7% reporta no poder pagarlo y el resto señala que no pudo acceder a un horario, que las obras sociales o prepagas no lo cubren, no encontrar un servicio gratuito o la preferencia por un tratamiento presencial o no poder realizar un tratamiento a distancia.
“Hay enormes limitaciones en las coberturas por parte de las obras sociales. Los aranceles que pagan por nuestros servicios son bajísimos y se demoran. Hay una desproporción entre la cobertura y la enorme demanda de atención”, explicó Lávaque. “La crisis económica y las dificultades que tienen las obras sociales para cubrir los tratamientos de salud mental generaron un importante incremento en las consultas en el sistema público. Hoy tenemos más de 200 psicólogos trabajando en el sistema de atención primaria”, advirtió Mónica González, directora de Salud Mental del Siprosa.