
No se equivocan quienes dicen que las selfies forman parte de la cultura contemporánea, pero sí quienes la atribuyen al desarrollo intenso de la tecnología en la actualidad, únicamente. Los móviles, celulares, han facilitado su masividad, es verdad, un uso cotidiano; ¿quién no se saca una selfie al día para documentar que estuvo ahí en ese momento y con tal persona o en determinado evento?
Recorrer dos o tres cuadras por el microcentro de esta ciudad, un domingo en particular, da cuenta de decenas de jóvenes (chicas, en realidad) que se apropian de los espejos de la esquina Muñecas y San Martín; posan y mueven la cámara del celular con sus cuerpos y rostros, estiran sus brazos. La esquina de Muñecas y Mendoza ha sido un centro de atracción y la Mendoza y Maipú (con escenarios preparados especialmente para las fotos) así como la Casa de Gobierno. Por lo que se puede ver en las redes sociales, también el parque 9 de Julio, en la zona del lago San Miguel, especialmente, y por supuesto la Casa Histórica.
Otro punto de atracción son los espejos de la galería LA GACETA, ingresando por calle Mendoza y también las vidrieras de algunos negocios que se reflejan en las cámaras. Y si fuiste a la Escuela Normal, es número puesto la foto.
Los espejos aquí trabajan como los de los ascensores, favoritos a la hora de salir loockeado para algún encuentro.
El ver, ser visto, mostrarse, y generalmente dar una imagen de bienestar, pertenece al mundo del capitalismo de los últimos 20 años.
Pero no tiene esa imagen simpática y seductora, aunque sea de uno mismo.
A veces la “urgencia” de las selfies es trágica o provoca accidentes.
Documenta
Podría sostenerse que la selfie integra la fotografía documental. Aunque en la Bienal de Fotografía Documental, precisamente, que se hizo en esta ciudad el año pasado, tanto Diana Taylor como Juan Travnik fueron críticos, muy críticos con la selfie y la relacionaron directamente con el neoliberalismo, condenándola, además en su relación con Instagram.
Pero, ¿acaso no documenta que alguien estuvo en tal recital o en el acto de algún candidato o en una protesta universitaria?, se podría interrogar. Los autorretratos, que pueden considerarse y entenderse como el antecesor del actual selfie, han recibido atención por sentar las bases de este tipo de retrato digital.
“Las selfies son tan antiguas como que el hombre ya se pintaba en las cuevas de Altamira, con las mismas ideas de las selfies de hoy: ¡Aquí estamos, y este soy yo! Solo que ahora todos somos capaces de participar en ese ritual tan atávico”, respondió Pedro Meyer, un pionero de la fotografía contemporánea cuando participó de esa Bienal, pero en su edición de 2016.
En todo este debate, vale reiterar que no hacemos selfies no solo por vanidad, sino para documentar un momento. El selfie gobierna las redes sociales, es una obviedad, y al igual que los signos construyen nuestra imagen del mundo y estos toman sentido gracias a su difusión en la práctica social, ahora, gracias a los smartphones y la sociedad red “Las fotos pasan a actuar como mensajes que nos enviamos unos a otro, funcionan como palabras dichas, la postfotografía se reorienta hacia la necesidad de compartición e intercambio”, sostiene el estudioso y fotógrafo Joan Fontcuberta.
#MuseumSelfieDay
El miércoles pasado se celebró el #MuseumSelfieDay y miles de personas en todo el mundo compartieron fotos para mostrar sus propuestas artísticas y exposiciones favoritas. Este día se celebra cada tercer miércoles de enero con el objetivo de acercar el arte y la cultura a las nuevas generaciones a través de la tecnología y las redes sociales, creado en enero de 2014.
Obviamente, en esta provincia nada pasó. El MUNT, de vacaciones, y el Timoteo Navarro, cerrado desde meses antes de la pandemia. En Córdoba participaron ocho instituciones. Por ejemplo, en el Museo de la Ciudad en Cabildo pudieron tocar el piano de Leonor Marzano y caracterizarse como ella y en La Cripta, transformase en Jesuitas; en el Museo Genaro Pérez se lucieron usando una obra de Antonio Seguí, con el conocido sombrero del “Hombre urbano”. En CABA participó del evento una decena de espacios culturales.
En 2020, se abrió en Dubai “The Selfie Kingdom” o “El Reino de la Selfie” que tiene 15 salas con paisajes o ambientaciones para tomarse “una foto loca”.
Discusiones
Pero además, la cultura selfie plantea otras discusiones y hace que muchos museos comiencen a replantearse su política de prohibir las fotografías.
Varios comentaristas han destacado el arte se ha convertido en un telón de fondo para autorretratos. “Los museos ya no son espacios en los cuales experimentar el arte, sino más bien espacios en los cuales poner en escena la propia experiencia del arte”, escribe el crítico Rob Horning. En la misma línea se encuentra la crítica de Benoît Parayre, director de comunicaciones del Centre Pompidou de París: “He advertido que la gente dedica más tiempo a tomar fotografías que a mirar las obras de arte expuestas”, dice. “Ni siquiera se detienen ante las pinturas”, añadió. Pero hay otras opiniones: “Desde la perspectiva de un museo, es maravilloso que la gente pueda recordar sus experiencias”, dice Kenneth Weine, jefe de comunicaciones del Metropolitan Museum of Art de Nueva York.
En una cancha
Una selfie no es solamente retratar un mundo amigable, agradable como tanto se cree o estamos acostumbrados a leer.
El periodista Exequiel Svetliza cuenta lo que sucedió con el fotógrafo Fabián Font, en la cancha de Atlético Tucumán, en abril de 2006, cuando se encontraba trabajando en el diario El Tribuno. Esa noche los hinchas se enfrentaron duramente con la policía y las granadas y piedras se dispersaron para todos lados, en una de las tantas peleas que se dan en los estadios.
Una de ellas alcanzó al fotoperiodista Fabián Font. Un adoquín le había pegado en la parte de atrás de la cabeza y unos brazos desconocidos se lo llevaban del lugar.“Cuando me están llevando, veo que los vagos me sacan fotos y ahí se me prende la luz: yo soy la víctima. O sea, si yo soy fotógrafo y laburo para un diario y soy la víctima, entonces tengo que mandar una foto mía. Entonces, agarró la cámara que llevaba colgada al cuello, la doy vuelta y aprieto el disparador: click”, recordó Font. “No hay pruebas, ni dudas, la primera selfie es tucumana”, asegura el periodista Svetliza.
“Cuando la saqué, no he enfocado ni nada, he tirado al bulto. No existía el concepto de selfie en el 2006. No había teléfonos con cámara, eran esos como ladrillos. Me ha salido porque he pensado como reportero gráfico” dice Font. Esas fotos de la trifulca estuvieron en la portada de la edición del otro día del diario El Tribuno, entre ellas, la selfie de su rostro ensangrentado, aunque todavía nadie la conocía como tal.“En medio de la confusión de sus sentidos, con los gritos y los disparos de fondo y un paisaje que parecía girar y desvanecerse ante sus ojos, cuando se encontraba al borde del desmayo, Fabián tuvo la lucidez de disparar su cámara para retratarse a sí mismo, la víctima; el protagonista insospechado de los matutinos del siguiente día”, sostiene el "Pollo" Svetliza.
Andy Warhol
Los autorretratos de Andy Warhol han disfrutado de sus propios 15 minutos de fama y en tiempos de internet mucho más de 15 minutos, tratándose de él.
El New York Post difundió un artículo en agosto de 2015, titulado “Andy Warhol publicó su vida en Instagram antes de que existiera Instagram”. La editorial Taschen, un nombre reinante en la publicación de libros de arte, lanzó “Andy Warhol: Polaroids 1958-1987” en 2015. En este libro se cita al artista: “Lo mejor de una foto es que nunca cambia, incluso cuando la gente que aparece en ella lo hace”, decía Andy Warhol, el mayor exponente del pop art, que capturó insistentemente todo y a todos a su alrededor hasta su muerte. En ese texto lo que hoy decimos, “una selfie dice que estuviste en tal lugar y da cuenta de una verdad”, Warhol lo contaba así: “Una fotografía significa que sé dónde estoy en cada momento. Por eso las hago. Es un diario visual”.
El creador del pop art utilizó las Polaroids para documentar su vida y para capturar imágenes que luego usaría como base para sus obras. En 1963, Andy Warhol utilizó una foto tomada en un fotomatón de Nueva York, y que acabó siendo el sello distintivo de la marca Warhol , para autorretratarse en una obra que fue subastada en la sede de Sotheby’s en Londres. Será la primera vez que la pieza sea puesta a la venta, pues estuvo en una colección personal desde los años 80. Su precio estimado de salida superó los siete millones de libras, el equivalente a unos 8 millones de euros.
Esas cabinas fotográficas (fotomatón) son grandes niveladoras, porque seas quien seas, desde un estudiante hasta un exitoso hombre de negocios, todo el mundo tiene que sentarse en esas cabinas fotográficas en algún momento y tomar sus fotos, exactamente en el mismo formato, exactamente de la misma manera y pensando en esos famosos minutos de fama. Esta fue una idea que atrajo a Warhol, que era un gran democratizador.