Ghost in the shell - Cyberpunk Escarlata
La mutación de las adaptaciones de cómics a películas
Mangas Cyberpunk
La moda cyberpunk de los ochenta supuso esa oportunidad creativa que muchos
artistas buscaban en Japón. Los lugares comunes del género eran oportunidades
para retratar ciudades futuristas impactantes, experimentar con híbridos entre
humanos y máquinas, inteligencias artificiales y por supuesto, muchas secuencias
de acción como parecía exigir el cyberpunk gracias a Neuromante de William Gibson.
Así pululaban tópicos como los ciborgs que buscaban su humanidad (Alita), las
grandes ciudades futuristas dominadas por las megacorporaciones (Bubblegum Crisis), las fuerzas especiales como
protagonistas (Silent Möbius) y por supuesto, las inteligencias artificiales
que ponen en jaque al status quo (Ghost in the Shell)
Ghost in the Shell – El manga
Uno de los mangakas más interesantes de aquel tiempo fue Masamune Shirow, quien logró encontrar una voz muy personal incluso
siguiendo las fórmulas narrativas de moda. Le interesaba profundizar
filosóficamente en las inquietudes tecnológicas que habían planteado autores
como William Gibson o Neal Stephenson. A diferencia de ellos, Shirow le daba
mucho peso a la acción, las persecuciones y las peleas entre los agentes de la
sección 9 y todo tipo de máquinas. Sus historias entretenían mucho además de
ahondar en cómo aquella desnaturalización ligada a la tecnología afectaba el
alma humana. Así, exploró el tema con historias de supervivencia y acción,
Appleseed, el humor negro, Dominion Tank Police y el thriller de ciencia
ficción dura, Ghost in the Shell.
Lo interesante es que a pesar de que eran entornos urbanos muy opresivos y
duros, sus personajes se habían adaptado a ellos. Encontraban la forma de relajarse
e incluso divertirse. Gracias a esto, el humor era un elemento muy presente,
sobre todo en Dominion Tank Police.
Leí Ghost in the Shell cuando se publicó bajo el nombre Patrulla especial
Ghost. Me sorprendió mucho, porque pensaba que iba a darme con otra obra
cargada de humor y personajes excéntricos. Me di con un manga con un tratamiento
más serio por el tema central, las inteligencias artificiales y su interacción
con la sociedad. Al principio cada capítulo era un caso aislado de la sección 9
(Cyber atentados, inteligencias artificiales alteradas, etc) en los que
Batou y Togusa compartían protagonismo
con la Mayor Kusanagi. El problema radicaba en que al ser autoconclusivos,
Shirow los sobrecargaba con demasiados datos y a veces resultaban un poco
confusos y atolondrados narrativamente. Entre el segundo y los últimos
capítulos, desarrolló una saga, la del Titiritero (Puppet master), en la que
finalmente pudo explotar al máximo el mundo de Ghost In The Shell. Si algo
faltaba, era un némesis ambivalente que mostrara realmente el drama de las
inteligencias artificiales y su impacto.
Algo importante, es que en el manga los personajes se divierten. La misma
Kusanagi tiene mucha energía, reacciona de forma muy humana y hasta hace
bromas. De hecho, responde un poco al estereotipo de heroína de los mangas de
los ochenta.
Ghost in The Shell es un manga muy interesante, con mucha fuerza y una muestra
de lo que fue la ciencia ficción nipona en los ochenta. Tal vez les cueste
adaptarse a ese ritmo narrativo, pero les recomiendo que lo tengan en papel.
Dato: Dentro de poco va a ser publicada por una editorial nacional.
La estilización animada
En 1995, Mamoru Oshii dirigió la
película animada más representativa del género cyberpunk. Ya desde las primeras
secuencias en la que Motoko salta de espaldas hacia el vacío, nos sumerge en un
entorno urbano futurista y muy detallado claramente influenciado por Blade
Runner de Ridley Scott. El mundo de Ghost In The Shell pasa de la concepción
ochentosa de megalópolis futurista al cyberpunk puro. Las ciudades son
opresivas, violentas, sucias y están llenas de tecnología decadente. La energía
del manga muta a desesperanza y nostalgia, pero la esencia está presente. Aquí
no hay lugar para protagonistas que encuentran el tiempo para divertirse o
pasarla bien. Cada uno tiene sus propios demonios y sobrevive como puede. La
misma Motoko se vuelve melancólica y fría.
Es aquí, donde Oshii decidió cambiar el eje central a un solo caso, el del
Puppet Master, con el que ahonda sobre el drama de las inteligencias
artificiales y el alma (ghost). Por supuesto, las secuencias de acción que
definieron a Shirow están presentes y son gráficamente espectaculares, pero
solamente sirven para alivianar esa carga filosófica y ética que tratan en la
película.
Esta adaptación marcó una era y fue tan importante que hoy al hablar de Ghost
In The Shell, lo primero que viene a la mente es ésta película y no el manga. Es más, hay directores que la citan como una
de sus influencias, caso Wachowskis con Matrix.
El Salto a Hollywood
El impacto visual que generó la primera película animada demostró cuan
vanguardistas eran los japoneses en cuanto a animación. Su secuela, Innocence
la superó visualmente y mostró otros entornos al alejarnos de lo urbano. Era
lógico, si volvían a la ciudad se iban a repetir e iban a perder el impacto
visual. El director Rupert Sanders se arriesgó a llevar las ciudades de la primera
película a la gran pantalla. Capturó su esencia, los entornos claustrofóbicos y
su grandeza. Las invadió con muchas gigantografías holográficas de
publicidades, cosa que fue un acierto. El problema es que esta carga visual,
que es uno de los elementos más importantes, es algo que ya vimos en otras
películas como Blade Runner o El Quinto Elemento. Lo bueno es que toma elementos de Stand Alone
complex, el personaje Hideo; y de Innocence, las geishas que se convierten en
una suerte de monstruos y ciertos elementos visuales que aparecen sobre todo en
los laboratorios. Esto enriquece un poco más, pero no es suficiente para
impactar.
Cada vez que Motoko Kusanagi pasa de un medio al otro, su personalidad e
historia cambian. No es la misma en el manga, en la serie Stand Alone complex o
en las películas animadas. Siguiendo esa tradición, el director Rupert Sanders
la volvió más reflexiva para así explorar de manera más simple ese conflicto
del ser al que nos tienen acostumbrados en Ghost In The Shell. Es aquí donde Scarlett Johansson deja bastante que
desear. Es brillante en las secuencias de acción, pero en estos momentos
dramáticos en los que se define a Motoko, no transmite nada. Una buena actriz
podría haber profundizado mucho en la soledad, o en esa búsqueda de identidad
que explota el film, sin embargo, aquí quedan desaprovechadas. Claro, hay otros
cambios argumentales en torno al personaje que no van a gustar, sobre todo en
cuanto a las revelaciones finales, pero cabe destacar que es otra versión de
Motoko, adaptada a ese mercado.
Al estar centrada en esa versión de la la Mayor Kusanagi, la trama es una
versión simplificada de la película animada. Peca de explicar mucho y dejar de
lado esos silencios que hicieron famosa a la obra de Oshii. Hay un acierto, que
fue cambiar esa trama de conspiración política confusa por la lucha contra la
corrupción de las grandes empresas, que aunque suene como algo trillado,
funciona bastante bien y de hecho, en el mundo que crea Sanders sirve para
explotar tópicos. Lamentablemente, hay
hilos argumentales que al cruzarse con este cambio, terminan cerrando de manera
ridícula y Hollywoodense, cosa que le quita puntos a la película.
Lo verdaderamente interesante son los secundarios. Es una lástima que Togusa no
esté en esta adaptación. Sin embargo, Pilou Asbæk como Batou se luce tanto que
llega a suplir esa ausencia y a diferencia de Johansson, crea un personaje que
genera empatía con la esencia de ese personaje que se mantiene estable en todas
las adaptaciones. Sanders lo hace un poco más interesante y al fin nos da un
origen de la modificación de sus ojos.
El otro secundario que salió muy bien parado es Daisuke Aramaki. El jefe
de la sección 9 pasó de ser víctima de bromas a un personaje serio en la
adaptación de Oshii. Takeshi Kitano, fiel a su estilo, lo interpretó como un
hombre estoico, calculador y capaz de pasar a la acción cuando sea necesario. Claro,
es Beat Takeshi, tiene que imprimirle su actitud de tipo rudo cuando sale
airoso de situaciones violentas y se roba las escenas. Además, es el único
personaje que habla en japonés.
Es una película cuyas imperfecciones la vuelven regular, pero hay que aceptar
que logra captar la esencia y la identidad visual que convirtieron a Ghost In
The Shell en un hito del anime. A pesar de sus imperfecciones, no termina
siendo una adaptación fallida. Es digna y se convierte en un puente, y en ese
punto de inflexión que demuestra que en Hollywood sí se puede captar la esencia
de un anime y trasladarla a una gran producción. Como les comenté al principio
del artículo, es necesaria y marca un camino a pesar de que hoy hayan
muchísimos fanáticos del anime expresando su ira y mofándose de esta película.