Un explosivo concierto
"Ahora sus corazones ya sanaron, y los nuestros también". La voz del gigante James Hetfield desde lo alto del enorme escenario montado en River resonó entre los 65.000 fanáticos que lo escuchaban. Habían pasado siete años y Metallica les debía a los argentinos un show como el que brindaron la noche del jueves, luego de la cancelación por "cansancio físico y mental" de las presentaciones de 2003. "¡Hola Buenos Aires! ¿Cómo están? Esta noche es especial, porque si ustedes están felices, nosotros estamos felices", dijo el monstruo.
Pasadas las 21 la banda de heavy metal más poderosa de la tierra salió al ruedo. Las luces del estadio se apagaron y en las pantallas aparecieron imágenes de la película "Lo bueno, lo malo y lo feo", con los acordes de "The ecstasy of gold', de Ennio Morricone, para dar paso a "Creeping death", del álbum "Ride the Lightning", seguido de "For whom the bell tolls" y "Wherever I may roam", del impresionante "Black album" de 1991.
"Los cuatro jinetes del apocalipsis" llegaron a la Argentina con ganas de ahuyentar las críticas y de recomponer relaciones con sus fans. A lo largo de dos horas y media Hetfield demostró por qué, con el paso de los años, se ha convertido en uno de los frontmen más importantes del mundo. Desde sus dos metros, y vestido íntegramente de negro, el californiano de 47 años hizo estallar las gargantas de los fanáticos. Luego de recuperar el aliento con la balada "Fade to black", aparecieron en escena los temas de "Death magnetic", el último disco de la banda y que le da nombre al tour mundial, como "That was just your life", "The end of the line", "Cyanide" y "All  nightmare long". Luego llegó el turno de "Sad but true", que repercutió con un pogo inmenso, coreado por todo el estadio.

Escenografía
A Metallica le bastaron cuatro enormes torres de sonido y una gran pantalla de video ubicada detrás de ellos, más otras cuatro en el campo como escenografía. Luego de analizar las dimensiones del campo habían decidido no montar el escenario redondo que presentaron por ejemplo en Perú y que le permite al otro líder de la banda, el danés Lars Ulrich, girar con su batería cada media hora. No hizo falta. Ulrich marcó el ritmo de la noche con sus mazazos sobre los parches y determinó cuándo debía latir cada corazón.
El tema de la cancelación del show de 2003 volvió al escenario cuando Hetfield pidió perdón. Con algunas palabras en correcto castellano (enseñado por Roberto Agustín Miguel Santiago Samuel Trujillo Veracruz, también conocido como Robert Trujillo, otro californiano, pero de Santa Mónica, el bajista que se arrastró como un mono durante todo el show haciendo detonar las cuatro cuerdas), el cantante dijo sentirse apenado por lo que había pasado. "Sabemos que estaban tristes, por eso ahora queremos que se sientan bien", le dijo a la multitud. Luego pasaron "One", "Blackened" y "Master of puppets", tras lo cual llegó la clásica "Nothing else matters" y el inmortal "Enter sandman". Si los argentinos querían una demostración de virtuosismo, allí se plantó Kirk Hammett, un animal de la guitarra, que se enfrentó con Hetfield en numerosos duetos que hicieron explotar la cancha.
Hombres, mujeres y niños enfundados en las infaltables remeras negras, de todas las bandas posibles, saltaron hasta en las plateas durante un recital que será inolvidable. En medio de la detonadora voz de Hetflield, fuegos artificiales iluminaron el escenario. Cuando los cuatro decidieron retirarse, nadie se movió. El "¡Olé, olé, olé, Metallica!" sonó dentro de la cancha con furia arrasadora durante algunos minutos, hasta que los músicos volvieron. "Ok", dijo el cantante, "esto es para ustedes"; y arrancó con una tremenda versión de "Last caress", de "The Misfits". "Last caress", fue la nota de color de la velada heavy. Pero le siguieron"Whiplash" y "Seek and destroy", del primer disco. Metallica puede estar tranquilo. La deuda quedó saldada.
Previamente habían tocado Horcas, León Gieco y D-Mentes, con el respeto generalizado de la multitud.

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