Una “Diosa” que propone compartir experiencias

Una “Diosa” que propone compartir experiencias

Ámbar Vega llega a La Sodería para concretar un encuentro que permita pensar en conjunto la comunidad trans. Su experiencia

UN “ENVASE” DISTINTO. Ámbar Vega recuerda los condicionamientos sociales y de su propia familia. UN “ENVASE” DISTINTO. Ámbar Vega recuerda los condicionamientos sociales y de su propia familia.

Ámbar Vega se transforma en “Diosa” para relatar su vida y despatologizar su identidad trans. Invita a conocer su casa y a construir con el público acuerdos para compartir el mundo en el que se vive, para que todos sientan que tienen un lugar y con el que se puede contribuir.

La poeta y actriz estará esta noche, desde las 21, en La Sodería (Juan Posse 1.141), con un espectáculo que se ofrece como un espacio para participar activamente, conocer las distintas voces de la comunidad trans y sus historias. “Nos interesa que el público sea parte de la obra y que atraviese con el cuerpo algunas experiencias y sentimientos”, adelanta a LA GACETA.

- ¿Cómo ha evolucionado la sociedad en sus abordajes de las identidades trans?

- Hay una evolución en cuanto a que si alguien quiere ser políticamente correcto, progre, puede llamar a las personas trans con el pronombre con el que se identifican, y después en otros ámbitos seguir discriminándolos igual. Hoy en día la sociedad nos sigue discriminando, no todxs pero pasa. También hay una evolución en la sanción de la Ley del cupo Laboral Trans. Te da tranquilidad: un trabajo estable en el Estado es una de las cosas más importantes para nosotres, ya que con ese sueldo podemos vivir. Hay empresas que dicen que aplican el cupo pero no lo hacen, no te dan estabilidad. Si la persona no tiene bienes, ni familia, pierde el trabajo y queda simple y llanamente en la calle. Hay unas 500 personas trans empleadas en el Estado cuando deberían ser 3.400. También hay una evolución en cuanto a que podemos tener un DNI con nuestro nombre autopercibido, que se logró a partir de la lucha, y también en que estén Flor de la V y Lizy Tagliani en distintos medios de comunicación, que antes era impensado. Nos visibilizan como parte de colectivo y nos muestran como personas comunes. Falta mucho aún igual, pero hay que destacar que estamos mejor que en los 90, teniendo en cuenta que la OMS despatologizó la identidad trans recién en 2018.

- ¿Quién habla desde el escenario: Ámbar o un personaje?

- Habla Ámbar. Desde lo performático hay algo lúdico con caracterizaciones elegidas propias, hay diferentes energías elegidas para transmitir diferentes sensaciones, pero es una sola unidad.

- ¿En qué consisten los nuevos acuerdos que postulan alcanzar?

- En entendernos y reconocernos en el otro, en entender que hay distintas maneras de vivir la identidad propia, en darle valor a las luchas de los demás y en borrar las líneas, los límites que nos separan y nos hacen creer que aquello que vemos no tiene nada que ver con nosotros.

- ¿La comunidad trans conforma una unidad o hay diferencias entre territorios y experiencias?

- Conforma una unidad. Obvio que los partidarismos, las distintas experiencias de vida o los distintos niveles socioecnónomicos pueden generar algunas diferencias, tal como pasa con las personas hétero-cis.

- ¿Es posible separar lo vivencial personal de lo colectivo político e histórico del momento?

- Somos parte de un todo, no somos seres individuales aislades en propias cápsulas herméticamente con la capacidad de autoabastercernos en todos los sentidos para que el contexto no nos impacte; necesitamos de otras personas. Hoy la prostitución sigue siendo el único trabajo posible para muchas personas de nuestra comunidad, eyectadas de sus casas. Se repite algo que ya debería de haber dejado de existir.

- ¿Cómo fue tu propia experiencia individual de comprometerte con tu identidad?

- Básicamente fue al perder todo tipo de contacto con mi familia, mi casa, y todos los privilegios que puede tener un hombre cis. No era el macho cabrío que espera la sociedad; en mi “envase” se podía ver a un hombre afeminado. Desde los cinco años me sentía una nena, no un nene. Se podía notar que era gay en la performance de género que estaba obligada a hacer. Por ejemplo, mi familia me obligaba a ocultar que me gustaban los hombres y que estudiaba Diseño de Indumentaria, ya que era una carrera más gay que hétero; me hacía decir que, en cambio, estudiaba Diseño Gráfico. La gente me respetaba mucho más porque veían una imagen masculina. Seguía formando parte de una hegemonía, sólo había una orientación sexual diferente.

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