La doble personalidad de la política tucumana

La doble personalidad de la política tucumana

“No puedo decir que no estoy en desacuerdo contigo”. Groucho Marx (1890-1977), actor cómico.

La política tucumana atraviesa por estas horas una inquietante instancia de doble personalidad. Una situación, ciertamente, documentada. Resultó que en dos plataformas oficiales del Poder Judicial figuraron, hasta esta mismísima semana, dos versiones distintas de una misma sentencia de profundas implicancias políticas: la 1.028, del 28 de diciembre de 2018. Es el fallo que allanó el camino para que el Gobierno pudiera anticipar los comicios de 2019 y celebrarlos en junio. El documento que figura en el expediente digital (el SAE) declara que el artículo 43, inciso 6, es inconstitucional y lo fulmina de nulidad absoluta. El documento que estaba en el registro de la Corte Suprema, en cambio, sólo lo invalidaba “para este caso”. Es decir, para la votación de hace cuatro años. Luego de que esa contradictoria duplicidad fuera expuesta por LA GACETA, se informó que la “verdadera” sentencia es esta última. La que figuraba en la Dirección de Jurisprudencia habría sido un “borrador”.

Algo, sin embargo, queda en el tintero de la aclaración. Los borradores de los fallos suelen trazar un esqueleto argumentativo que desemboca en una conclusión, y que luego se completa con citas jurisprudenciales. Pero en este caso, la trama de fundamentos se mantiene: lo que cambia es la resolución. Puesto a sentenciar, el tribunal resolvió que correspondía, sólo por esa vez, hacer una excepción del plazo constitucional. Pero después resolvieron que ese mismo plazo ya nunca más debería tener vigencia en el derecho público provincial. Es decir, la Sala I de la Cámara en lo Contencioso Administrativo no puede decir que no estuvo en desacuerdo consigo misma.

Eso sí: por lo menos quedó establecido que de las dos versiones, una es verdadera. En el radicalismo tucumano, ni eso puede predicarse respecto de un simple comunicado de prensa…

Dicen que no dijeron

El lunes deliberó la Junta de Gobierno de la UCR provincial, después de 15 días. La vez anterior, el lunes 11, el órgano ejecutivo del centenario partido había acordado que el radicalismo se presentaría como “tercero interesado” en el amparo que tramita el PJ para que el año que viene también le permitan adelantar los comicios. Y por esas cosas de las coyunturas, nadie comentó, siquiera, que al día siguiente se reunirían, en audiencia oficial, el presidente del partido y los tres intendentes radicales con el gobernador Osvaldo Jaldo, para ponerse ellos, y a la agrupación, “a disposición” del Gobierno. Ese fue el tema que exigió aclarar, nota mediante, el legislador José Ricardo Ascárate. En el debate, la explicación fue que los jefes municipales y el diputado nacional Roberto Sánchez habían ido a plantearle al titular del Ejecutivo que la distribución de recursos es desigual, porque los intendentes peronistas reciben más recursos que los de la oposición. Pero a los medios se envió una nota en la que se sostiene que la junta se pronunció cuestionando al intendente Germán Alfaro y reprochándole su “doble discurso” porque la Municipalidad de la Capital acababa de recibir un aporte de $ 35 millones de la Casa de Gobierno. Ahora son legión los miembros de la Junta de Gobierno que niegan públicamente que esa haya sido la posición del partido.

Para metaforizar la Teoría de la Relatividad, Albert Einstein decía que un hombre con un reloj sabe qué hora es, pero con dos relojes no está seguro. En la UCR de Tucumán, un miembro de la Junta de Gobierno sabe de qué reunión participó, pero al otro día no está seguro de que es lo que sus correligionarios comunican a la prensa.

Eso sí: de la presentación judicial para oponerse al adelanto de los comicios, ni noticias. Es más, el legislador Raúl Albarracín, delegado al Comité Nacional, acaba de pedirle al presidente de la UCR nacional, Gerardo Morales, que arbitre los medios para que la intentona del PJ “no le sea indiferente” al radicalismo tucumano. Y para que a la UCR se la ponga al servicio de la Constitución, y no del Gobierno peronista. El ex edil José Luis Avignone, como agravante, sostiene que el lunes se repartieron entre los miembros de la junta provincial copias de la presentación elaborada por el apoderado, Guillermo Gordillo Aráoz, para que fueran analizadas y firmadas. Acaso la demora en refrendar el documento se deba a que las autoridades no pueden decir que no están en desacuerdo con ellas mismas.

Unidos, pero rompiendo

No sólo pasa dentro de la casona de Catamarca 851. Afuera, hay intendentes que se preocupan por aclarar que los jefes municipales están comprometidos en mantener la unidad de Juntos por el Cambio. En simultáneo, otro jefe municipal de vacaciones de invierno en una provincia cuyana departió un encuentro con el ex presidente de la UCR nacional y actual titular del interbloque de senadores de esa coalición, Alfredo Cornejo. Allegados del intendente viajero narran que en un momento de la charla, el tucumano le dijo al mendocino que no descartan romper Juntos por el Cambio y que la UCR lleve su propia propuesta a las urnas. Son realmente intransigentes: nada hará que dejen de estar en desacuerdo con ellos mismos.

La respuesta del ex gobernador cuyano, por cierto, no habría sido de comprensión y aval. Por el contrario, la reacción habría resultado destemplada. En 2023 hay elecciones nacionales y en las cuentas de la coalición federal hacen números con el resultado de los comicios del año pasado: en noviembre, Juntos por el Cambio perdió apenas por dos puntos contra el Frente de Todos en Tucumán. La unidad, entonces, es un anhelo de los dirigentes nacional, teniendo en cuenta que este distrito puede inaugurar la temporada electoral del año que viene.

El jaldismo, mientras tanto, celebra. Más aún, se inspira en los radicales tucumanos.

Doble discurso y doble chat

A partir del pronunciamiento de la Junta de Gobierno radical (que afirma lo que un padrón entero de autoridades dice que nunca se dijo), la ministra de Gobierno de la provincia, Carolina Vargas Aignasse, también acusó de “doble discurso” al alfarismo.

En esa esgrima verbal hay que darle la derecha a la Casa de Gobierno: tuvo los reflejos que le faltaron a la Intendencia de la Capital, que a la hora de tramitar ese recurso financiero no esclareció cuál era el motivo del trámite. Que no es otro que la doble personalidad que por estas horas sigue perturbando al oficialismo provincial.

Para los preparativos para la celebración del 9 de Julio se abrieron canales institucionales de diálogo entre la Municipalidad y la Provincia. El alfarismo se había asegurado la visita del Horacio Rodríguez Larreta sin “levantar la perdiz” y quería coordinar los actos.

A los 15 días, la Casa de Gobierno informó que no se habría festejos y la Intendencia contrató escenarios y espectáculos. Pasó el fin de semana en que renunció Martín Guzmán como ministro de Economía de la Nación y el lunes, con Juan Manzur firme en la Jefatura de Gabinete, se resolvió que sí habría celebración. Es decir, el manzurismo determinó que el 9 de Julio no se le cede ni siquiera al jaldismo.

Ante el cambio de planes, la Municipalidad reclamó un resarcimiento por lo gastado en la organización de los actos que debería cancelar. Todavía se conservan en un par de teléfonos celulares alfaristas los WhatsApp en los que la ministra da cuenta que el Gobierno se hará cargo de compensar esas erogaciones; y en los que consulta de qué manera quiere la Intendencia que sean cancelados los saldos. La respuesta: “todo documentado”.

Se queda, pero vuelve

Jaldo es vicegobernador, pero gobernador. Manzur es gobernador, pero jefe de Gabinete. Entre ellos dos hay un armisticio: un alto al fuego precario y momentáneo, sin tratado de paz. Y debajo de ellos, la balacera es incesante. En ese microcosmos de múltiples personalidades, algo, sin embargo, ha sido esclarecido en el contexto del tembladeral nacional, de gabinetes que se cambian por carta y de ministras que sólo duran semanas. Hoy (todo en el improvisado cuarto gobierno kirchnerista tiene apenas 24 horas de previsibilidad) es evidente que Manzur va a volver a Tucumán cuando él quiera.

El Gabinete nacional tenderá a una simplificación extrema. De la economía se ocupará Sergio Massa (aunque es un “gobierno de los científicos” esta vez decidieron no apostar por un técnico con experiencia para pilotar la crisis económica y financiera) y de la política se ocupará Manzur, a pesar de que los medios nacionales hicieron patente durante las últimas horas que la vicepresidenta, Cristina Kirchner, porfiaba por el chaqueño Jorge Capitanich para el cargo que hoy ejerce el tucumano. Sin mucho margen de maniobra, el Presidente, Alberto Fernández, resistió esa embestida. Manzur confirma, en los hechos, su ascendencia sobre los gobernadores del peronismo. Y su condición de sostén político del Presidente.

Manzur no vuelve por ahora, claro está, y eso es un alivio para el frágil statu quo del oficialismo provincial. Pero la crisis también hace presumir que en algún momento va a volver. Y va a hacerlo en calidad de “gran elector” del oficialismo. Ese lugar, ciertamente, se lo otorgan propios y extraños dentro del PJ de Tucumán. En otras palabras, semanalmente se ensayan toda clase de alquimias. “Jaldo – Manzur”, “Yedlin – Manzur”, “Noguera – Manzur”, “Chahla – Manzur” y siguen los éxitos. Pero cualquiera sea la propuesta, siempre figura Manzur.

Entonces queda por esclarecer si el jefe de Gabinete intentará una candidatura a vicegobernador (cuestión que irremediablemente se judicializará teniendo en cuenta que la Constitución de 2006 prevé que el vice puede ser candidato a gobernador apenas termine su mandato, pero no establece que el gobernador pueda ensayar igual enroque). Pero lo que es evidente es que él escogerá un candidato a gobernador y lo “bendecirá” políticamente. Y lo que está más que confirmado es que también será Manzur el arquitecto de las listas de legisladores oficiales y el que autorizará acoples, o no. El jefe de Gabinete tiene, como lectura diaria obligatoria, la cotización del dólar, el índice de inflación, el riesgo país y lista de dirigentes que él anota en su teléfono celular, en un archivo identificado como “desleales”.

En estas horas aciagas del oficialismo nacional, el único plazo impuesto por la crisis es el corto plazo. No habrá definiciones hasta que el piso del Gobierno deje de temblar. Pero es fútil ignorar que hay una cuenta regresiva en marcha: la del momento en que el PJ de Tucumán no pueda decir que no está en contradicción consigo mismo.

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