El éxito de los novatos
El éxito de los novatos

La Selección argentina, sabemos, encontró la solución del modo acaso más impensado. El presidente de la AFA, Claudio “Chiqui” Tapia (acierto suyo) vio en Lionel Scaloni lo que pocos o casi nadie habían visto. La decisión fue cuestionada por derecha y por izquierda. Pero hoy cotiza más que cualquier DT argentino de renombre en Europa. O del medio local. También Real Madrid recuperó gloria con un DT impensado. No porque Carlo Ancelotti carezca de laureles. Sino porque venía de una temporada anterior con cero título. Y porque en la última Champions terminó eliminando a los dos entrenadores más cotizados del mundo, “Pep” Guardiola y Jürgen Klopp, para quedarse finalmente él con la Champions. La suerte jugó lo suyo, es cierto, pero sus métodos también.  

Argentina fue campeona mundial con César Menotti y con Carlos Bilardo, de estilos por momentos diametralmente opuestos. Y los dos clubes más grandes de nuestro fútbol apostaron en sus últimas decisiones a hombres de la casa. Primero fue River con Marcelo Gallardo, que ya había acumulado experiencia como campeón uruguayo con Nacional. Pero que fue elegido esencialmente por su pasado como gloria del club. Fue la mejor decisión de su historia moderna. Una trayectoria impecable, títulos y más títulos, una línea de juego superior a nuestra media y, posiblemente, un ciclo que atraviesa ahora una inesperada minicrisis y que llegará a su final en diciembre próximo. Días atrás sonó su nombre en PSG, que despedirá (sin anuncio oficial todavía) al argentino Mauricio Pochettino (¿será Zinedine Zidane el próximo DT de “Leo” Messi? ¿Alguien habría pensado acaso que Zidane ganaría todo en su primera experiencia como DT de Real Madrid?).

Si Gallardo tenía algo más de experiencia, la apuesta de Boca por Sebastián Battaglia fue todavía más audaz. Tanto que hace apenas dos meses el joven DT pareció al borde del despido. Battaglia está acumulando títulos y nadie puede descartar si acaso no está iniciando su propia era en Boca. Todo esto para decir que cada experiencia es un libro aparte. Que el fútbol ha coronado campeones a técnicos novatos o experimentados, con un estilo u otro. Que no hay nada asegurado. Y para decir entonces que Carlos Tevez tiene muchas cartas a favor ahora que decidió iniciar su propio camino. Tiene carisma y liderazgo. Sabe trasmitir. Contagia. Y tiene apoyos externos que ayudan. Todo indica que el propio Tapia habló con Central para sugerir a Tevez. Y que fue clave el acompañamiento de Christian Bragarnik, el empresario, agente, representante, dirigente, dueño de club y, ante todo, poseedor de una amplia cartera de entrenadores y jugadores.

Central habría confirmado seguramente a “Vitamina” Sánchez (ya tenía todo acordado) si no aparecía el binomio Tevez-Bragarnik y, con ellos, la seguridad del dinero necesario para reforzar a un equipo en crisis. Central tiene también una dirigencia en crisis, que parece estar jugando una carta desesperada para no perder las elecciones de octubre próximo. Por eso hay sectores disconformes. Porque saben que nada es gratis. Les preocupa no tanto los refuerzos de su propia escudería que podría traer Bragarnik, sino principalmente qué juveniles del club quedarían a cambio en su poder. En clave más política, otros recelan porque ven en la operación cierta sobra de Daniel Angelici y hasta de Mauricio Macri, tal la cercanía de ambos con Tevez.    

Hay hinchas que en cambio saludan felices la novedad. Si los clubes europeos rezan por un magnate árabe, los nuestros tienen como Papá Noel a un Bragarnik. Todos, eso sí, precisan que la pelota entre al arco. Precisan victorias. No se sabe nada sobre cómo jugaría el Tevez-DT porque Tevez nunca fue DT. Es un detalle que importa a pocos. Lo acompañará el “Chapa” Retegui, que ya trabajó analizando rivales años atrás con Miguel Angel Brindisi en Independiente, pero cuya trayectoria (como sucedió con Ariel Holan) está ligada a la mejor historia de nuestro hockey sobre césped. Es decir, estamos hablando de una dupla absolutamente novedosa. Que quiere escribir su propia página. Porque en el libro del fútbol, ya lo hemos visto, caben todavía muchas páginas más.

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