Lograr “los tuyos, los míos y los nuestros”, y no morir en el intento

Lograr “los tuyos, los míos y los nuestros”, y no morir en el intento

Las familias ensambladas son una realidad cada día más cotidiana, pero no sencilla de construir.

ESCENAS POSIBLES. La vida no es una película, pero muchas situaciones pueden parecerse a estas de ficción. ESCENAS POSIBLES. La vida no es una película, pero muchas situaciones pueden parecerse a estas de ficción.

No existe una escuela

que enseñe a vivir

(“Desarma y arma”,

Charly García)

A vivir se aprende viviendo. Lo hemos hecho como especie desde hace cientos de miles de años. Pero también vamos aprendiendo (algunas veces con más esfuerzo que otras) que los saberes que ese aprendizaje construye no son inamovibles; porque la realidad (que también vamos construyendo) no lo es. Y la aceptación de que la palabra “familia” es una de las que ha ampliado su definición sigue costando esfuerzo.

“Pero es una realidad: hay modos diferentes de acceder a la maternidad y a la paternidad, y eso configura diferentes modos familiares”, destaca a LA GACETA Laura D’Agostino, miembro de la Escuela Freudiana de Buenos Aires y docente de la UBA.

“Por un lado, históricamente muchas mujeres debieron criar solas a niños y niñas, por viudez o por abandono”, añade y destaca además que, a lo lago del tiempo, muchas cuestiones culturales han cambiado: los divorcios son frecuentes y generan cada vez menos escándalo; hay familias monoparentales por opción; y otras, con padres o madres del mismo sexo...

En esos puntos suspensivos aparecen las ensambladas, que no son “recién nacidas”. Basta recordar que, ya en 1968, la película “Los tuyos, los míos y los nuestros” narró (con los parámetros aceptables para la época) los avatares que implicaba el desafío de ensamblar con éxito dos familias. Desafío porque, si en toda relación es crucial lograr acuerdos que compatibilicen valores, historias y modelos diferentes, cuando se trata de articular dos familias se torna mucho más complejo.

Regulaciones

“Las familias tradicionales cuentan con una serie de regulaciones socialmente construidas que predeterminan roles, tanto para los adultos como para los menores”, resalta la tucumana Analía Lacquanti, psicóloga sistémica, especialista en clínica con niños.

“Estas normas, explícitas o sancionadas socialmente de hecho, suelen permitir saber de antemano qué roles asumir, qué obligaciones se tienen... Qué derechos ejercer y qué decisiones, fundamentalmente en relación con los niños”, señala D’Agostino

“Pero esas regulaciones no están construidas para las familias ensambladas -añade Lacquanti-; entonces las cuestiones se dirimen en el área de los acuerdos, y de la intencionalidad de esos acuerdos: qué espera el uno del otro; qué esperan del otro los miembros de la pareja en relación con sus hijos”.

“Y hay un ingrediente extra -advierte D’Agostino-: ya no son sólo dos negociando; son cuatro”.

Y pueden ser más... Nando Gómez y su novia llevan siete años cultivando una relación de pareja. Nando tiene dos hijos varones (uno de 18 años y otro de 13); su novia, una de 19, un varón de 13 y una nena de nueve; y la hija mayor de su novia tiene un papá diferente del de los otros dos. Así las cosas, a la hora de alcanzar acuerdos no son cuatro los adultos... ¡en este caso son siete! A pesar de todo -y de la pandemia- decidieron dar un paso más y apostaron por ensamblar sus familias.

Lograr “los tuyos, los míos y los nuestros”, y no morir en el intento

“Fue una gran oportunidad de crecimiento, tanto personal como de pareja; y también para los chicos -agrega Nando-. Y aunque no resultó como lo soñábamos, ahora sabemos que no hay que ‘quedarse con los emboles’; que para bajar el nivel de conflictividad hay que repactar, y que si a pesar de los esfuerzos los desacuerdos son muchos, no hay que forzar las cosas. Nos ‘desensamblamos’ por ahora, pero...”.

“Uno de los obstáculos más frecuentes, especialmente cuando los chicos son chicos, está relacionado con los modelos de crianza, los límites y los hábitos de los menores que van a formar parte de esa nueva estructura ensamblada”, resalta Lacquanti, y ejemplifica: qué se habilita y qué se prohíbe, desde las horas de pantalla permitidas hasta las costumbres en la mesa; qué lugar se va a ocupar en la vida de los hijos de la pareja.

“Vivir con la premisa ‘este es tu hijo, vos te ocupás’ es no ensamblar. Hay que construir un modelo parental diferente, y eso es lo más complicado. Los hijos, especialmente los pequeños, necesitan un sistema de adultos aliados con capacidad de sostener, proteger, amparar y también poner límites, más allá de la paternidad biológica. Y para eso son claves los acuerdos”, agrega.

Un otro con hijos

“A la hora de plantearse ensamblar familias se debe partir de la base de que se acepta a un otro con hijos. Se trata de un nuevo constructo familiar, y eso requiere hacer lugar para ellos: el esfuerzo les corresponde a los adultos”, sostiene D’Agostino. “Y eso tiene una contracara -advierte-, ya que los sentimientos no se pueden forzar”.

Porque se trata de familia diferente, se necesitan nuevos códigos; y al no estar sancionados, hay que construirlos, insisten, las especialistas. Resaltan también que lo mejor es que las definiciones las acuerden los adultos antes de la decisión final de la convivencia: el consenso y la coherencia de discursos son indispensables, aseguran.

“Y si los chicos notan eso, lo aceptan; la alegría del otro no es refractaria”, agrega D’Agostino.

“Estar bien con mi pareja y con mis hijos, pero no con los suyos, no funciona; o pensar cuándo no van a estar para poder pasarla bien... Una familia es un sistema; y si se toca un punto se generan efectos sobre el todo”, destaca Lacquanti.

Y añade: “lo mejor que puede pasar es un discurso coherente con las exparejas. Cuando hay una alianza de todos los adultos en la búsqueda de que los hijos de un lado y los del otro se lleven bien, los chicos se llevan bien entre ellos y con los adultos referentes”.

Para ayudar a los chicos:

- Explicales los que los adultos acordaron y escuchá sus miedos y sus dudas antes de iniciar la convivencia.
n Los afectos no se pueden forzar, pero pasar tiempo juntos antes de convivir ayuda a conocerse e identificar intereses comunes.
- Fomentá (y ayudalos a sostenerlas) las relaciones familiares que existían antes de la creación de tu nueva familia ensamblada.
- Tené cuidado de no hacer es comentarios negativos sobre tu ex, independientemente de tus sentimientos.

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