11 Abril 2021
Quien quiera saber qué es la religión, que observe la política; quien quiera saber qué es la política, que observe el deporte; quien quiera saber qué es el deporte, que observe la religión.
(Samuel Schkolnik)
Una médica legisladora de la provincia más secesionista de la república hizo un guiño desgraciado a la barra brava anti K. Hace un tiempo se desdijo -sin convencer a nadie- de comparar las víctimas de la pandemia con las de la dictadura militar. No son comentarios torpes pero ni siquiera son sinceros. Me explico, no creo que le moleste en absoluto que efectivamente eso ocurra, que la vice presidenta padezca el virus -ni que, ya que estamos, perezca . Pero sus súplicas tampoco son del orden del deseo fervoroso por más que sus manos en rezo en el mensaje. Son bosta discursiva porque, vamos, no está preocupada en mentir ni en decir la verdad, sino que su único propósito es ser percibida como la clase de gente que dice esas cosas. Que sean un horror no es un asunto que le preocupe. El tema es entonces que la política y las declaraciones de sus profesionales están a veces demasiado cerca de la lógica de una góndola de supermercado. Ese campo no pretende el del diálogo político, sino la visibilidad y el efecto. El oportunismo se puede vender como una procrastinación eterna de los valores. En el camino sólo importa recalentar el fervor y distinguirse con banderas chillonas: y la vexilología, la ciencia de los estandartes, resalta la preferencia de varios sectores argentinos por las virtudes del rojo carmesí.
La legisladora, siempre trazando analogías con la pluma del canario, pergeñó esta otra sutileza hace un par de meses:“LPM, espero que este temblor de San Juan no sea como el de 1944 que nos trajo 75 años de mala suerte. Pasamos de ser primer mundo, a ser peronia“ . Paradójicamente aporta su agudeza y sensibilidd al dictum aquel de “al enemigo ni justicia“.
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