Qué es y qué no es la grieta

Qué es y qué no es la grieta

Por Manuel Martínez Novillo - Filósofo y Máster en Ciencia Política.

11 Abril 2021

Supuestamente, la grieta es el problema de la democracia argentina. Sin la grieta, se piensa, la democracia funcionaría bien o, cuando menos, mejor. Es decir, la grieta es algo para corregir.

Hay muchos problemas con esta propuesta. El principal es que nadie sabe exactamente qué es la grieta. Originalmente, fue una frase de Jorge Lanata para expresar, al parecer, una división entre los argentinos: en aquel momento, entre los “K” y los no “K”. Ya entonces sonó a que él no se refería a una mera diferencia de opinión sino a una división profunda.

En la opinión pública, sin embargo, la forma en que se la usa ni siquiera llega a tener este sentido. Se usa “grieta” para hablar de cualquier diferencia política. Puede hablarse de grietas dentro del peronismo, de la oposición, del Ejecutivo, o incluso de la Anses o el Banco Central. Como si cualquier diferencia de opinión pudiera ser una división profunda. Eso no puede ser “la grieta”. No puede ser cualquier diferencia y a la vez constituir el problema de la democracia argentina. Porque la diferencia de opinión no es un problema; de hecho, sin ella no hay democracia.

Una segunda forma en que se usa “grieta” es para referir que hay bandos en pugna. Suele nombrarse esto también como un problema de nuestra democracia: como si fuera un signo de mezquindad el que las fuerzas políticas compitan por defender los propios intereses e ideas. Sin embargo, la democracia es, como mínimo, un sistema en el que dos o más fuerzas políticas tienen intereses e ideas diferentes e intentan hacerlas avanzar mediante la práctica periódica de emitir votos.

Es decir, la democracia es una competencia por los votos con un final incierto.

Si dejara de haber competencia (y con ello dejara de haber tensión, incertidumbre y un poco de juego duro) no habría democracia. La grieta no puede ser la competencia entre las fuerzas políticas. Porque la grieta es algo que supuestamente debe corregirse, y la competencia, aunque sea sucia a veces, no debe corregirse, porque ella es esencial para la democracia.

Resulta más útil hablar de grieta cuando algo de verdad preocupante ocurre. Por ejemplo, la violencia política que ha comenzado a florar. Solo en los últimos días un periodista amenazó con “cagar bien a trompadas” al diputado Fernando Iglesias, solo porque piensa distinto que él. El presidente Alberto Fernández no solo no condenó el hecho, sino que le concedió una entrevista al amenazador. En simultáneo, cuando se supo que el propio Fernández había contraído COVID-19, Hebe Casado, diputada mendocina del PRO, expresó su deseo, a través de Twitter, de que Cristina Kirchner se contagiase también.

Ambos hechos son graves: parecen las expresiones de enemigos de guerra y no de adversarios políticos. Un problema de la política argentina puede presentarse justamente cuando esta deja de ser una diferencia entre adversarios o una competencia entre rivales y deviene guerra entre enemigos a muerte. Esto sí puede ser la grieta. Eso sí merece ser corregido.

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