Braden o Boudou

"No me dejé arrancar el alma que traje de la calle, por eso no me deslumbró jamás la grandeza del poder y pude ver sus miserias. Nunca me olvidé de las miserias de mi pueblo y pude ver sus grandezas". Eva Duarte de Perón (1919-1952).

El mes que viene se cumplirán 75 años del triunfo de Juan Domingo Perón en las urnas, que el 24 de febrero de 1946 lo llevaron al Gobierno. Perón ya había construido poder (lo había atestiguado, cuatro meses antes, el 17 de octubre) mediante las políticas laborales y previsionales que desarrolló como funcionario de Pedro Ramírez y de Edelmiro Farrell, durante el gobierno de facto que el GOU instaló con el golpe de Estado de 1943. Su democrática llegada al gobierno marca la consagración del primer peronismo. Uno tan distante del último pronunciamiento del actual peronismo gobernante...

Aquella primera década peronista (interrumpida por el golpe de 1955) fue el escenario de un cambio sin precedentes en el país. Gracias al incremento del salario real y al desarrollo de la industria, amplios sectores de la población comenzaron a participar en espacios y prácticas de consumo que les habían estado negados, reconstruye Natalia Milanesio en "Cuando los trabajadores salieron de compras", reeditado en 2020 por Siglo XXI Editores.

Los trabajadores (describe la Milanesio) colmaron tiendas y ciudades turísticas, obtuvieron viviendas y las dotaron de confort, y mejoraron su alimentación y su vestimenta. Advierte la autora que el surgimiento de ese consumidor obrero fue una fuerza social que no sólo modeló una nueva cultura comercial, sino que transformó relaciones e identidades colectivas y redefinió el rol del Estado.

Todo lo cual, por cierto, generó tensiones con las otras clases sociales, y resistencias del conservadurismo. En el 45, el antiperonismo realiza protestas estudiantiles que proclaman: “no a la dictadura de las alpargatas". El 19 de septiembre, sectores medios y altos realizan la “Marcha de la Constitución y la Libertad”, que reunió 200.000 personas, que marcharon del Congreso a la Recoleta. Y estaba Braden...

Spruille Braden fue el representante de la Casa Blanca ante el gobierno de Farrell. Los "halcones" de Washington, que habían cuestionado la neutralidad de la Argentina durante la II Guerra Mundial, sostenían que los nazis pervivían en algunos países latinoamericanos. Y Perón había sido ministro de Guerra de Ramírez y mantuvo ese cargo siendo el vice de Farrell. Así que Braden apoyó abiertamente a la Unión Democrática: la alianza de conservadores, radicales, socialistas y comunistas que enfrentó a Perón en los comicios de 1946. El "Pocho" aprovechó esa postura del embajador para plantear una opción "nacional y popular" frente al "capitalismo foráneo" y las élites “serviles”.

"Braden o Perón", pues, no sólo fue un eslogan de campaña, sino también una proclama de principios de los tiempos fundacionales del peronismo.

Después de semejante génesis, el domingo, el kirchnerismo publicó una solicitada mediante la cual reclamó, desde el título, "Libertad para Amado Boudou".

El texto

La Corte Suprema de la Nación confirmó el fallo que condena al vicepresidente de Cristina Fernández de Kirchner a cinco años y 10 meses de prisión por cohecho pasivo y negociaciones incompatibles con la función pública, por la compra de la imprenta de dinero Ciccone, cuando Boudou era ministro de Economía. Ciccone estaba en quiebra: cuando pasó a manos de los testaferros de Boudou, se la levantó en 45 días y volvieron los contratos con el Estado. El juez Daniel Obligado, a la par, le revocó el beneficio de la prisión domiciliaria al ex titular de la Anses. Él apeló esta medida. Si no prospera, deberá ser encarcelado otra vez.

Pero el kirchnerismo no leyó que se trata de una sentencia de tercera instancia en los tribunales de la democracia. "La persecución política contra militantes y dirigentes de la experiencia kirchnerista persiste en la Argentina a pesar del triunfo popular en las últimas elecciones. Estamos en presencia de una guerra que se despliega a través de medidas judiciales, fabricación de noticias que manipulan la opinión pública y el intento de crear un clima de odio e intolerancia en la población. Es una guerra que, según se va esclareciendo, floreció durante el gobierno de Mauricio Macri bajo la supervisión de varios de sus funcionarios principales, incluido el propio presidente. (...) La situación de Amado Boudou testimonia con exactitud esa estrategia de guerra", suscribieron ex presidentes latinoamericanos (la mayoría, procesados y hasta condenados por corrupción), parlamentarios, intendentes y actores; y también ex funcionarios condenados por corrupción confesa, como el ex secretario de Transporte del kirchnerismo Ricardo Jaime.

Ya antes en la semana, el presidente Alberto Fernández, tras cuestionar el fallo, había adelantado que creará una Corte paralela para revisar las "arbitrariedades" del alto tribunal nacional.

Es decir, van a emprender una revolución institucional en nombre de Boudou.

El contraste

Boudou es ahora el egregio paradigma del peronista perseguido por un nuevo orden conservador: los medios críticos y los jueces de la Corte reestructurada por el los “K”. Esa Corte que fue adversa al macrismo aún antes de que asumiera. A finales de 2015, a días del recambio de Gobierno, el alto tribunal condenó a la Nación a devolver copartipación federal retenida indebidamente desde la presidencia de Néstor Kirchner. Claro que que no era el peronismo quien debía devolverla.

Perón, en 1945, fue encarcelado en la isla Martín García como preso político. Boudou está condenado por los Tribunales de la república aún en tiempos de "Justicia Legítima". Y todavía tiene en trámite una causa penal que los investigadores consideran conexa con “Ciccone”. “The Old Found” le cobró en 2009 $ 7,7 millones a Formosa para “asesorarla” en su reestructuración de la deuda pública. Alejandro Vandenbroele confesó en la Justicia que al dinero se lo repartieron el gobernador Gildo Insfrán y Boudou. Luego, en la causa “Ciccone”, se ha sentenciado que Vandenbroele le prestó el nombre a Boudou para comprar la imprenta.

Contra todo esto, el peronismo gobernante denuncia que en realidad se asiste a un complot contra su política nacional y popular. Tanto que pareciera que el país se encuentra ante una nueva disyuntiva: "Braden o Boudou". Pese a que Boudou viene de la UPAU, el brazo universitario de la Ucedé; e hizo su posgrado en el CEMA, la emblemática casa de estudios del liberalismo argentino. Es decir, si "Braden o Perón" era una opción de país, "Braden o Boudou" hubiera sido una elección interna en el partido de Álvaro Alzogaray.

El temor

Claro está, lo paradigmático de este caso no radica en la incongruencia ideológica. En definitiva, “el movimiento es amplio”. El año pasado, justamente, Edhasa reeditó "Los cuatro peronismos", de Alejandro Horowicz. El primero es el peronismo clásico ya descrito (1946-1955). El segundo es el peronismo que enfrenta la proscripción hasta 1973; y que acordó con el desarrollismo para llevar a Arturo Frondizi a la Presidencia; y fue abstencionistas en los comicios que consagraron en la debilidad a Arturo Illia; y que colaboró desde un sector sindical con los militares para desestabilizar ese Gobierno ejemplar y facilitar el golpe de la Revolución Argentina. Con las presidencias de Héctor Campora, de Perón (por tercera vez) y de su viuda, María Estela Martínez, adviene el tercer peronismo, en el que casi toda la Argentina cifra las más contradictorias expectativas; que cobija en un comienzo tanto a la Triple A como a Montoneros; que se convierte en campo de batalla entre izquierda y derecha; y que descubre que sus recetas económicas clásicas ya no eran viables. Tras el retorno de la democracia, y la derrota contra la UCR, el cuarto peronismo fue neoliberal durante el menemismo, porque hacía falta; y fue populista durante el kirchnerismo, porque eso lo mantuvo en el poder.

¿Qué es finalmente el peronismo? Si acertar en una definición es un albur, por lo menos pueden ensayarse certezas de lo que no fue: nunca fue un movimiento al servicio de la liberación de corruptos probados por sentencias judiciales en democracia. Fue “Braden o Perón”, y “Perón vuelve”, y “Campora al Gobierno, Perón al Poder”, y fue “Siganmé, no los voy a defraudar” y fue “Néstor vive”. Pero nunca antes “Libertad a Amado Boudou” ni nada que se le parezca.

Claro que una primera reacción consiste afirmar que “esto no es el peronismo: es otra cosa”. Pero ya está bien de negacionismo. Ya Martín Caparrós escribió “Argentinismos” e identificó que “el peronismo se define por ser siempre ‘otra cosa’”. El kirchnerismo es peronista y si andan con ganas de discutirlo, resulta que Alberto Fernández, y los gobernadores que lo apoyan, y el massismo que se le asocia, sí lo son. Y muy cabadamente.

En todo caso, lo que habrá que distinguir es que el peronismo gobernante, el fin de semana, grito “Boudou” en una solicitada, mientras escondía el nido de sus temores en otras causas. Las 11 causas que tienen procesada a Cristina. No se necesita de la “Piedra de Rosetta” para descifrar los símbolos: piden que la Justicia no avance sobre un kirchnerista, procesado por corrupción, que ocupó la vicepresidencia del país…

“Yo ya sé que la oligarquía no volverá más al gobierno. Lo que a mí me preocupa es que pueda retornar en nosotros el espíritu oligarca”, advirtió “Evita” el 12 de abril de 1951 en la cuarta clase del Curso de la Escuela Superior Peronista.

A 70 años de esa enseñanza, y luego de que el pueblo argentino ha ratificado la vigencia del peronismo en las urnas en las presidenciales de 1989, de 1995, de 2003, de 2007, de 2011 y de 2019, ya no deberían tenerle miedo al gorilaje, porque lo han vencido. En todo caso, a lo que deberían temerle es al antiperonismo que puede anidar en el peronismo.

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