Con el corazón y la piel pintados de celeste y blanco

Con el corazón y la piel pintados de celeste y blanco

La Selección fue la gran devoción de Diego Maradona. Por la camiseta nacional transitó por una montaña rusa de emociones. A la que él mismo subió a todos los argentinos.

DE UN GENIO A OTRO. El Mundial de Sudáfrica unió a Maradona y a Lionel Messi bajo el mismo manto. La unión de fuerzas no rindió frutos. DE UN GENIO A OTRO. El Mundial de Sudáfrica unió a Maradona y a Lionel Messi bajo el mismo manto. La unión de fuerzas no rindió frutos.

“¡Hijos de puta! ¡Hijos de puta!”

8 de julio de 1990. Más de 70.000 almas en el Estadio Olímpico de Roma. Flamea sus banderas apenas un puñado de argentinos. Entre ellos están los 11 jugadores que habrían de disputar la final del Mundial Italia 90. Silbatina a nuestro Himno. Estruendosa, insoportable. La cámara de la televisión repasa los rostros de los jugadores que el DT Carlos Bilardo dispuso como titulares. Todos impávidos, menos él. Diego Maradona, el rostro fiero, gira su cabeza e insulta al público, de amplia mayoría italiana. Con el tobillo lastimado, igual está ahí, de pie en el campo de juego. Cómo habría de perderse tamaño momento. Está a segundos de una final del mundo ante Alemania. Pero su alma, su piel, no dejan pasar la afrenta, la exterioriza escupiendo palabras que quedarán inmortalizadas y que le darán razón a quienes comprenden con esa escena, que dura segundos, aquello que define al ser argentino a través de un jugador de fútbol.

Diego tenía tatuada en su piel la camiseta celeste y blanca. La defendió como nadie, gozó y lloró por ella, alcanzó el olimpo y se hundió en la oscuridad. Mamó de sus fuentes siendo un chiquillo y nunca le escapó a las responsabilidades vistiéndola. Lesionado, golpeado, herido, el tobillo hecho un globo, con una uña perdida, infiltrado o enfermo. Siempre estuvo. Siempre seguirá estando.

Con el corazón y la piel pintados de celeste y blanco

Desde el mismo momento en que debutó siendo un juvenil, Diego y el mundo del fútbol entendieron que empezaba un período de amor incondicional. La primera marca quedó establecida un 27 de febrero de 1977, partido con triunfo 3 a 1 ante Hungría en La Bombonera. Ingresó por Leopoldo Luque (vaya coincidencia, mismo nombre y apellido del médico que lo operó a principios de noviembre del hematoma subdural) y empezó a mostrar la oferta de su fútbol excelso. Fue algo que mantuvo hasta su última vez luciendo sus amados colores, el 25 de junio de 1994, cuando jugó ante Nigeria en el Mundial de EE.UU. Sólo que aquel día, su despedida fue indigna para su estirpe, al dar positivo el control antidoping.

JAPÓN, 1979. Su primera conquista en un Mundial. Los argentinos madrugaban para seguir la campaña del equipo que dirigió Menotti.  JAPÓN, 1979. Su primera conquista en un Mundial. Los argentinos madrugaban para seguir la campaña del equipo que dirigió Menotti.

Fueron un poco más de 17 años de una montaña rusa de proporciones. Esta contuvo una frustración lascerante por no poder quedar en la lista de 22 hombres que el DT César Luis Menotti dispuso para disputar el Mundial del 78. Luego cino la primera gran felicidad pintada de celeste y blanco con la conquista del Mundial Juvenil de Japón del 79; una presencia sin demasiado vuelo y con expulsión incluida en España 82; la gloria eterna de México 86; la derrota en la final con Alemania en Italia 90, ese del partido con Brasil y del pase magistral, cayéndose, para que Claudio Caniggia se fuera al gol; el trofeo levantado en la Copa Artemio Franchi de 1993; la ilusión por las nubes con los primeros partidos de EE.UU. 1994, aquel del gol a Grecia un 21 de junio y el grito desmesurado a las cámaras. Su último grito de gol como jugador de su amada Selección.

Con los años, llegó la chance de ser el DT del equipo nacional. Sucedió de 2008 a 2010, jugó Eliminatorias y se bancó un 1-6 con Bolivia hasta llegar al Mundial de Sudáfrica, donde Alemania fue el verdugo. Paradojas del destino, o mística potenciada, esta fue su tarea como entrenador más exitosa de toda su carrera, logrando un 75% de los puntos en juego.

DE UN GENIO A OTRO. El Mundial de Sudáfrica unió a Maradona y a Lionel Messi bajo el mismo manto. La unión de fuerzas no rindió frutos. DE UN GENIO A OTRO. El Mundial de Sudáfrica unió a Maradona y a Lionel Messi bajo el mismo manto. La unión de fuerzas no rindió frutos.

“La va a tocar para Diego, ahí la tiene Maradona, lo marcan dos, pisa la pelota Maradona, arranca por la derecha el genio del fútbol mundial, y deja al tercero y va a tocar para Burruchaga... ¡Siempre Maradona! ¡Genio! ¡Genio! ¡Genio! Ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta- Gooooool... Gooooool... ¡Quiero llorar! ¡Dios santo, viva el fútbol! ¡Golaaazooo! ¡Diegoooool! ¡Maradona! Es llorar, perdónenme... Maradona, en una corrida memorable, en la jugada de todos los tiempos... Barrilete cósmico... ¿De qué planeta viniste para dejar en el camino a tanto inglés, para que el país sea un puño apretado gritando por Argentina? Argentina 2 - Inglaterra 0. Diegol, Diegol, Diego Armando Maradona... Gracias Dios, por el fútbol, por Maradona, por estas lágrimas, por este Argentina 2 - Inglaterra 0”. He aquí la transcripción textual del relato de Víctor Hugo Morales, sobre aquel gol a los ingleses en México 86, pura apilada, puro nervio y genialidad. Un instante definido en palabras, un fluir de imágenes para una pintura que es un clásico, como lo fue el gol con la mano en ese mismo partido o el momento de levantar la tan deseada Copa del Mundo.

Pasarán 100 años y Maradona será una foto o un video borroso de un jugador de fútbol que abrió una huella, que él mismo cerró un 25 de noviembre de 2020. Se lo verá con interés, con devoción o con indiferencia. Pero de lo que nadie podrá sustraerse es que, en cada imagen habrá una pelota, una zurda mágica y un corazón que seguirá latiendo, pintado de celeste y blanco.


Repechaje

En 1993, lo fueron a buscar para salvar una Eliminatoria desastrosa

Luego del Mundial de Italia 90, Maradona renuncia a la Selección. Tres años más tarde, lo van a buscar. Contaba con 33 años, y no tenía club. Estaba con sobrepeso y recluido en una finca privada. El DT Alfio Basile estaba ante un abismo luego de una mala Eliminatoria (con goleada de Colombia incluida por 5-0). Casi de milagro, consigue ir a un repechaje con Australia, para aspirar a clasificar al Mundial de EE.UU. de 1994. Primer partido en Sidney, y empate 1-1, con gol de Abel Balbo por pase de Maradona. Revancha en Buenos Aires: el “Diez” arenga a todos: “por esta gente muchachos, y por nosotros también, ¡huevos!”. Y se dio una victoria de 1 a 0 con tanto de Batistuta.


Doping

El día que le “cortaron las piernas” en plena disputa del Mundial de EE.UU.

La imagen de la enfermera Ingrid Maria ingresando al campo del Foxborough para llevarse a Diego Maradona al control antidoping. Cuatro días después, se da a conocer que el “Diez” había dado positivo por efedrina y, por consecuencia, quedaba excluido de la competencia. La conferencia de prensa posterior produjo una de las frases más repetidas de su carrera: “me cortaron las piernas”. Fue esta su última aparición mundialista. Antes, se había mostrado en un muy buen nivel, marcándole un gol a Grecia y contribuyendo con su gran juego al triunfo sobre Nigeria. Después de lo sucedido, la Selección se desplomó: derrota ante Bulgaria y eliminación a manos de Rumania.


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