Un legado de anhelos: el espejo social de sus personajes

Un legado de anhelos: el espejo social de sus personajes

¿Será que Quino fue un visionario para su tiempo? O, en cambio, nosotros hemos estado (sin buscarlo) en un loop temporal. Han pasado ya 56 años desde que la tira cómica “Mafalda” vio la luz en el semanario Primera Plana, y aún así sus personajes nos siguen interpelando. Sea en las conversaciones casuales que ilustran los vaivenes políticos y económicos del país o en los punzantes reclamos de su protagonista: siempre dispuesta a hacer eco de las injusticias con su dedo en alto.

“Las historietas de Joaquín Salvador Lavado Tejón se convirtieron en un producto estrella de consumo cultural porque supieron reflejar en forma simplista la esencia de Argentina. Marcada desde la época de los sesenta y setenta por la lucha de las familias de clase media. Cada viñeta de Quino es la representación de una historia aún viva. Están las ganas de vacacionar en la Costa durante el verano, el crisol que dejó el modelo agroexportador y los deseos de progreso (en figuras como Manolito y su almacén de barrio). Ese es el atractivo de la memoria colectiva”, resalta el sociólogo Juan Carlos Kohen.

Y -si de trascendencia se trata- la niña con moño y un odio intenso por la sopa, también ha dejado su marca en las generaciones presentes. Sea en frases compartidas vía redes sociales o frases que aparecen en objetos tan impensados como imanes para la heladera o bombillas de mate.

“En casa, tanto mi hermana de 12 años (por los deberes de la escuela) como mi bisabuela leyeron 'Mafalda'. Lo especial es que, aunque las generaciones varíen, hay puntos en común. Entre las dosis de ironía y los cuadros de globos terráqueos con curitas, el legado de Quino es resaltar nuestras flaquezas y los anhelos de cambio. Muestra guiños de rebelión contra el status quo, a la vez que exhibe sin filtros las injusticias y las dificultades para superarlo”, comenta la estudiante universitaria Marisa Atenas.

En este espejo de tinta y papel (con más de 2.000 viñetas realizadas), el ilustrador supo crear además el cultivo para discutir cuestiones de género. A tal punto de editarse (en 2018) el recopilado “Mafalda: femenino singular” y ver esa pequeña cabeza con rulos color tinta en las marchas de “Ni una menos”.

“En las aventuras de Susanita, Libertad y Raquel (la típica ama de casa y madre de Mafalda) se puede ver dosis de feminismo y las diferentes aristas que marcan los estereotipos de género. Desde el humor, Quino tuvo el compromiso ideológico de reclamar y de proteger los derechos humanos. Además de impulsar a las mujeres a miradas revolucionarias que contrastaban con lo esperable. Habló sobre la maternidad, los deberes domésticos, la presión estética y la educación. Así que para sus fieles seguidores antes que provocar risa, impulsó la denuncia”, agrega la militante.

En concordancia con los múltiples tópicos que pasaron por sus manos, para la psicóloga Josefina Racedo, el historietista fue un “gran crítico de la vida cotidiana”. Centrado en la población urbana. “Él supo recoger, representar y devolver -a través del mejor vehículo: el arte- aquello que muchas personas sienten. Quizás para algunos lectores era divertido, pero en el fondo había un mensaje tremendo de reflexión acerca de quiénes somos, qué hacemos y para qué vivimos”, opina la directora de la Maestría en Psicología Social de la UNT.

“Hay imágenes y pensamientos de la década del sesenta que siguen siendo válidas porque la sociedad no ha cambiado en esencia. Hemos resuelto algunas cosas, pero hay otras que siguen vigentes y fueron mostradas por Quino en esa época. Aunque quizás -con estas ideas y vueltas de los pueblos y liberaciones- algún día podamos afirmar que no reflejan nuestro presente sino el pasado”, remata la profesional.

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