Pablo Bemsch, ayer fue Stefano y mañana será Pinkerton

Pablo Bemsch, ayer fue Stefano y mañana será Pinkerton

El tenor tucumano está haciendo carrera en los grandes escenarios líricos mundiales, paradójicamente en silencio respecto de sus logros artísticos

EN TUCUMÁN. Bemsch asumió el exigente protagónico de “Stefano”, ´para la función de gala del 25 de Mayo, y después conversó con LA GACETA. la gaceta / fotos de  diego araoz y analia jaramillo EN TUCUMÁN. Bemsch asumió el exigente protagónico de “Stefano”, ´para la función de gala del 25 de Mayo, y después conversó con LA GACETA. la gaceta / fotos de diego araoz y analia jaramillo

Hace tres años, la voz y el nombre de Pablo Bemsch empezaron a destacarse en el escenario del teatro San Martín. En un minirreportaje, en medio del ajetreo del ensayo de “Romeo y Julieta”, me sorprendió con su historia. En realidad el cantante solista había empezado en la música con el violín, a los 14 años.

Había partido con su instrumento, becado, a Suiza, donde vivía su hermano arquitecto. Un día sus maestros lo escucharon cantar y le recomendaron que guardara violín en bolsa. Desde entonces estudia, trabaja en el canto y evoluciona en el más alto nivel.

Canta. Cómo, dónde y con quiénes es algo que no ha contado, fiel a su perfil bajo de antidivo. Raro, tratándose de un cantante; rarísimo tratándose de un tenor lírico: “cuando me fui a Europa no le avisé a nadie, y estando allá no comuniqué nada de lo que estaba haciendo”.

Hace poco protagonizó la ópera “Stefano” en el teatro San Martín, y ahora se va a París a cantar, en La Seine Musical “Betulia Liberata”, el único oratorio que compuso Wolfgang A. Mozart, dirigido por Cristophe Rousset.

En tiempos de ídolos erráticos, Bemsch es todo lo contrario: es uno de esos Messi que sabe adónde va. Tiene la palabra.

Comienza la historia

“Empiezo estudiando violín en el Conservatorio y en la Escuela de Música. Viajo a Buenos Aires a estudiar en la Universidad Católica, con la idea de empezar dirección orquestal. Luego viajo a Europa, por el violín, a la Suiza italiana, y termino estudiando canto”.

A los 12 años, antes de cambiar la voz, Bemsch había cantado un tiempo en el coro de Miriam Gómez. Al canto profesional llegó recién a los 26 años. “En ese sentido soy atípico porque empecé en la Suiza italiana. En Stuttgart (Alemania) estudio con Francisco Araiza, el tenor mexicano. Luego entro en un programa de jóvenes de la Ópera de Zurich, por concurso, y ahí se me da la oportunidad de empezar a trabajar”.

EN LONDRES. Recibe los aplausos por su Fausto de “Mefistófeles”.  Serenade Magazine EN LONDRES. Recibe los aplausos por su Fausto de “Mefistófeles”. Serenade Magazine

El gran cambio

En 2011 llega al Covent Garden, de Londres, donde se presenta al programa Young Artists. “Había empezado a cantar en el registro de barítono y cambié de registro en Zurich, cuando el mítico maestro italiano Nello Santi, en un ensayo, me dijo tajantemente: ‘usted no es barítono, es tenor’. En ese momento no le llevé mucho el apunte”.

Meses después le pide ayuda a Leo Nucci, un barítono estrella, y entonces toma la decisión.

“En el Covent Garden he podido cantar roles medianos y he cubierto roles importantes en ‘La bohème’ y en ‘La Traviata’, entre otras óperas. Fue excepcional para mí, sobre todo por la posibilidad de cantar con grandes artistas como Jonas Kauffman, por ejemplo, en Don Carlo, y después con muchos otros grandes, como Plácido Domingo. Debuté en el Covent Garden como Casio, en la celebración de sus 70 años. Hay algo curioso: canté con Domingo como tenor porque en ese momento él era Otello. Para mí fue impresionante por partida doble porque debutaba, y con él. Compartí no sólo escenario sino también camarín, charlé, lo vi ensayar. Esos son momentos que se valoran después por todo lo que se aprende”.

Haber podido llegar al Covent Garden es una marca para Bemsch, porque ya es un miembro de por vida. De hecho, allí hace poco integró la producción de Mefistófeles en el teatro Queen Elisabeth (foto).

Al respecto, la crítica del diario The Guardian destacó: “La gran actuación vino de Pablo Bemsch como Fausto, con voz sin esfuerzo, con una mezcla de sensualidad y agonía moral magníficamente expresada”.

Cero divismo

“A veces las cosas parecen extremadamente simples para algunas personas que han llegado al máximo estrellato. Creo que una condición primordial del artista es la capacidad de ver y de entender que en ese parto que es cada estreno existe la belleza. Parto que sufre todo el mundo porque yo he visto a Plácido nervioso. Todo artista, hasta el más encumbrado, tiene que afrontar la tensión, las limitaciones de verse en una producción donde las cosas fueron bien para los demás, pero quizá no tanto para él, por una cosa o por otra”.

“No soy amigo del mostrar la vida como si fuese un producto artificial porque no es así. Este camino involucra demasiadas cuestiones, y tiene subidas y bajadas. Las he tenido, las tendré. A mí me cuesta mucho llegar a un lugar y engolar la voz desde un púlpito de divo. Y muchas veces el público quiere escuchar el divo impostado”.

“A mí no me cae el rol de divo, que es muy fuerte en la ópera. Yo no juzgo, pero a mí no me va el divo. Hay algo doloroso que tiene que ver con el autobombo, que nunca compartiré. Uno percibe, trata de ser mejor mañana de lo que ha sido hoy, y eso es lo más importante. No estancarse; eso me da miedo. Hay que crecer”.

Empezando a volar

“Hoy estoy en un momento importante para mi carrera, empezando a volar de otra forma, teniendo que hacer cuentas con mi temperamento”.

Este año comenzó debutando en el Festival de Zalzburgo (capital mundial de la música clásica), invitado nada menos que por el tenor Rolando Villazón, en la Semana Mozart que él dirige.

“Es un momento de debuts. Canté el Fausto del ‘Mefistófeles’ de Arrigo Boito, en Londres; luego vine a cantar ‘Stefano’, y ahora vuelvo a París. Después vengo a Buenos Aires a hacer el Pinkerton de ‘Madame Butterfly’ en agosto, en el teatro Coliseo, con elenco del Teatro Argentino de La Plata. Después me espera Rossini, en Cracovia. Así voy, de un lado a otro”.

Los directores

Bemsch fue el primer artista argentino que ingresó en el programa de jóvenes talentos en el Covent Garden, un concurso con cuatro etapas de selección en el que recientemente ingresó otro argentino, el barítono Germán Alcántara.

“Para mí fue fantástico tener la oportunidad de conocer y de trabajar con directores de escena y directores de orquesta famosísimos como Antonio Papano, Daniel Oren, John Eliot Gardiner, Andris Nelson y Marco Armiliato, entre otros. Es una especie de Hollywood del canto lírico entre el Royal Opera House y Zurich. Para mí fue tremendamente importante, pero no dije nada, como si hubiese sido un cantante de generación espontánea”.

De Tucumán al mundo

Este es el tercer año consecutivo que el tenor viene a cantar roles protagónicos en el teatro San Martín (ver texto destacado).

“Algo muy importante para mí de estas presentaciones fue que pude cantar para mi gente, sobre todo para mi papá, que murió hace un año y medio. Pude estar con él, acompañarlo, tras haber estado 14 años en Europa (vive en Barcelona), viniendo solamente de vez en cuando”.

Planes generales

“Creo que de alguna forma uno siempre intuye cómo van a funcionar sus cosas o cómo avizora el futuro, no en detalles, y la vida me ha enseñado que no hay que ser muy detallista con los planes porque en cierto sentido siempre se da mejor sin tanto plan. Dios a veces te da, pero siempre te da lo que querés. Uno después se da cuenta de que hay cosas que funcionan de manera misteriosa, y que van llevando (incluso las caídas, esas que no se cuentan y que cada uno afronta). Estoy convencido de eso. Si me esperaba todo esto o qué era lo que esperaba, hoy por hoy solo puedo decir que quiero ser mejor mañana de lo que soy hoy. Tiendo a hacer planes muy generales, porque mis planes al principio eran muy detallados, y no me fue bien. Sé lo que quiero y eso está intacto. Y la realidad es que tengo muchísimo para recorrer, mucho para fracasar incluso. O no”.

Ser un tenor

“El tenor lírico, prácticamente está limitado al rol del poeta, del artista, del héroe, ocupa roles esenciales. Es diferente a un barítono, que puede abordar roles secundarios sustanciosos, y armar una carrera con este registro, y empezar a hacer protagónicos mientras va pasando el tiempo. Pero al tenor le tocan los protagónicos. Eso significa también una premisa importante y de trabajo del mánager, para delinear una carrera”.

El legado familiar

“De mi padre arquitecto heredé gran parte de este arte. Él tenía una gran voz natural de cantante de ópera; nunca se dedicó. Mi mamá es odontóloga, y también tiene gran oído. En mi casa se dio por los dos lados. Mi abuela materna llamaba la atención porque era una cantante de ópera nata, pero no se dedicó. Creo que lo que me diferenció de ellos fue mi relación temprana con la música a través del violín. Además escuchaba muchísima música de muy chico, con discos de mi papá, y mi mamá me cantaba mucho. Yo ni hablaba y ya cantaba. O sea que el canto siempre estuvo”.

La pasión

“Me gusta muchísimo el teatro, no puedo hacer una separación clara, pero la música es mi primer amor. Es la manera en la que yo entiendo las cosas. O sea, creo que podría dejar de cantar como dejé de tocar el violín; pero nunca perdería mi pasión por la música, las palabras, el teatro... Los gozos más grandes por ahí no han venido sólo de la ópera sino también de la música sinfónica y de cámara. Y mis ídolos son muchas veces instrumentistas”.

Los referentes

“Tengo locura por Martha Argerich, con su instinto artístico, como un animal de la música, que a mí me atrae mucho. Los artistas a los que admiro son grandes animales de la música”.

“Siento una profunda admiración por Krassimira Stoyanova, una soprano búlgara que está haciendo un carrerón. La escuché por primera vez a los 19 años, desde el gallinero del Colón, cantando la Nedda de ‘Pagliacci’”.

Años más tarde, en Zurich Bemsch escuchó la misma voz. Y se acordó de aquel nombre de la cantante y también violinista.

Tiene un dominio técnico tremendo y una visión de la música atípica en el cantante. Hoy es mi maestra, tomo clases, le pido consejos y ha sido un hallazgo. De las voces masculinas mis preferidos del pasado son Aureliano Pertile y Tito Schipa. De los actuales admiro a Jonas Kaufmann, a Cecilia Bartoli. Me llaman la atención estos cantantes, tremendamente musicales. Hay cierto estereotipo de cantantes que no me atrae pero que gusta mucho al público”.

“A veces digo: para ser cantante express hay que tener una voz grande y un ego más grande que esa voz. Ahora, si mirás las superestrellas son personajes atípicos, como Juan Diego Flores o Kauffmann, que manejan el divismo de otra forma. No es la voz; es el talento. Como decía el gran Alfredo Kraus: se necesita un poco de voz (pero él tenía la capacidad). Por eso hay que creer en el trabajo y en el instinto, que hace que uno solucione problemas. Eso es muy valioso, además de la personalidad musical y artística de aquel que saca el arte de adentro, no el que vende un producto que todo el mundo vende”.

> Protagónicos en el teatro San Martín
- 2016: Romeo y Julieta
- 2016: La Favorita
- 2017: La Clemenza di Tito
- 2018: Carmen
- 2018: Concierto de cámara
- 2019: Stefano

› Los comienzos
Estudió violín en Tucumán y comenzó a estudiar canto en Suiza. Formó parte del International Opernstudio de la Ópera de Zürich. Fue seleccionado como miembro de los jóvenes talentos Jette Parker Young Artists Program del Opera House de Londres Covent Garden.

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