Lula, un año preso, reclamando libertad

Lula, un año preso, reclamando libertad

El ex presidente publicó una carta abierta en la que declara su inocencia y acusa al Gobierno de entregar las riquezas del país Sostuvo que Bolsonaro es el principal beneficiario de su encarcelamiento. Realizaron marchas para apoyar al dirigente

“LULA LIVRE”. Miles de personas protestaron en San Pablo y en varias ciudades del país y del mundo contra lo que llamaron “un año de injusticia”.  reuters “LULA LIVRE”. Miles de personas protestaron en San Pablo y en varias ciudades del país y del mundo contra lo que llamaron “un año de injusticia”. reuters
08 Abril 2019

CURITIBA, Brasil.- “No sirve de nada intentar acabar con mis ideas, ellas ya están flotando en el aire y no tienen cómo encarcelarlas. No sirve de nada intentar frenar mis sueños, porque cuando deje de soñar, yo soñaré a través de sus cabezas y de sus sueños”. Estas son las palabras que Luiz Inácio “Lula” da Silva pronunció en su último discurso público el 7 de abril de 2018, poco antes de entregarse a la Policía.

El ex presidente de Brasil cumplió un año en prisión en la Policía Federal en Curitiba, estado de Paraná, donde está confinado bajo “régimen cerrado”, reservado para criminales peligrosos.

Lula, de 73 años, que gobernó dos veces Brasil y dejó el cargo con un nivel de popularidad del 80%, fue condenado en 2017 por corrupción pasiva y lavado de dinero por el juez Sérgio Moro, actual ministro de Justicia del presidente Jair Bolsonaro. Un tribunal superior confirmó la pena y la amplió de nueve a 12 años.

Ahora, pasa sus días en una habitación de 15 metros cuadrados con baño. Tiene ventanas por donde entra luz pero no puede mirar afuera. Se despierta muy temprano, camina en una cinta, lee y mira la televisión. No tiene internet ni teléfono móvil. Escribe cartas a mano. No puede dar entrevistas ni recibir asistencia religiosa. La familia sólo puede visitarlo los jueves a la tarde y los amigos o dirigentes, el mismo día por la mañana. Puede hablar una hora con sus abogados, a diario.

Tres veces por semana puede salir a un patio de 40 metros cuadrados, sin contacto con otros presos. Un funcionario le mide la glucemia tres veces por semana. Quienes lo visitan aseguran que no lo ven deprimido pero sí preocupado y con rabia.

El “vicio autoritario”

A horas que una multitud de simpatizantes y aliados salgan a la calle para repudiar su encarcelamiento, Lula publicó una carta abierta en la que defendió su inocencia y denunció a “las clases dominantes brasileñas”.

“Hace un año que estoy preso injustamente, acusado y condenado por un crimen que nunca existió. Cada día aumenta mi indignación, pero conservo la fe en un juicio justo en el que la verdad prevalecerá. Puedo dormir con la conciencia tranquila. Dudo que los que me condenaron, en una farsa judicial, duerman bien”, escribió el ex mandatario.

En la carta, Lula vinculó el cuestionado juicio político que derrocó a su aliada y ex presidente, Dilma Rousseff, con su condena por corrupción y la victoria electoral de Bolsonaro.

“Derrotada en las urnas por cuarta vez consecutiva, la oposición escogió el camino del golpe para volver al poder y las clases dominantes brasileñas retomaron el vicio autoritario”, sostuvo.

También cuestionó la política del actual gobierno: “Entregan la soberanía nacional, nuestras riquezas, nuestras empresas y hasta nuestro territorio para satisfacer intereses extranjeros.” Rechazó, además, todas las acusaciones que llevaron a la condena por corrupción, sentencia que debe revisar la Corte Suprema.

“¿Por qué tienen tanto miedo de que Lula esté libre, si ya alcanzaron el objetivo de impedir mi elección y si nada sustenta mi condena de prisión?”, se preguntó el ex mandatario. Su encarcelamiento frustó su candidatura presidencial el año pasado, cuando era el favorito indiscutido de todos los sondeos. “Ellos saben -concluyó- que mi liberación es parte importante de la vuelta a la democracia en Brasil. Pero no son capaces de convivir con un proceso democrático”. (Télam)

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