Una memorable edición oficial

Una memorable edición oficial

El Gobierno de Tucumán hizo imprimir, en 1895, las “Memorias” de Gregorio Aráoz de La Madrid, hasta entonces inéditas.

FESTEJO MULTITUDINARIO. El 28 de noviembre de 1895, centenario de La Madrid, la comitiva regresa de la Catedral al Cabildo, por calle 24 de Septiembre  FESTEJO MULTITUDINARIO. El 28 de noviembre de 1895, centenario de La Madrid, la comitiva regresa de la Catedral al Cabildo, por calle 24 de Septiembre

En el siglo XIX y hasta bien entrado el que pasó, no eran nada frecuentes las ediciones costeadas por el Gobierno de Tucumán. Dejando de lado los folletos, la brevísima lista de libros se inicia, cronológicamente, con “Provincia de Tucumán” de Arsenio Granillo (1872); el “Código de Procedimientos Civiles para la Provincia de Tucumán” (1875); el “Estudio sobre el sistema rentístico de la provincia de Tucumán de 1820 a 1876”, de Alfredo Bousquet (1878), y las “Memorias del general Gregorio Aráoz de La Madrid” (1895).

Este último título es la autobiografía del militar tucumano que peleó bravamente en “ciento treinta y tantos ataques parciales y generales”, como lo contabilizó el mismo alguna vez y, además, escribió sus “Memorias”. La edición de ellas –hace 123 años- merece un comentario. No sólo por lo que significó para la historiografía argentina, sino por el esmero con que fue confeccionada. Creo que esto nunca ha sido puesto de relieve.

Orden de Belgrano

La Madrid empezó a escribir esos recuerdos en 1818, durante la campaña de Santa Fe, en Fraile Muerto. Narra que en ese campamento, el general Manuel Belgrano le “ordenó” que le presentara “una relación de todas las acciones y encuentros parciales en que me había encontrado, desde que tomé la carrera de las armas”. Y agrega el tucumano que “allí mismo, en los días de nuestra parada, se la presenté escrita ligeramente”. Parece claro que el creador de la bandera sabía que su subordinado tenía inclinación por la escritura, y eso lo animó a hacerle el encargo.

Dos años más tarde, en junio de 1820 y pocos días antes de morir, Belgrano, recién llegado a Buenos Aires, recibió la visita de La Madrid. Después de los saludos, sacó de una gaveta aquellos papeles de 1818 y se los entregó. “Estos apuntes los hizo usted muy a la ligera; es menester que usted los recorra y detalle más prolijamente y me los traiga”, le dijo. Fue un pedido que el tucumano prometió complacer, si bien la muerte del general le impidió entregárselo.

Cuenta La Madrid que extravió sus escritos en la batalla de El Tala (1826) y “aunque después los volví a renovar en Bolivia, volví a perderlos en mi última campaña sobre Cuyo, en 1841”. Luego, en Montevideo, entre 1846 y 1850, reconstruyó lo que ya había redactado dos veces.

ANDRÉS LAMAS. Su familia había heredado el manuscrito de las “Memorias” y lo cedió al Gobierno de Tucumán ANDRÉS LAMAS. Su familia había heredado el manuscrito de las “Memorias” y lo cedió al Gobierno de Tucumán

Venta a Lamas

Al concluir su escrito, La Madrid consignaba que “aquí terminan los apuntes biográficos que por necesidad me he visto precisado a cederlos al señor don Andrés Lamas”, y asentaba la fecha: “Montevideo, julio 6 de 1850”. Luego venía una “Ampliación”, datada en la Fortaleza del Cerro, el 7 de noviembre del mismo año.

De acuerdo a lo que informa Carranza, el manuscrito fue retribuido por Lamas con “una suma que era en aquel momento una fortuna para el bizarro soldado que había pasado treinta años en los campos de batalla”. Era propósito de Lamas publicarlo en su “Colección de documentos para la historia del Río de la Plata”. Por la razón que fuera, no lo hizo. Pero, de acuerdo al testimonio de Carranza, permitió que consultaran el texto los generales José María Paz y Bartolomé Mitre, y el doctor Ángel J. Carranza.

Como se sabe, La Madrid murió en Buenos Aires el 5 de enero de 1857 “a los 62 años de edad y 47 de servicios militares”, escribe Juan José Biedma. Su viuda, Luisa Díaz Vélez, lo sobrevivió hasta 1871, año en que se llevó su vida la epidemia de fiebre amarilla.

ADOLFO PEDRO CARRANZA. El director del Museo Histórico Nacional puso enorme diligencia en el libro ADOLFO PEDRO CARRANZA. El director del Museo Histórico Nacional puso enorme diligencia en el libro

La edición

Pasaron los años y llegó la época en que se cumplía el siglo del nacimiento del guerrero. El gobernador de Tucumán, doctor Benjamín Aráoz, admirador y pariente de La Madrid, dispuso rendirle un homenaje que no tenía precedentes en la historia de la provincia. Nada menos que traer sus restos desde La Recoleta hasta Tucumán y, además, editar esas “Memorias” que seguían en poder de la familia de Andrés Lamas. El diligente director-fundador del Museo Histórico Nacional, doctor Adolfo Pedro Carranza, fue quien logró de los Lamas autorización para imprimir las páginas, que se mantenían inéditas.

Se encargó a la casa Kraft la edición: fundada en 1864, era en ese momento la mejor imprenta de Buenos Aires. La obra se diseñó para ser publicada en dos tomos. El primero de 602 páginas, y el segundo de 543 páginas. Para que ambos volúmenes tuvieran un grueso similar (y también para satisfacer su voraz adicción de papelista) Carranza le agregó varias páginas, como apéndice un tanto desordenado.

BENJAMÍN ARÁOZ. El gobernador de Tucumán, gran entusiasta de la edición, murió repentinamente antes de poder ver los libros BENJAMÍN ARÁOZ. El gobernador de Tucumán, gran entusiasta de la edición, murió repentinamente antes de poder ver los libros

Los agregados

En el primer tomo añadió, por sugerencia del gobernador Aráoz, un vivo testimonio, inédito hasta entonces. Se trataba de “Tradiciones históricas de la guerra de la independencia”, valiosa descripción de la batalla de Tucumán y de su escenario. Su autor era el agrimensor Marcelino de la Rosa, muy vinculado a la familia de Belgrano. Además, insertó los partes de esa batalla y de la de Salta; un texto sobre la pirámide de La Ciudadela; una proclama de La Madrid de 1820 y un decreto del Director Juan Martín de Pueyrredón de 1817, que acordaba al tucumano y a su tropa el escudo “Honor a los restauradores del orden”, en 1817, más algunos otros breves textos.

En el segundo tomo, Carranza insertó varios documentos del archivo del general Gerónimo Espejo, sobre la batalla de La Ciudadela de 1831; cartas intercambiadas entre La Madrid y Juan Lavalle, en 1841; el parte de La Madrid sobre el ala derecha del ejército vencedor de Caseros, en 1852; una nota biográfica de Pablo Lascano sobre Fortunata García de García; los decretos nacionales y provinciales sobre los festejos de 1895; el acta de exhumación de los restos de La Madrid y la reproducción de crónicas periodísticas y discursos del centenario.

Las ilustraciones

Uno de los elementos más importantes de esta edición de las “Memorias”, son las ilustraciones: el primer tomo llevaba 37 y el segundo 23. La gran mayoría eran retratos de próceres. El encargado de aportarlos, José Antonio Pillado, se había esmerado en la búsqueda, tanto en museos como en colecciones privadas. En un índice, consignaba cuidadosamente su origen, e informaba si alguna vez habían sido editados y dónde.

Catorce de estos daguerrotipos, grabados y fotos de miniaturas, se daban a conocer por primera vez. Eran los retratos de Eustoquio Díaz Vélez, José Rondeau, Juan Francisco Borges, Tomás de Iriarte, José Miguel Díaz Vélez, Lorenzo Barcala, José María Paz, Faustino Allende, Marcelino de la Rosa, José Eusebio Colombres, Manuel Solá, José María Vilela, Crisóstomo Álvarez y Ángel Vicente Peñaloza. Traía también grabadas dos fotos del doctor Eliseo Cantón, que mostraban huesos de La Madrid antes de colocarlos en la urna.

Importantes ilustraciones desplegables, eran el plano de la batalla de Tucumán, obra de Mitre con la colaboración de Marcelino de la Rosa, y un panorama a pluma de la ciudad de Chuquisaca

Valioso trabajo

No conocemos que hasta entonces, en libro alguno, se hubiera prestado tanta atención a la iconografía y a las precisiones sobre su autenticidad y su origen. Es un ejemplo que, desde entonces hasta hoy, se ha seguido muy poco: lo normal es que los libros de historia lleven ilustraciones del tipo Billiken, elegidas de cualquier manera…

En el prólogo, Carranza destacaría que la casa Kraft, en un ejemplo de dedicación, imprimió, “en menos de sesenta días”, un total de “tres mil volúmenes encuadernados, de seiscientas (sic) páginas cada uno, con una multitud de láminas en cromo, fototipia, litografía y fotograbado”. Imprimió además unas láminas sueltas, de 32 por 25 cm, con una litografía coloreada del retrato de La Madrid y su firma al pie. También se acuñó una medalla conmemorativa: llevaba el rostro del prócer y la leyenda en orla “Centenario del Gral. Gregorio Aráoz de La Madrid. 1795-28 noviembre-1895”

LA EDICION. Portada del primer tomo, impreso por la editorial Kraft y costeado por el Gobierno de Tucumán LA EDICION. Portada del primer tomo, impreso por la editorial Kraft y costeado por el Gobierno de Tucumán

Cinco reediciones

Lástima que el gobernador Aráoz no llegó a ver impresas las “Memorias”, ya que murió repentinamente el mismo día del festejo -25 de noviembre de 1895- mientras presidía el banquete a las autoridades, en el Cabildo. El libro estaba aún en prensa, y por eso se pudo agregar al segundo tomo la crónica periodística del día, narrando el trágico suceso e incluyendo los discursos.

Creemos no exagerar, si decimos que esa edición de 1895 fue un auténtico suceso para la ciencia histórica argentina, y que haberla costeado es honroso para el Gobierno de Tucumán. Además, reiteramos, el cuidado que se puso en las ilustraciones, le otorga no poca importancia adicional.

Después, las “Memorias” se editaron cinco veces más, la ultima en 2007. Pero en ninguna se reprodujeron las ilustraciones, ni las noticias a su respecto. Y tampoco (salvo en la de Eudeba, de 1968, dos tomos con índice onomástico) los importantes documentos que agregó Carranza en aquella primera impresión.

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