A pie, de rodillas o a caballo para saludar a María

A pie, de rodillas o a caballo para saludar a María

El santuario de La Reducción recibió a miles de fieles que llegaron a cumplir promesas y manifestar la fe. Esfuerzo y devoción

DESDE BELLA VISTA. José Suárez saluda saluda a la Virgen luego de la peregrinación que lo llevó a La Reducción. LA GACETA / FOTOS DE ANALÍA JARAMILLO.- DESDE BELLA VISTA. José Suárez saluda saluda a la Virgen luego de la peregrinación que lo llevó a La Reducción. LA GACETA / FOTOS DE ANALÍA JARAMILLO.-
09 Diciembre 2018

Al costado de la ruta 38, un grupo de jóvenes veinteañeros avanza con sus mochilas en la espalda y gorras en las cabezas para protegerse del sol. Otros vuelven a caballo, por el camino inverso, vestidos como gauchos; hacen una parada en la sombra para refugiarse del calor antes del mediodía. Esto ocurre a la altura de San Pablo. En la ruta 301 se cruzan autos, camionetas, ciclistas, algunos carros y colectivos. El tránsito es intenso, tal como sucede cada 8 de diciembre, día en que los fieles se dirigen a La Reducción para venerar a la Virgen del Valle.

Pasando el río Lules aumenta el número de peregrinos. Por precaución, la Policía desvía el tránsito vehicular para evitarles contratiempos a los cansados feligreses que transpiran bajo el sol ardiente del sábado. Como una extensa feria al aire libre, a lo largo 200 metros, se aglutinan los vendedores que ofrecen todo tipo de productos: desde una imagen de la “Virgen Morena”, hasta chorizos a la parrilla, almohadones y gorras con los colores de Boca y River.

“Atención señoras y señores: aquí tenemos a $ 30 el cuadrito de la Virgen”, anuncia un hombre a viva voz para hacerse oír entre la multitud de feligreses. Frente a la puerta de la iglesia se forma una fila de 300 metros; los promesantes soportan el sol del mediodía, mientras avanzan lentamente hacia el templo.

De fondo suena música religiosa y alabanzas a la Virgen. De pronto, una voz anuncia que la próxima misa será a las 16. Quienes ya entraron el templo y saludaron a la Virgen salen a un patio para descansar sobre el césped, mientras recuperan fuerzas y toman un poco de aire fresco a la sombra de los árboles. En un extremo del predio se instala un gazebo con carteles de papel que ofrecen agua bendita para todos. Es gratis y cada uno de los fieles se acerca con una botella de plástico en la mano para recibir su parte.

Un grupo de entre 30 y 40 jóvenes camina como todos los años, hacia La Reducción. Transitan durante 12 horas desde Tafí Viejo hasta llegar hasta el santuario. Alrededor de las 4 de la madrugada, cansados, pero entusiasmados, entraron al predio de la iglesia. A las 6 participaron en la primera misa oficiada con la llegada de la luz del día.

Al mediodía, luego de reponerse, estiraron las piernas y emprendieron el regreso por el costado de la ex ruta 38. Cristian Toscanel es el líder del grupo, que va cargando una imagen de la Virgen del Valle a paso firme y constante junto al camino.

Avanzan con mochilas livianas cargadas en las espaldas. Llevan una remera con la inscripción que los identifica como taficeños. “Es nuestra madre y venimos a agradecerle y a pedirle que se acabe la droga también, porque está consumiendo a los chicos”, afirma Cristian.

Una vecina los saluda desde un costado y se acerca. Por un instante, el grupo detiene su marcha; la mujer estira su mano para tocar la imagen de la Virgen, luego se persigna y el grupo retoma la caminata. “En todo el trayecto -explica Cristian-, la gente nos para acercarse a la Virgen; por eso el viaje se hace más lento y tenemos que parar, porque para eso hemos sacado a la Virgen: para que bendiga a la gente en el camino”, agrega.

En carpas

En el patio de la iglesia, sobre el césped, hay gente que descansa a la sombra; algunos instalaron carpas para que los chicos se sientan más cómodos.

María Tula tiene 71 años. Orgullosa dice que llegó con toda la familia. Siete hijos (cuatro mujeres, tres varones), 22 nietos y cuatro bisnietos que se reparten en tres carpas a la hora del almuerzo. María recupera ánimo sentada en una reposera como si fuese un día de camping. Desde el barrio Santa Rita, en la capital tucumana, partieron el viernes a la noche.

El cielo se nubla y da un respiro a los feligreses, en especial a los caminantes. A punto de entrar al templo, Daniel Pelloso, se pone de rodillas y empieza a avanzar en esa postura. El sudor en la frente y el dolor en las articulaciones no son obstáculos para cumplir su promesa. A su lado, Paola González, su esposa, y las hijas de la pareja Karina (ocho años) y Joselina (cuatro) lo alientan para que pueda recorrer de rodillas los 80 metros que lo separan de la imagen de María.

Daniel fue siempre devoto de la Virgen. Desde niño la visita en La Reducción. Hace 12 años se casó con Paola y empezaron a hacer el trayecto juntos; cuando llegaron las niñas, las sumaron a la peregrinación. “La virgencita cumple y yo tengo que cumplir”, dice mientras adelanta una rodilla y luego la otra.

A pocos metros, sobre el césped, algunos toman mate en bombilla. Entre la multitud se mezclan los vendedores ambulantes. “Tres turrones por $ 20” repite uno de ellos. En la fila de fieles hay gente con camisetas de San Martín; otros, con los colores de Atlético Tucumán. Una madre y su hijo caminan lento dentro del templo. Se acercan al altar de la Virgen. José Suárez ayuda a su madre Ramona Guardia a cumplir su promesa. Tres días antes, la mujer se cayó y el golpe le dejó la mano izquierda inflamada. Pero no se queja del dolor, sino más bien del calor. “Ella es nuestra madre y aquí estamos para acompañarla, para pedirle, para agradecerle, para venerarla”, dice, mientras un nudo de emoción en la garganta la deja sin palabras.

Doña Ramona llegó desde Bella Vista con su hijo. En el patio, afuera del templo, hay feligreses que arriban con sus mascotas. Todos comparten el cansancio de la espera, pero tienen el entusiasmo del resto de los fieles, que llegan dispuestos a venerar a la Virgen como lo hacen año tras año, mientras la salud se los permite.

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