Presagios de un alfarero

Presagios de un alfarero

Camina por los precipicios del infinito. En el cuenco de su palabra titilan el principio y el fin. Sílabas de tiempo deshojan el universo. La genealogía del aire transita su olvido, se nutre de la memoria del silencio. Canta. La edad, presente que moja sus pies en un vino, que fluye por la garganta de la vida. Células de siglos adoban sus versos. La pesadilla de Dios se enamora del hombre. Abismos detenidos en la nada. Huesos que ejercitan su ser sin tregua. Soledad que conjuga el alfabeto del universo. Semillas de sangre extraviadas en los pestañeos del cosmos. Presagios que desnudan sombras de esteros. Magma de las probabilidades que sacude dudas primordiales. Recuerdos vaciados de historia. Morir una vida. Vivir otra muerte. El pasado es futuro en los sueños del ayer.

Mitologías de antepasados beben el polen de la eternidad. De la nada. Dioses mutilados en la piel de hombres perfectos. Embriones que leen constelaciones. Metáfora que pestañea en un átomo. Que desbarranca el presente del pasado. Codicia, mentira, poder, sucumben en el equilibrio de la sombra. Un asombro desbocado denuncia la injusticia de los astros. Abismo herético que rueda por los dedos de la urgencia. De la desesperación. Del amor. Verbo que crea el alma de mundo. Principio que muerde la cola del final. Oxímoron circular que abraza el tiempo del vacío y del todo. Estas palabras hurgan sueños santiagueños, cuando el alfarero Alfonso Nassif humedece la arcilla de su poesía en el vino de la creación.

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