Alcira, madre biológica, adoptiva y, a la vez, en tránsito

Alcira, madre biológica, adoptiva y, a la vez, en tránsito

Se inscribió en el Equipo de Asistencia y Adopción para cuidar a los bebés y terminó adoptando a una niña que no se adaptaba en otras familias

Lo anunciaba una pequeña nota en LA GACETA: “se necesita hogares de tránsito”. De inmediato recordó los ruegos de su hija: “¡mamá tengamos un bebé...!” Siempre le había dado los gustos a su hija, pero esta vez era imposible. Alcira Ortiz es soltera. “Pero quizás, si tuviéramos un bebé en forma transitoria María Carolina se sacaría las ganas de tener un hermanito”, pensó con ingenuidad.

Es así como se inscribió en el Equipo de Asistencia y Adopción como hogar de tránsito y, al poco tiempo, tuvo su bautismo de fuego. Gemelas. “Fue un verdadero revuelo en la familia. Vinieron mis hermanas y mis tías a ayudarme porque no daba abasto sola. Doble cambio de pañales, doble mamaderas, doble todo”, recuerda la hazaña. A los tres meses las bebés volvieron con sus padres pero ahí nomás llegaron los mellizos, de cinco meses. No bien se fueron los bebés llegó Jean Franco y después Alex. Todos bebitos, con sus pequeñas mañas para comer y dormir, que Alcira y Carolina logran descubrir instintivamente. Era como un juego. Ningún bebé se les resistía a sus mimos y canciones a la hora de dormir. Hasta que llegó Celina. Ahí cambió todo.

Parecía que tenía un pequeño retraso madurativo, además de estrabismo. Estaba desnutrida, todo lo que comía lo devolvía en el acto. Pasó por distintos hogares de tránsito y fue devuelta cuatro veces. “Pero esta nena tiene algo especial, que no tuvo ninguno”, decía Alcira. “Me decían que tenía Síndrome de Down. Era como una plantita, no se movía, y tenía los ojos bien achinados. Una vez escuché detrás de mí que una vecina comentaba con pena: pobre Alcira, esta chiquita no es de vida”, recuerda. Pero ¿como podía fallarle su probada intuición para estimular y sacar a flote a los bebés?

“Recién a los siete años Celina alcanzó su peso mínimo dentro de lo normal, a los ocho la operamos de estrabismo, y el retraso madurativo se le fue disipando con estimulación profesional. ¡En primer grado parecía que nunca iba a aprender a escribir ‘mamá’. Horas sobre el cuaderno. Hasta que por fin aprendió y nunca quedó de grado”, se enorgullece Alcira, que con Celina se convirtió en madre por segunda vez. La adoptó. Aunque los hogares de tránsito tienen prohibido quedarse con los chicos (porque hay un Registro Unico de Postulantes), este era un caso especial. Celina no había logrado adaptarse en otras familias que querían adoptarla y en la casa de Alcira encontró su lugar en el mundo.

Carolina recuerda que a Celina el miedo al abandono la persiguió hasta grande. “Dormía con la luz prendida; no quería estar sola; tampoco quería que traigamos otros bebés a casa”. Hasta que un día ella misma pidió volver a ser hogar de tránsito. La maquinaria del amor sin esperar nada a cambio volvía a girar. La primera en llegar en esta segunda etapa fue una niña de seis años que era terrible. Celina nos ayudó a controlarla, hasta el día que se la llevaron sus padres adoptivos.

Ahora Celina tiene 15 años y es una chica como todas. Buena hija y excelente hermana. Ella también participa en los cuidados de cada bebé. Ahora está Juan, de cuatro meses. “Su mamá es adicta, no sabemos nada más”, dice. Carolina le da la mamadera con infinita paciencia, porque Juan es muy nervioso y se ahoga. No pasa ni media hora que ya están los vecinos tocando la puerta para llevárselo y mimarlo un rato. Es así la casa de Alcina, un lugar donde el amor y el cariño crecen en forma silvestre.

“Cuando apenas salieron los planes sociales disminuyó el número de entregas o declaración de estado de abandono que hacen viable la adopción. Hoy ya no basta que la madre tenga una ayuda social para que el niño quede retenido dentro de su hogar. Hay otras falencias, otros disparadores, como la droga, la violencia doméstica familiar y de género y la falta de educación”, observa la vocal de la Cámara de Familia, Graciela Valls de Romano Norri, que fue directora durante 12 años del Registro Único de Postulantes a la Guarda con fines de Adopción, y a cargo momentáneamente de la presidencia, cuya titular es la doctora Ester Valderrábano de Casas, en uso de licencia.

“La situación se ha complejizado, muchos de los niños sin cuidados parentales quedaron con secuelas graves por desnutrición o por haber nacido de madre drogadicta porque no tuvo controles durante el embarazo. Tenemos muchos niños con retraso madurativo”, se lamenta.

La magistrada recalca que hubo un cambio de paradigma en el tema de adopción: “esta debe ser la última solución para el niño. Primero se intenta priorizar la familia de sangre, aunque no siempre sea la directa (papá y mamá) sino que también puede ser la familia ampliada (tíos, primos, etcétera) para que el chico quede en la familia de origen. Pero en ese intento de encontrar quien pueda hacerse cargo de ese niño el tiempo va pasando porque también hay que resolver situaciones de orden social. La mirada del juez siempre está puesta en el interés superior del niño”, define.

Otra de las problemáticas que complejizan la situación es la aparición de grupos hermanos. Nos encontramos con tres, cuatro, cinco hermanitos en la misma situación de desamparo. Es un gran desafío porque no siempre el postulante puede hacerse cargo de todos y la tendencia es no separarlos”, dice.

La situación más fácil se presenta cuando la madre hace una renuncia espontánea del bebé. Pero en la mayoría de las veces el tema es más complejo. “A veces sucede que esa madre nunca viene al proceso y cuando se hace la historia de ella se descubre que no es el primer caso de niño abandonado, sino que hay otros hermanos en igual situación. Estamos frente a una madre abandónica”, concluye.

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