¡Llamen a los bomberos!
UNA DIVA EN ACCIÓN. Larissa no deja de sonreír y posar para los fanáticos la retraten con sus teléfonos. LA GACETA / FOTO DE LEO NOLI (ENVIADO ESPECIAL) UNA DIVA EN ACCIÓN. Larissa no deja de sonreír y posar para los fanáticos la retraten con sus teléfonos. LA GACETA / FOTO DE LEO NOLI (ENVIADO ESPECIAL)
CÓRDOBA.- A veces cuesta creer cómo una sola persona causa semejante revolución. Larissa Riquelme no es Lionel Messi ni Neymar pero lleva tanta prensa como los cracks. Su lanzamiento al estrellato fue en el Mundial de Sudáfrica. "Allí todo comenzó para mí", recuerda la ahora modelo top y bailarina en el show de Marcelo Tinelli.

Una sonrisa, parece decir "Larisso", su acompañante amigo y quizás mánager, y el mundo cae perdido a sus pies. Perdido. Algo acertado está el amigo de Paraguay. La morocha, de delantera explosiva, no necesita salir con las pechugas al viento cual la peruana Daysi Araujo para robarse la atracción de los hombres. Su perfume hipnotiza a la turba, su sonrisa la asesina.

Unos amigos de Brasil rompieron las reglas con tal de acercarsele y mostrarle una bandera con una frase encantadora: "Larissa, nuestros celulares tienen frío, ayudanos". "Bueno, esa es una de mi cábalas", cuenta. El celular de la empresa telefónica que la patrocina está bien custodiado. "También uso una remera debajo de ésta que tengo puesta, siempre. A todos los partidos de Paraguay la llevo", afirma. "Ganamos", apostó en la previa y estuvo cerquita. Avisó que Nelson Haedo Valdez iba a hacer un gol. Larissa no te falla.

Vuelve a sonreír. "Me encanta recibir tanto cariño. Me siento muy feliz", agradece. Está en la cresta de la ola. Su carisma todo lo puede, así como sus promesas, tan escalofriantes como peligrosas. "Sí, hice una", dijo. "¿A ver, cuál?", repregunta buscando pimienta. "Mmm... Una producción en el campo de juego", señala con los ojos bien abiertos, algo tímida. Por su gesto, se viene una sesión onda las del famoso conejito blanco. "Ya hice cinco con ellos, en distintos países; espero hacerlo aquí, si se puede", le tira una pared a Hugh Hefner, amo y señor de la fábrica de fantasía erótica más grande del planeta. ¡Llamen a los bomberos!

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