"Alperovich necesita una oposición institucional"

"Alperovich necesita una oposición institucional"

El catedrático de la UBA asevera que el deterioro al que está conduciendo a la Argentina la administración Kirchner es escandaloso. Alertó acerca de que el fenómeno de acumulación del poder en la Provincia es sólo comparable con lo que ocurría en México con el PRI.

FIRME CONVICCION. Sabsay confía en que puede haber cambios después de los comicios del 28 de junio. LA GACETA/ANALIA JARAMILLO FIRME CONVICCION. Sabsay confía en que puede haber cambios después de los comicios del 28 de junio. LA GACETA/ANALIA JARAMILLO
24 Mayo 2009
Como todo lúcido constitucionalista, a Daniel Alberto Sabsay lo obsesiona que el poder esté controlado. Por eso, el deterioro institucional que advierte en el país lo alarma. No obstante, se ilusiona con la posibilidad de que la deliberación, propia de la democracia, se restablezca tras las elecciones del 28 de junio. Viejo conocido de Tucumán, donde tiene colegas y amigos, como Sergio Díaz Ricci, vocal del Tribunal de Cuentas, el profesor de la Universidad de Buenos Aires presentó el libro Unión o Secesión, de Julio Saguir, secretario de Planeamiento. Durante una entrevista con LA GACETA hasta se animó a apuntarle amablemente al gobernador José Alperovich que lo mejor que puede pasarle es que se fortalezca la oposición real.

-¿Cuál es su diagnóstico sobre la situación institucional?
-Lo que va dejando la administración Kirchner es un deterioro institucional escandaloso, que repite lo que se hizo en Santa Cruz. Durante sus años al frente del gobierno provincial, Néstor Kirchner apuntó los cañones para generar debilidad institucional, rotar jueces en el Superior Tribunal y modificar la Constitución para conseguir la reelección ilimitada, algo sólo posible ahí y en Formosa. En la Nación, caminamos hacia eso, porque se atacaron los mismos puntos neurálgicos para destruir los controles y la separación de los poderes, deslegitimar al Poder Judicial (con la reforma del Consejo de la Magistratura), y debilitar al Poder Legislativo.

-Ud. sugiere que los gobernadores que luego son presidentes trasladan el modelo institucional provincial a la Nación...
-Cuando son gobernadores defienden ese modelo desde una posición federalista; para mí, seudofederalista, porque sólo buscan privilegios personales y gobernar con muchos fondos para concentrar el poder. Esos gobernadores, frente a los municipios, operan igual que los presidentes frente a las provincias, y cuando llegan a la Nación se olvidan de ese federalismo que tanto cacareaban y se transforman en sus destructores. Hoy, como nunca antes, de los fondos coparticipables, la Nación se queda con el 75%.

-El afán por la hegemonía los lleva hasta a impulsar candidaturas ficticias o testimoniales...
-Así no sólo se estafa la buena fe de la gente sino que, además, se devalúa la elección legislativa. Se le dice a la gente que hay que poner toda la carne en el asador, porque se juegan el modelo y la gestión. Así, la elección legislativa no tiene importancia y da lo mismo que el elegido después no asuma. Por eso no se discute sobre la agenda legislativa, sino sobre un plebiscito ratificatorio, que no deja lugar a opciones, que la Constitución no prevé y que no es democrático, sino del tipo del que hacían los dictadores.

-¿Cómo se replica este ejemplo en las provincias?
-No es que en todas el modelo feudal sea exacto. Las hay más prolijas, con Mendoza a la cabeza. Allí es usual la alternancia, que el gobernador y los intendentes no sean del mismo signo político o que el gobernador no cuente con legislaturas afectas. Además, tienen una Corte Suprema de un nivel extraordinario, con juristas como Aída Kemelmajer o Alejandro Pérez Hualde. Aun con sus defectos, al lado de la mayoría de las provincias, es como estar en Suecia. Después, las situaciones más serias de hegemonismo (sic) se dan en Formosa, Santa Cruz y San Luis. En esta última el Poder Judicial fue arrasado, los miembros del Superior Tribunal son una especie de ballet, que va y viene, muchas veces desde el poder político; los únicos jueces que intentaron algún control fueron echados toscamente, y al Colegio de Abogados, que promovió acciones, se le quitó la personería.

-¿Y Tucumán dónde se sitúa?
-En una suerte de situación intermedia. No hay duda de que hay un gobernador hegemónico (sic), producto de una cultura que lo vota en elecciones libres de forma abrumadora; tal vez, en cantidad de votos, no hay otro caso igual. Esto es muy nocivo para la democracia, porque desequilibra totalmente la mínima noción de control. Pero hay un Poder Judicial que pudo controlar la reforma constitucional, que prácticamente había sido armada por el gobernador con una mayoría aplastante (en la Convención Constituyente). Esto, gracias a una acción judicial del Colegio de Abogados, al que a nadie se le ocurrió quitarle la personería?(sic) y que es un orgullo por un trabajo muy fuerte a favor de la independencia.

-¿Cuál es la conclusión?
-Hay hegemonismo, pero también un Tribunal de Cuentas que controla, lo que no es cosa común, ni siquiera a nivel nacional. Además, hay intelectuales, como Saguir, en el gabinete, cuando en otras provincias sólo se ven secuaces que siguen ciegamente al gobernador. Un intelectual, de por sí, es sospechado de que no sabe de política o de que tendrá una presencia en los medios que puede rivalizar con el gobernador. Aquí lo que se necesita, por el bien del sistema y de la gestión gubernamental, es la reconstrucción de la oposición, sin la que no puede haber un sistema democrático. El gobernador, que es un hombre inteligente, debería darse cuenta de que este consejo es constructivo. Cuando se genera un partido hegemónico de estas características, sólo parangonable con el PRI (Partido Revolucionario Institucional) en México y más allá de las obras sociales que hizo el PRI, que también son connotaciones de la gestión Alperovich, al mismo gobernante se le produce un serio problema: la oposición surge de manera salvaje de las mismas entrañas del partido oficial. Eso puede llegar a entorpecerle mucho más la gestión que una oposición real institucionalizada, que surja del intercambio de ideas según las reglas democráticas. 

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