El que asume la levedad del ser

Punto de vista por María Lourdes del Forno - Psicóloga.

CON RABIA. La frustración se esconde a menudo tras el malhumorado. CON RABIA. La frustración se esconde a menudo tras el malhumorado.
24 Mayo 2009

No podemos generalizar al "mal humorado crónico" ya que esta conducta es en cada caso causada por tan múltiples motivos, como seres humanos existen en el mundo. Sí, podemos diferenciar aquellas conductas que indicarían más una depresión, que una simple característica o rasgo de carácter.
Si hablamos de depresión estaríamos en el terreno de lo psicopatológico, ante lo cual el sujeto experimenta un padecimiento por lo que le ocurre, lo cual irrumpe en su vida habitual como algo extraño a sí mismo. O sea, estamos hablando de una conducta que extraña al sujeto y lo interroga sobre el origen, el porqué y el para qué.
Si hablamos del mal humor como un rasgo de carácter, esto alude a una característica de la estructura psíquica de ese sujeto, difícilmente modificable, y que segura- mente es un estilo de esa persona que lo identifica como tal, casi como un sello imborrable, que claro está, puede exacerbarse ante ciertas circunstancias propias del transcurrir en el mundo actual pero que no le provoca sufrimiento alguno, ni cuestionamiento posible. Afecta más a quienes se vinculan con esa persona, los cuales no ahorran críticas o quejas por su "modo de ser", pero sin percatarse que esa queja no podrá llevar a modificación alguna, siendo así una especie de pregunta retórica que no tiene respuesta, pues no llegan a oídos del malhumorado, ya que al decir de Freud "el carácter es la roca viva de la conciencia, es la mayor resistencia contra la cura analítica". De alli la afirmación que es lo más estable e inmodificable en un sujeto y que esa conducta singular y única no demanda análisis, porque no es sentido como ajeno al propio "yo" del sujeto. Así las personas con esta característica difícilmente llegan al consultorio buscando una solución a esta forma de ser.
Si hablamos de "mala onda" o de "malhumorado crónico" como un estado transitorio por el que atraviesa una persona en algún momento de su vida, no podemos hablar de un problema, el solo hecho de vivir en sociedad y en una cultura implica una infelicidad, en tanto no todo lo que uno se propone se logra, ya que vivir con "otros" y no en soledad, implica una renuncia a alguna necesidad, a alguna pulsión propia para así poder establecer un lazo social. Es propio de nuestra condición de seres humanos que "no todo se logre" .

Una utopía
Si a la mala onda le oponemos su antítesis "el feliz crónico" estaríamos en el terreno de algo utópico, ya que al decir de Freud en el "Malestar en la cultura", la felicidad surge de la satisfacción de necesidades acumuladas que han alcanzado una tensión elevada. Esta satisfacción sólo puede darse en episodios y no como una constante, ya que nuestra disposición psíquica sólo nos permite gozar del contraste (felicidad-infelicidad), y en escasa medida de lo estable.
Debido a nuestra constitución psíquica nos es menos difícil experimentar la desgracia, ya que el sufrimiento nos amenaza por tres lados: la caducidad del propio cuerpo, la supremacía de la naturaleza y la insuficiencia para regular las relaciones con otros hombres. El aislamiento voluntario es el método de protección más inmediato contra el sufrimiento que puede ocasionar las relaciones humanas.
La necesidad de ser felices en forma permanente es imposible de realizar, pero no por eso debemos abandonar los esfuerzos por acercarnos a su realización. Para ello podemos adoptar caminos muy distintos, debiendo elegir cada uno la manera en que pueda ser feliz , elección que dependerá del psiquismo propio de cada sujeto, aunque sepamos de antemano que ninguno de ellos nos llevara a "todo cuanto anhelamos", pero nos permitirá rozar la ilusión de la felicidad eterna.
Es así que invito a cambiar la visión del "malhumorado crónico" y no encasillarlo como aquel que reniega de la vida, sino considerarlo como aquel sujeto que disfruta de los contrastes de la vida, aun en su etapa más insoportable de infelicidad, y reconocerlo como aquel que desde el sufrimiento asume "la insoportable levedad del ser", condición ineludible de la vida.

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