Dio la vida por su esposo y por su hijo

HISTORIA DE AMOR. Al morir, la Difunta siguió alimentado a su hijo.  ARCHIVO LA GACETA HISTORIA DE AMOR. Al morir, la Difunta siguió alimentado a su hijo. ARCHIVO LA GACETA
14 Abril 2008
Entre 1840 y 1850, cuando el país se desangraba por la lucha entre unitarios y federales, Deolinda Correa se vio obligada a huir de su casa, ya que había quedado desamparada porque su marido había sido reclutado por una tropa montonera, y el comisario de la zona la acosaba continuamente.
La mujer decidió seguir el camino por donde había ido su marido, hacia La Rioja. Deolinda salió de la localidad de La Majadita, departamento 9 de Julio, de la provincia de San Juan. Llegó hasta Vallecito, donde el calor y la falta de agua la sobrepasaron. Se acostó en un cerro alto y acunó a su niño para darle de mamar. Así murió, pero el pequeño siguió alimentándose con la leche de su madre ya sin vida.
Unos arrieros que pasaron luego los encontraron. Enterraron a Deolinda en la cuesta de la sierra Pie de Palo y divulgaron la historia. Entonces, comenzaron las peregrinaciones a la tumba de la mujer que había dado su vida por su esposo y por su hijo.
Los arrieros primero, y posteriormente los camioneros, son considerados los máximos difusores de la devoción hacia la Difunta Correa y son, en general, los responsables de haber levantado capillitas en los costados de todas las rutas del país, cuyos altares presentan imágenes de la Difunta, en los cuales se dejan botellas de agua, a fin de calmar su sed.

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