Le llevan cigarrillos y copas de vino al Gauchito Gil

En el santuario de la Difunta Correa, los promesantes dejan botellas de agua, casas pequeñas, cuadernos, escarpines y cajas de leche.

UN EJEMPLO. Los seguidores del Gauchito Gil lo consideran como un amigo y le piden que los ayude en la vida. LA GACETA / ANTONIO FERRONI UN EJEMPLO. Los seguidores del Gauchito Gil lo consideran como un amigo y le piden que los ayude en la vida. LA GACETA / ANTONIO FERRONI
14 Abril 2008
Sus pequeñas manos colocan una vela ante la imagen de la Difunta Correa. Lucas Daniel, de seis años, la mira y dice "gracias" una vez más. Desde que dio sus primeros pasos, está acostumbrado a visitarla. Cada mes, su madre, Paola Guaraz, le lleva una caja de leche a esta "alma milagrosa" que, según dice, la ayudó a no separarse de su hijo. "Cuando era un bebé estuvo muy grave, a punto de morir. La Difunta lo salvó y ahora vengo a pedirle que le conserve la salud. Siempre me cumple", relata la joven con lágrimas en los ojos.
A pocos metros de ella, Fernando Silveira, baja de su bicicleta, deja un paquete de cigarrillos en el santuario del Gauchito Gil y se va. Todos los lunes hace lo mismo. "Le pido que nunca me falte el trabajo y siempre me ayuda. Por eso le traigo los puchos, para que se dé un gustito", afirma el joven. Pablo Soria, otro fiel seguidor, coloca una bandera roja antes de que empiece el partido que el equipo de sus amores está por disputar. "Vengo siempre para pedir que ganemos y, hasta ahora, mi santito no me defraudó", explica. Pablo cumple siempre el mismo ritual y asegura que por la suerte que le trajo, decenas de hinchas de su club siguen su ejemplo.
Cientos de devotos visitan todos los lunes los santuarios del Gauchito y de la Difunta Correa que están uno al lado del otro en la entrada del Centro Herrera de la UNT, en avenida Roca al 1.800. Estos dos "santos paganos" ganaron gran popularidad no sólo en Corrientes y en San Juan -sus lugares de origen-, sino que su culto se expandió hacia el resto del país y mantienen su vigencia intacta.
Por trabajo, por salud, para atraer a la suerte y al amor, para que el viaje sea seguro, para aprobar materias y para que los clubes ganen partidos. Estas son las razones de la mayoría de los seguidores que llegan hasta los santuarios. Aunque no faltan quienes tienen motivos especiales: "le pido que la Justicia perdone a mi hijo que está preso por un asalto y va a juicio. Sé que el ?Gauchito? vivió al margen de la ley y puede ayudarlo", relata Juana Vega.
Las ofrendas no son las mismas en cada santuario. El color carmesí predomina alrededor del Gauchito Gil. Cientos de banderas con leyendas y cintas rojas adornan el lugar. También hay yesos de quienes les pidieron por su salud, cuadernos de estudiantes que le rogaron que los ayudara en un examen y decenas de adornos de soldados sin cabeza. No faltan las botellas de cerveza, las cajas de fósforos ni las colillas de cigarrillo.
De repente, una mujer se acerca y deja una pequeña copa de vino. Prende un cigarrillo y lo coloca entre las manos del "santo", como le dice. "Mirá cómo fuma", señala Angela de Izquierdo, de 61 años. Todos los días le lleva puchos al Gauchito. "Siempre le pido muchas cosas para mi familia y él también se merece disfrutar. Escuché que le gustaba tomar y fumar; por eso le cumplo sus deseos", cuenta.
El tipo de ofrendas que los promesantes dejan a la Difunta Correa también dependen del favor que le piden. Hugo Ahumada depositó una botella de plástico llena de agua debajo de una vitrina donde hay una imagen gigante de la Difunta. "Vengo todos los lunes, desde hace dos años, para cumplir una promesa. Desde que empecé a creer en ella, todo lo que anhelo se cumple", afirmó.
Cada persona que deja una botella puede retirar otra. Según dicen, ella bendice el agua para que los fieles las lleven a sus viviendas. También le dejan medias, escarpines, zapatillas de niños, chapas patentes, correas de autos, cuadernos, dibujos, carteras y casas pequeñas de chapa o de madera.
"Le traje una casita en agradecimiento porque ella siempre protege la mía", detalla María Ester Robledo. "Tuve un accidente y quedé internada varios meses. Le recé tanto y ella siempre me ayudó. Por eso es que apenas pude levantarme le traje la patente del auto. Ahora vengo todos los lunes a prenderle velas", relata Víctor Medrano.
"Comencé a venir al santuario de la Difunta hace 23 años, cuando nació mi hijo menor, que tuvo un derrame cerebral; yo necesitaba fuerzas para afrontar la situación", cuenta Luisa Moyano, de 48 años. A partir de entonces, la Difunta se convirtió en un pilar sin el cual ella no se puede sostener. Incluso, fue una salida laboral, ya que montó, hace 18 años, un puesto de venta de velas al lado del santuario.
Moyano explica que cada ofrenda tiene su significado. "Los chupetes y zapatos de bebé son un regalo para el hijo de la Difunta, al igual que las cajas de leche. Los cuadernos son depositados por estudiantes o madres de jóvenes que piden o agradecen haber aprobado una materia. También dejan las ?promesas?, imágenes metálicas de partes del cuerpo o de objetos que se emplean tanto para pedir o para agradecer favores y milagros", enumera la vendedora.

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