08 Abril 2008
LA GACETA / JUAN PABLO SANCHEZ NOLI
Abren y cierran las puertas de los taxis; cargan las bolsas en los supermercados; hacen juegos callejeros y pasan la gorra. Trabajan sin descanso día y noche. Y viven de las changas que la gente les da a cambio de sus servicios. Las monedas que reciben, que para muchos significan muy poco, para ellos son todo. Después de la jornada laboral, cuentan las piezas de metal: juntan decenas para reunir los $ 20 que sacan en promedio por día. Con eso deben darles de comer a sus familias. Muchos preferirían tener un trabajo estable. Es el caso de Juan José Navarro, que tiene seis hijos.
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