Apretujados en una camioneta, los cuerpos muy próximos, la adrenalina desatada, ambos entendieron que el contexto invitaba al desliz. El tiempo que los labios del hombre tardaron en acercarse a los suyos bastó para que ella olvidase a aquel príncipe azul que se había ido a dormir tranquilo, creyéndola de fiesta con un par de amigas. "Bueno, divertida estaba", reconoce hoy María, protagonista y causante de un triángulo amoroso que duró lo que un beso largo.
La joven de 28 años desafía al mandato psicológico que indica que todo infiel carga su secreto con culpa. "Para mí, tener una aventura fue súper divertido. Recuerdo que, mientras besaba al tercero en cuestión, pensaba ?qué lindo?", admite. El embeleso se desplomó cuando la noche dejó de ser la única testigo de la pasión clandestina. "Nos vio un compañero de trabajo y me morí de miedo. Tenía terror de que lo comente delante de conocidos en común y mi novio se entere de la peor forma", comenta la muchacha, que ya no se relaciona ni con la víctima ni con el objeto del engaño.
El descuido de María sorprendería a la psicóloga Marta Gerez Ambertin, quien sostiene que, a la hora de los deslices amorosos, las damas suelen ser más sigilosas y astutas que los hombres. "Ellos son menos precavidos: no borran los mensajes de texto o dejan abierta la bandeja del correo electrónico. Por eso se cree que son más infieles, pero en realidad lo hacen tanto como ellas. Aunque ahora, con el avance del feminismo, las mujeres se permiten contarlo más", explica.
La especialista considera que una persona decide buscar a un tercero cuando la pareja no está funcionando. Y va más allá: opina que, de alguna manera, el engañado es cómplice de su propio infortunio. "Uno puede contribuir a que el otro se aleje no queriendo ver que la relación falla, desinteresándose por lo que le sucede al amado o pensando que no hay motivos para ir a la caza de un nuevo amor cuando, en realidad, siempre hay razones para estar insatisfecho", detalla.
Es justamente por eso que Gérez Ambertin recomienda que, ante el descubrimiento de la infidelidad, el engañado no se ponga en posición de víctima y, en cambio, entienda que él también ha contribuido a esa situación. "Debería preguntarse y analizar qué hizo para provocar la mentira. Es más fácil perdonar una aventura cuando se descubre que, quizá de manera inconsciente, se ha sido cómplice de ella", sugiere.
Sinceras y liberadas
La jueza de Familia Elsa Valderrábano de Casas comenta que alrededor de un 30 % de las causas que invocan los matrimonios en crisis para justificar un divorcio de presentación conjunta es el adulterio. Y, según observa, las damas han cobrado cada vez más protagonismo en la consecución de esta cifra.
"No estoy segura de que esto se dé por un incremento real de la cantidad de mujeres que engañan o porque hay un mayor sinceramiento de su parte", estima.