LA DESPEDIDA. “The old man and de gun” fue su último filme en 2018.
Hacer de la vida de Robert Redford un listado de sus mejores películas sería quedarse corto. Tal vez la síntesis más acertada de la existencia del artista que falleció ayer, un mes después de haber cumplido 89 años, puede encontrarse en la edición de la revista Time de 2014, cuando lo nombró como una de las 100 personas más influyentes del mundo.
Esa distinción excedía largamente su trayectoria en el cine, territorio que habitó con preferencia antes que el teatro, y que le dio proyección internacional durante 60 años: comenzó con un rol menor en 1960 en el filme romántico “Cuento alto” (un género que lo tuvo recurrentemente como protagonista) y cerró su carrera en 2020 en un doblaje de voz de “Omniboat: una fantasía de barco rápido”, estrenada en su principal legado en el campo artístico: el festival anual de cine independiente de Sundace, un revulsivo que impulsa el cambio generacional y conceptual en la industria y que fue concentrando cada vez más interés y miradas como semillero de lo nuevo.
“EL CHICO DE ORO”. Robert Redford apostó a ser más que un galán.
Indiscutiblemente, Redford fue un galán con todas las letras, con un atractivo físico y una de las miradas seductoras más impactantes de la gran pantalla, Pero también fue el valiente artista que decidió romper los moldes que lo encorsetaban en un solo y previsible rol, y animarse a investigar todas sus potencialidades.
Si la comedia le salía naturalmente, se adentró en el drama y en la tragedia; si lograba que sus coprotagonistas femeninas en la ficción cayesen a sus pies, se las ingeniaba para desafiar lo moralmente aceptable y poner en crisis las relaciones maritales; si el status quo político indicaba ir en una determinada vía, lo cuestionaba mostrando el detrás de escena de la construcción de un candidato o la mentira de los discursos institucionalizados.
Con justicia, AFP lo define como un ícono del cine “con su insolente belleza, que encarnaba un ideal del Estados Unidos ambientalista, comprometido, independiente y próspero”. “Demócrata convencido, defensor de las tribus indígenas y los paisajes nativos, el vaquero de largos cabellos dorados buscó toda su vida forjar su propio camino, a cierta distancia de Hollywood. También trabajó para los grandes estudios, que le ofrecieron unos 70 papeles, siete de ellos bajo la dirección de Sydney Pollack. En su mayoría fueron personajes positivos, comprometidos, románticos, simpáticos incluso cuando encarnaba a ladrones. La Academia nunca le premió un papel concreto, pero le otorgó el Óscar a mejor película y mejor dirección en 1981 en su debut como realizador con “Gente como uno” (el primero de sus nueve producciones como director) y le concedió en 2002 una estatuilla por toda su carrera”, se añade.
EL ÚLTIMO DISPARO. El final de “Butch Cassidy and the Sundance Kid”.
El cable resalta que su imagen glamorosa siempre le molestó. “Soy un chico común y corriente con cabello rubio”, pregonaba, recordando que nadie lo consideraba guapo cuando era un desconocido y estaba desempleado. El “chico de oro” llegó a afirmar que su físico podría haber obstaculizado su talento, pero en los 1970 fue el rey de la taquilla. En simultáneo, optó por “refugiarse cada vez más en la naturaleza”: construye una casa y una vida en las montañas de Utah, al que bautiza “Sundance”, en homenaje a “Sundance Kid”, el personaje inmortalizado en la película que compartió con Paul Newman.
“No quería la fama. Me cayó encima y me vi obligado a aceptarla”, confió en 2013 a la revista francesa Télérama. Y para desafiarla en los hechos, lejos de los dictados de los grandes estudios, creó en 1981 el Instituto Sundance, un laboratorio para jóvenes directores estadounidenses y extranjeros en el que cuatro años más tarde nació el prestigioso festival al que le dedicó todas sus ganancias y donde comenzaron a hacerse conocidos Quentin Tarantino, Robert Rodríguez, David O. Russell, Steven Soderbergh y Jim Jarmusch.
“Sin ser un revolucionario, le gustaba cuestionar el poder, las instituciones y las sirenas del dinero. En 2018, justo después de ‘The old man and the gun’, el octogenario actor con el rostro curtido por el sol y el viento del aire libre, anunció su retiro y su regreso a la pintura, su primera vocación”, añade la agenda francesa. Luego de esa despedida, sólo dobló voces o hizo una breve aparición en “Vengadores: Endgame”.
La crónica dice que Redford murió mientras dormía. Es más hermoso pensar que lo hacía cuando soñaba con un mundo mejor, amaba a la más bella o recordaba algún épico duelo a pistola.
Miradas sobre una estrella
Lili Juárez (actriz)
“África Mía” es mi película porque fue el protagonista masculino, con una actuación que me enamoró. Su sonrisa mágica. Sus personajes sólidos, amigables. Nos deja un destello luminoso eternamente.
Rolo Andrada (actor, director, docente)
Además de ser un gran actor, fue gran gestor cultural del cine independiente y una gran persona. Un ser admirable.
Ignacio Hael (actor, docente, director, gestor de El Atelier)
No puedo evitar preguntarme qué significa Redford para los que empezamos, los que insistimos y los que creemos en un arte que trascienda. No fue sólo una cara bonita de Hollywood o un galán de los 60 y 70; fue un puente, un constructor de espacios donde lo independiente no era sinónimo de marginal, sino de posibilidad. Supo construir una carrera que fue más allá de lo mediático. Protagonizó películas emblemáticas y fue director de obras sensibles. La transición -de actor a creador que gestiona, induce, genera oportunidades- me conmueve especialmente. Sabemos lo difícil que es levantar algo propio, sostenerlo y mirar hacia adelante sin depender de una gran producción. Él nos enseña que la vocación debe ir acompañada de la iniciativa. Encendió faros para cineastas que no querían -o no podían- plegarse a la maquinaria comercial. Ahí, entre márgenes, nació algo poderoso: historias distintas, voces nuevas, formas que retan el molde. En nuestra realidad local, donde los márgenes equivalen a invisibilidad, nos deja el ejemplo de que lo independiente no está en decadencia ni en subalternidad: puede ser el origen de una renovación cultural. Se comprometió con causas ambientales, hizo uso de su voz pública, construyó un legado que trasciende la actuación para interpelar cómo vivimos, qué mundo queremos. Eso añade densidad a su figura: ser artista no sólo para entretener, sino para sembrar conciencia. Nos recuerda que la constancia, la humildad, el respeto por la obra y por quienes vienen detrás vale tanto como el aplauso. En un momento de polarización, de tiranía del éxito inmediato, su vida es un libro abierto que dice: crear es resistir, persistir, abrir ventanas, construir comunidad.
Víctor Hugo Cortés (director, dramaturgo, actor)
Tres escenas inmortalizan su legendaria figura: el final de “Butch Cassidy and the Sundance Kid”, con Paul Newman, donde ambos forajidos salen a enfrentarse a un ejército sabiendo que no hay escapatoria, con el plano congelado de ambos disparando justo antes de ser abatidos; en “El golpe” fue el joven estafador que planea una farsa, clase magistral de guión y actuación; y “Propuesta Indecente”, como el multimillonario que ofrece un millón de dólares para pasar una noche con la esposa de otro hombre y desata un dilema moral que marcó a una generación. Con una enorme personalidad y una brillante carrera, fue uno de los grandes.
Federico Cerisola (actor)
Conocido y celebrado mundialmente, fue activista ambiental y creador del festival Sundance, que subvenciona a nuevas promesas del cine. Tuvo la valentía de nombrar a colegas con los que tenía profundas diferencias y desencuentros exponiendo sus razones, como Marlon Brando, Clint Eastwood y Barbra Streisand, entre otros. No le fue ajena la censura que también lo tocó cuando se lo relacionó con movimientos antiestadounidenses y le cerraron puertas. Con polémicas o sin ellas, con amores y rencores, con adeptos y detractores, con aciertos y errores, trascendió épocas a través de la pantalla grande. Hoy la industria lo llora y seguro lo extrañará.
Eduardo Ruiz Pesce (crítico, creador de la Linterna Mágica)
En la historia del cine se impuso lo que se llamaba el Star System de los grandes nombres. Y lo que introdujo revolucionariamente Redford con su festival Sundance es algo fundamental para darle alas a lo independiente que no podía ceñirse a la adocenada y premoldeada manipulación que apartaba al cine de su carácter creativo y artístico. La lista de sus épicos éxitos en pantalla se une a su compromiso como activista ambiental. Luchó para preservar el paisaje natural y los recursos de Utah, llegó a intervenir ante un panel celebrado en la ONU sobre cambio climático y el presidente Barack Obama le otorgó la medalla presidencial de la libertad, el mayor honor civil de su país.
Guillermo Montilla Santillán (actor, dramaturgo, director)
Hay algo en su vida, en sus búsquedas o en su coherencia artística que resuena con fuerza en aquellos que creemos en el arte como contrapeso indispensable a la locura y al impulso destructor de la especie. Con su fama, pudiendo seguir el transitado camino del hedonismo tan presente en nuestros tiempos, apostó por otro cine, creó un circuito alternativo para otras miradas, muy apartado de sus logros en Hollywood. Me pregunto: ¿por qué hacemos lo que hacemos? ¿Por el “oro” que es la fama, la exposición? ¿Por el bronce, la trascendencia, el proyecto? ¿Porque nos gusta -simplemente- con espíritu lúdico? ¿Porque encontramos en el arte un canal que nos contiene colectivamente en nuestra individualidad?
El legado
“El golpe”: una comedia con vueltas
En 1973, Robert Redford logró su única nominación al Oscar como actor por el simpático estafador de “El golpe”, al que no lo movía el dinero sino una justa venganza. La dupla que construyó con Paul Newman funcionó a la perfección, tal como había ocurrido cuatro años antes con el mítico western “Butch Cassidy and the Sundance Kid”, en una dupla inolvidable.
“El gran Gatsby”: un romántico trágico
La gran novela dramática de 1925 de F. Scott Fitzgerald tuvo varias versiones en la pantalla, pero la protagonizada por Redford es imborrable. Fue el millonario atormentado y frustrado en búsqueda de un amor que nunca alcanza, y que tiene un final trágico para redondear una historia romántica que encerraba, en sí misma, la descripción de una época decadente de EEUU.
El mejor director: "Gente como uno"
Redford debutó como director en 1980 con la extraordinaria “Gente como uno”, que le valió el Globo de Oro y el Oscar por ese rol (su otro Oscar fue honorífico) y a mejor película, al narrar la desintegración de una familia tras la muerte accidental de un hijo y el intento de suicidio del otro. Entre otros, dirigió “La compañía que mantienes”, “El conspirador” y “Leones por corderos”, filmes políticos.
“África mía”: un amor inolvidable
La filmografía romántica de Redford es extensa con grandes títulos, desde su debut con “Descalzos en el parque” hasta “Nuestras almas en la noche”. Indiscutiblemente “África mía” tiene un lugar privilegiado en esa lista, con la química irrepetible que alcanzó con Meryl Streep. En esa nómina aparece “Propuesta indecente”, donde quiere pagar para pasar una noche con la casada Demi Moore.
Caso Watergate: la renuncia de un presidente
Si con Newman protagonizó filmes célebres, con Dustin Hoffman consumó la película de intriga política por excelencia de todos los tiempos, basada en hechos reales. “Todos los hombres del Presidente” narra la investigación periodística del caso Watergate, que devino en la caída de Robert Nixon. El pulso de thriller impuesto por el director Alan Pakula redondeó un guión compacto.
El héroe: “El último castillo”
En muchas películas hizo de espía o militar, lista que incluye a “Tres días del cóndor”, ”Juego de espías”, “Un puente demasiado lejos”, o “El último castillo”, producción con la particularidad de que es un oficial de alto rango detenido en una brutal cárcel. Allí se transforma en el héroe inesperado, que organiza una rebelión interna para que los presos sean respetados ante el despótico director del penal.












