Las urgencias de la vida diaria le suelen dar lecciones prácticas a los cruzados defensores de los sistemas económicos, se llamen colectivistas o libertarios. Como cualquiera de los lectores, también los políticos en su vida personal (y este periodista otro tanto) disponen de un ingreso mensual, ya sea fijo o variable, que utilizan para atender los gastos del día a día que, lógicamente, serán de mayor volumen cuanto más ganan. Si se puede, todos a su nivel, buscan siempre encarar algo extraordinario o quizás hasta pueden ahorrar, pero siempre bajo la regla del equilibrio y así, el día a día de una familia se asemeja muy bien al devenir económico de un país que recauda y gasta.
En general, sin tantos requisitos formales como seguir un presupuesto escrito, pero con sentido común, las personas suelen distribuir lo recibido a fin de mes con algún orden de prioridades y cuando no alcanza o hay algún gasto impostergable que realizar, como por ejemplo compras no previstas y urgentes en la farmacia debido a alguna enfermedad, saben muy bien que lo primero que hay que hacer es anular o postergar otras cuestiones no prioritarias y compensar la billetera. Es algo que todos hacen (hacemos) naturalmente, antes de pedir prestado o de buscar otro ingreso.
El fondeo para atender situaciones de discapacidad que el Congreso aprobó y luego el Presidente vetó porque desequilibra el esfuerzo fiscal, lo mismo que ahora ha sido rechazado por las dos Cámaras y vuelve a la situación original, nunca tuvo de parte de nadie del mundo de la política la misma solución que le dan los particulares a los imprevistos, cuando hay gastos no calculados que atender. Pasaron las semanas y se pasaron la pelota, los legisladores sin mover un dedo para encontrar partidas sustitutas y el Ejecutivo sin dar el brazo a torcer.
Para hacer más dramática la situación, las anteojeras de la elección consiguieron que todos los políticos por igual se subieran a la disputa, en el Congreso, para herir al oficialismo y entre estos para no mostrar mano blanda, sin sentarse a pensar qué se podía hacer para ir a un término medio que cancelara los abusos, pero que no desprotegiera a los necesitados de esa área tan crítica. Más allá de que la salud de la economía ha mejorado a partir del esfuerzo fiscal, este tipo de situaciones no se puede asimilar a reglas rígidas y por eso, lo que se le exige a la política toda es que alguien haga un recorte en otro lado para que los fondos que se van a dedicar a una situación de emergencia, que involucra casos tan delicados, fluyan.
Había que rascar el fondo de la olla y no se escuchó una sola voz dispuesta no sólo a hacerlo, sino siquiera a proponerlo con racionalidad y sin chicanas. Como dice el Gobierno con razón, las elecciones metieron púa, pero el caso es tan sensible que los votos llovieron para voltear el veto presidencial y no pareció que fuese, salvo casos muy aislados, por empatía hacia la situación. Y si desde el Palacio de Hacienda no se explicita de dónde puede salir el dinero aunque no le corresponda, es responsable también. Era una buena oportunidad que tenía el Gobierno para mostrar además cierta viveza política, antes de dejarse madrugar.
Que el caso de los audios que se le grabaron al exfuncionario Diego Spagnuolo haya sido en el área de Discapacidad le dio mayor visibilidad al tema sin ninguna duda. por aquello de que la plata se va siempre por el canal de la corrupción. Antes de negociar una solución, los opositores más acérrimos buscaron sangre y el Gobierno se cerró en defensa de Karina Milei. Ni que decir del Gordo Dan, quien le echó un balde extra de porquerías al poco apego que muestra el Gobierno a la hora de ponerse en el lugar del otro, ofendiendo al senador Luis Juez y a la discapacidad de su hija. Un brete extra para el oficialismo, pero una gran piedra extra en el zapato de toda la política.
Es que el calendario ha trastornado las voluntades de tal forma que ha generado una degradación inconcebible. Este domingo es una estación muy importante y la caza de votos es tan draconiana que el piso de todos se mueve cada vez más, ya que en la provincia de Buenos Aires, el distrito más populoso del país con más de 14 millones de potenciales votantes se dará “la madre de todas las batallas”. Este es el número que habrá que recordar a la hora de verificar cuántos no fueron a votar, cuántos lo hicieron en blanco o anularon su papeleta. Tampoco ayuda a la consideración participativa las maniobras autogeneradas desde ambos lados de la grieta, como las peleas a muerte dentro del PJ y las exigencias del Gobierno para invisibilizar a sus aliados.
Otro elemento que puede bajar las ganas del electorado es que muchos han advertido el deseo por igual de ambas fuerzas mayoritarias de confundirlo todo para polarizar entre ellos y no se quieren prestar. Se ha trabajado desde los dos lados para meterle en la cabeza a la ciudadanía que ésta es una opción entre kirchnerismo y mileísmo y no una elección de bancas para darle al Congreso bonaerense una nueva fisonomía. En números generales, en el total de la provincia de Buenos Aires se van a elegir 46 diputados y 23 senadores para ocupar los lugares a cubrir y de ellos 19 (41%) más 10 (43%) los arriesgará el peronismo respectivamente en cada Cámara.
La cuña ideológica, del más rancio origen populista, ha tenido también de los dos lados aspectos comunicacionales comunes, como por ejemplo generar confusión con el modo de ponderar la elección, si es a través de la cantidad de los votos conseguidos y de sus respectivos porcentajes o si el mayor o menor éxito se deberá medir en cantidad de bancas que será, en definitiva, lo que le va a otorgar mayor o menor confort al gobernador Axel Kicillof en lo que le queda de mandato.
Medir por bancas ganadas o perdidas también valdrá en octubre para evaluar la conformación de cada Cámara a nivel nacional, pero en Buenos Aires la cosa se complica todavía un poco más porque no hay un único distrito donde se suman los votos, sino que son ocho, cada uno con realidades diferentes y en algunos casos, diametralmente opuestas. Es decir que, si de mínima, el gobernador no consigue reponer tales números habrá perdido fuerza legislativa.
En materia provincial, hay que tomar en cuenta que no en todos lados se votará lo mismo para la cobertura de los escaños legislativos. Por empezar, en cuatro de esas ocho secciones (1ª, 4ª, 5ª y 7ª) se eligen solamente diputados y en las otras cuatro, nada más que senadores, por lo que los resultados ya de por sí no son homogéneos si se los suma linealmente. Además, cada Sección Electoral bonaerense tiene sus particularidades, algo que va más allá de los concejales de cada localidad y de los aparatos que los intendentes van a empujar para no quedarse huérfanos en los 135 Concejos Deliberantes.
Por otra parte, no todas las secciones renuevan la misma cantidad de lugares ni tienen la misma densidad poblacional. Aún si se contabilizara por sello partidario, los padrones son bien diferentes con particularidades numéricas importantes: por ejemplo, la 1ª y la 3ª Sección juntas, ambas del Conurbano una al Norte y la otra al Centro-Sur (menos La Plata) representan 70% del padrón y las otras seis, el 30% restante. No son lo mismo tampoco socio-económicamente hablando: hay muchos votantes de clase media y alta en el norte de la CABA (1ª), pero a medida que se sigue hacia el sur aparecen los que más sufren en materia de ingresos, trabajo, educación y seguridad y hay muchos distritos donde se hacinan los marginales (3ª).
Más hacia el norte provincial, en la 2ª Sección, hay clase media con base agroindustrial y en la 4ª, en el ángulo con Santa Fe y Córdoba, predominan las clases rurales, con agricultura y ganadería de alta productividad y fuerte peso del complejo agroexportador. La 5ª sección abarca toda la Costa, hasta Tandil; la 6ª va desde el pie provincial al norte, con Bahía Blanca como eje; la 7ª ocupa el centro bonaerense (Azul, Olavarría, Bolívar) y la 8ª sólo la ciudad de La Plata, con apenas 4,5% del padrón. Como se observa, nadie podrá sacar una conclusión definitiva el domingo por la noche, más allá de los triunfalismos, porque cada uno podrá dar una primera versión que se deberá consentir hasta poder pasarle el peine fino a la elección.
Por último, otro contrapeso para el gobierno nacional. Aún considerando que los precios del dólar y de los bonos sobre todo y el nivel que alcanzaron las tasas tiene que ver mucho la mala praxis que ha exhibido el equipo económico, esta elección provincial llega envuelta en cierto temor de los mercados ya mirando a octubre: que la historia empiece a repetirse en relación a 2019 y que el kirchnerismo vuelva a despertarse. La mayor parte del mundo de las finanzas cree en el modelo de libertad y no puede consentir –los bancos en primera línea- que el equipo económico maneje las variables “como lo hubiese hecho Massa”, se suele exagerar.
Pese a todos los ruidos que le han llegado desde el Congreso y de la City, el gobierno nacional está dispuesto a demostrar que puede ganarle al kirchnerismo en su bastión principal y ponerle “un clavo en el cajón” para esperar las legislativas de octubre. Como siempre todo dependerá de la gente y lo ideal sería que, también por miserable, tanta confusión inducida no mute una vez más en desesperanza.










