3 de mayo: santos cruzados, evangelizadores y una reliquia que divide aguas

Cada 3 de mayo, el santoral conmemora a dos figuras claves del cristianismo primitivo: Santos Felipe y Santiago el Menor, ambos apóstoles y mártires. La fecha también está marcada por una tradición antigua que atraviesa la historia europea y latinoamericana: la festividad de la Invención (o hallazgo) de la Santa Cruz, una celebración que durante siglos encendió debates entre devoción, leyenda y política eclesial.

San Felipe fue uno de los primeros discípulos llamados por Jesús. Originario de Betsaida, aparece varias veces en los Evangelios, en escenas que revelan su cercanía con Cristo. La tradición sostiene que predicó en Asia Menor y fue martirizado en Hierápolis. Santiago, por su parte, era primo de Jesús y líder de la comunidad cristiana de Jerusalén. Autor de una de las cartas del Nuevo Testamento, fue apedreado hasta la muerte alrededor del año 62.

Pero el 3 de mayo también estuvo, durante siglos, asociado a una de las reliquias más veneradas del cristianismo: la Santa Cruz en la que murió Jesús. Según la tradición, fue Santa Elena —madre del emperador Constantino— quien la descubrió durante una peregrinación a Jerusalén en el año 326. Este hallazgo dio lugar a una fiesta litúrgica conocida como la “Invención de la Santa Cruz”, que tuvo un fuerte arraigo popular, especialmente en América Latina.

Aunque el Concilio Vaticano II suprimió esta festividad del calendario oficial en 1960 —para unificarla con la Exaltación de la Santa Cruz, el 14 de septiembre—, aún se conserva en distintas celebraciones populares: en México, por ejemplo, es el día del albañil, con bendición de herramientas y cruces decoradas; en Perú y Bolivia se celebran procesiones cargadas de sincretismo; y en algunos pueblos del noroeste argentino la fecha se mezcla con ritos indígenas y danzas tradicionales.

Así, el santoral del 3 de mayo enlaza apóstoles bíblicos con leyendas medievales, teología con cultura popular. Entre cartas, cruces y martirios, la jornada recuerda que la fe también viaja por caminos de tierra, memoria y símbolos compartidos.