Custer - El clásico que se adelantó a los reality shows

30 Sep 2018
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Ilustración de portada

Custer no puede quejarse. Ella firmó el contrato para que conviertan toda su vida en ese show televisivo que se ha convertido en un éxito. Tampoco puede ver esa cámara que la sigue a todos lados, sin embargo Custer está más o menos acostumbrada a esa vida que convirtió primero a la larga en un fenómeno mediático. Hoy en día la idea puede sonar poco original, e incluso obsoleta por pasar por edición antes de salir al aire. A mediados de los ochentas, esta serie se adelantó a los reality shows en las páginas de Zona 84. 

En palabras del propio Carlos Trillo, cuando Custer fue publicada, la idea de una vida mediatizada era todavía algo del campo de la ciencia ficción. No por nada el mundo en el que se mueve, tiene mucho de cyberpunk, y la degradación sociocultural al extremo común en el género. Allí las empresas pueden vender tranquilamente un producto diciendo que da cáncer pero no engorda. También es normal ver espectáculos extremos en los que vayan descuartizando durante varios conciertos a una chica, solamente para tener un poco más de fama y dinero. Por eso no sorprende que la mayoría de los personajes secundarios se acercan a Custer para aprovechar la fama del momento. Algunos incluso están preparados por la misma cadena para darle más dramatismo a la serie.  

Carlos Trillo siempre se destacó por lograr definir la psicología de sus personajes en muy pocas viñetas. Algunas son muy complejas, como la de Custer, que a la larga se termina convirtiendo en una figura trágica incapaz de soportar esa vida mediatizada. Algunos dejan ver un grado de humanidad muy interesante dentro de la degradación que perfila en las páginas de este cómic. En la segunda mitad, estos personajes comienzan a converger de una u otra manera, a veces muy original, por lo que termina siendo una obra muy redonda.  A nivel técnico, sorprende mucho la voz en off que va dando indicaciones para editar y manipular lo que pasa de acuerdo a las necesidades de la cadena. De repente una conversación se convierte en algo completamente distinto, o la misma vida de la protagonista termina siendo lo que ellos quieren. En cierto sentido, esto le va dando su peso más allá de la ciencia ficción, para abordar el terreno de las obras de anticipación por su riqueza y complejidad. 

Uno de los dibujantes con los que mejor química tuvo Trillo, fue Jordi Bernet. Su estilo más bien urbano, orientado al noir funciona perfecto para esta historia. Le da un aire a serie televisiva clásica, en donde no faltan la melancolía y las secuencias sórdidas que terminan de configurar ese entorno. Algo en lo que siempre se caracterizó Bernet, fue en poder dar vida a secuencias muy violentas, e incluso sangrientas sin que molesten. La sutileza con la que se maneja en estas viñetas, hace que lo que está implícito, se vuelva algo elegante, hasta nostálgico. Un amigo me comentó que si hay algo que le molesta de trillo, es que siempre se las arregla para que aparezca una mujer desnuda en sus viñetas. En Custer se ríen de eso, pero las ilustra con mucha sensualidad. De nuevo se ve la elegancia gráfica, y lo que podría ser fácilmente pornográfico, queda en el terreno del buen erotismo. 

Si bien vivimos rodeados por lo mediático, muchas veces peca de dejar de lado el lado más humano. En esas fórmulas que se repiten hasta el hartazgo, en las que vemos una y mil veces lo mismo, se ha perdido mucho del plano artístico como lo señalaron en su momento Adorno y Horkheimer. De lo expresivo y personal queda poco. Es decir, los reality shows han pasado a ser productos vacuos carentes de emoción. En las páginas de Custer no es esto lo que se predice, pero tiene la emoción y la carga artística que los realities jamás han tenido. 

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