Artistas del NOA - Pablo Iván Ríos

10 Nov 2015

Falta poco para que termine el día del dibujante en Argentina. En las redes sociales hubo algo de ruido, pero siempre centrado en los fanáticos de la historieta y a esos curiosos a los que les llama la atención. También están los que comparten todo porque alguna deidad de internet los obliga, pero son de otra especie. Sea como sea, los miembros de la  Asociación de Dibujantes Argentinos, eligieron esta fecha para conmemorar el aniversario de la muerte de uno de los artistas gráficos más grandes del cómic mundial, Alberto Breccia. Uruguayo de nacimiento, argentino por adopción. 

Hoy podría hacer un recorrido por los mejores dibujantes de cómics. Hablarles de esos monstruos de las viñetas que me ponen la piel de gallina, pero hay muchos artistas locales que van a lucirse más en este espacio. Atentos, porque una vez por mes va a aparecer un artista nuevo que puede sorprenderlos y tal vez, se lo cruzaron en algún lado. Hoy le toca a Pablo Iván Ríos, uno de los fundadores de la revista de humor Papalú, tallerista y artista notable.  

 Nuestro héroe es una mezcla extraña. Cuando hace tiras de humor encontramos un poco de Lucas Varela y otro poco de Gustavo Salas. Si leyeron alguna de sus obras y lograron sobrevivir, van a saber que mezclarlos es casi un juego de alquimia. Ríos lo logró sin perder su impronta. Gracias a sus historietas me di con humorista gráfico bastante interesante, que tenía un estilo para explotar, pero no le di mucha importancia más allá de sus obras en Papalú. Por suerte, los azares de la vida llevan a revelaciones interesantes. Una amiga, también fanática del cómic me habló de Iván y me mostró otras de sus obras. A pesar de que lo conocía por su lado cómico, tardé bastante en relacionarlo con su otra faceta. Era prácticamente otro artista, uno con una personalidad melancólica y una técnica de pintura notable que tiene mucho de la cultura mainstream contemporánea.  En sus obras hay mucho de Star Wars, paisajes post apocalípticos, algunas reminiscencias a Mad Max y muchos autos entre otras cosas. 



¿Cómo nació tu pasión por el dibujo y la historieta? 

Crecí leyendo toneladas de revistas Anteojito, D´artagnan, Gilgamesh, Savaresse, Patoruzú, Capicúa, Popeye y un montón más. Cuando me quise poner de pie, el olor de la tinta impresa sobre las hojas de esas revistas, ya me había knockeado.

Y así siguió la vida. Con más ficción que realidad. Y los límites se fueron desdibujando uno a uno, mientras se dibujaba otra cosa ya inasible. Y la realidad pegó primero cuando no me dejaron ir a la Escuela de Bellas Artes y después cuando decidí seguir la Facultad de Artes.

Lo que yo conocía por familia se borró para siempre.

-¿Qué artistas te influenciaron? ¿Cuáles son los que más te marcaron? 

Al ser un artista especial que dibuja y guiona historietas y que a la vez es ilustrador y pintor (de esos que hacen muestras y pintan sobre telas y esas cosas) fui influenciado por muchos maestros. Pero claro, tengo una banda de favoritos. Me encantaba el dibujo lleno de rayas de Leopardi, Lucho Olivera, Enrique Breccia. Me enloquece la pintura de Wayne Thiebaud, Caravaggio, Veermer, dominique Ingress, Sorolla… y tantos que me mareo. Me envolvía la manera de escribir de Robin Wood, de Ferrari, de De Santis... Y entiendo que Frank Frazzetta, uno de los ilustradores más extraordinarios que he visto en mi vida se funde en el magma de los pintores impresionistas que nunca dejan de sorprenderme.

-En cuanto al crecimiento artístico, ¿Cuándo notaste un antes y un después en tus ilustraciones? 

Al ser un productor artístico que trabaja diariamente muchas horas al día a los saltos de crecimiento sólo puedo percibirlos cuando se detiene la marcha y veo los trabajos anteriores. Hay algo que se está moviendo continuamente. Siempre se crece. Sé que no soy el mismo de hace tiempo atrás. Pero todavía no he llegado a ser lo que desearía llegar a ser. Siento que falta muchísimo. Me gusta este camino.

-¿De qué manera influyó en tus dibujos tu labor docente? 

No soy un docente de escuela primaria, ni secundaria. Tengo mis propios alumnos en mi taller y enseño lo que puedo a cuanta persona se acerque. Me encanta compartir mis experiencias. Eso sí, soy más exigente que un sargento japonés de la segunda guerra mundial. Esas libertades han hecho que, lejos de interferir en mi desarrollo artístico, me contagie de gente espectacular que ha enriquecido mi vida de manera extraordinaria.

-¿Cuándo comenzaste a publicar historietas? ¿Tuvieron la repercusión que esperabas? 

Siendo joven comencé a publicar revistas clandestinas con amigos. Con Walter Viltre sacamos La Pindonga, quizás una de las revistas más monumentales que hice en mi vida y que hayan visto mis pupilas. Publiqué en otras de tiraje nacional, pero la más encarnizada es Papalú, con Sejo, allí nos hicimos fuertes.

La comenzamos a vender en los kioscos de revistas y después vimos que se agotaba. De vez en cuando me sentaba en algún lugar y veía que la tenía gente que no conocía. Pero la primera vez que se me estrujó el corazón por primera vez, fue cuando me enviaron una carta de un hogar para gente en rehabilitación. Otra fue que los chicos habían dibujado un personaje mío, El Doctor Condenatti, en una pared de la Escuela de Bellas Artes.

-Finalmente, como ilustrador, ¿Qué pensás de las nuevas generaciones de ilustradores tucumanos? ¿El manga influye positiva o negativamente en ellos? 

Hay una nueva generación que tiene dos cosas potentes a favor: pasión y talento. Hay muchos jóvenes dispuestos a dar lo mejor de sí. Se mueven, producen, se juntan, muestran. Y más aún, son ávidos lectores. Lo que faltan son maestros dispuestos a invertir tiempo en ellos. Creo que el Manga es un buen camino para comenzar. El problema es que es japonés, su relato es oriental, sus personajes mantienen reglas de estereotipo y ahí es donde se diluye lo latino que nos hace tan especiales. Terminamos licuados en un caldo donde no terminamos de entender dónde estamos parados y al final hacemos historietas ubicadas en un Tokio del que no sabemos un comino. Me gustan los mangas que con esa estética se ubican aquí, en nuestra problemática... hablo de ésto y se me viene a la cabeza Cholita en Bolivia o los trabajos under de Abraham Romano con sus aventuras en Los Gutierrez, que si bien están ubicados aquí, en Tucumán, tienen estilo manga. Esa mixtura los hace únicos. Me vuelve loco.

 

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