El drama social de los zombies
Aprender
a escribir diálogos es algo que puede volver loco a cualquiera. No es solamente
meterse en la mente del personaje y decir las cosas de tal manera que las
frases lo definan y encima, seguir manteniendo la esencia de autor. No
solamente cuesta el contenido. También está la técnica, el cómo. Para algunos,
los diálogos perfectos son los que recuerdan al estilo de Ernest Hemingway: frases cortas, inteligentes y con mucha tensión
dramática, cosa que es genial. Para otros, lo ideal es la verborragia al estilo
Quentin Tarantino en donde no faltan
los monólogos elocuentes con guiños a la cultura pop, cosa que también está
genial. Algunos prefieren la claustrofobia dramática o humorística de esos
autores que convierten a los diálogos de sus personajes en batallas de elocuencia,
como Copi, y también es maravilloso.
Hay miles de formas para escribir diálogos que están muy bien, lo que hace
falta puede sonar filosóficamente cursi: hay que descubrirse, ser honestos y
dejar que eso fluya. Después vendrán las cuestiones estilísticas. Por supuesto,
cada tanto aparecen maestros de los diálogos, son seres extraños como el suizo
que se hace llamar Ibn Al Rabin, que
además es capaz de andar en bicicleta mientras toca la guitarra y la armónica.
A pesar de no ser un road cómic, La
vuelta descremada nació y creció en hoteles. Más específicamente en un
viaje que el autor hizo con un amigo desde Suiza hasta la India. Por supuesto,
la sabiduría de la iluminación no es igual para todos y nuestro historietista
se dio cuenta que podía usar a los zombies para exponer la idiotez humana de
nuestros días. Un poco difícil si nos ponemos a pensar en que el vocabulario de
los no muertos clásicos es bastante limitado y por lo general no va más allá de
variaciones de “aghhhh” o gruñidos. Pero estos no son de ese tipo, aquí hablan,
piensan y digamos que planean. Son ese elemento extraño que irrumpe en la
sociedad sin que nos lo esperemos y terminan siendo tema de debate tanto a
nivel televisivo como político. Ibn Al Rabin disfruta cada momento que
desencadena la premisa de zombies reales actuando gratis en una película. Es una
bola que crece y crece en esos diálogos cargados de un humor muy agudo en el
que nos analiza como sociedad. No faltan esos giros imprevistos que sacan
carcajadas mientras se nos ríe en la cara y nos señala lo ridículos que podemos
ser pero sin ofendernos. En este sentido es muy parecido a Los pollos no tienen sillas de Copi.
Es posible que haya leído esta obra, pero si algún día tengo la oportunidad de
entrevistarlo, prefiero que me revele el secreto de cómo andar en bicicleta
tocando la guitarra y la armónica. Estoy convencido de que ahí nacen sus
poderes para escribir estos diálogos brillantes.
Es posible que cuando vayan a hojear este cómic sientan que los están cargando.
El dibujo es tan minimalista que llega a lo iconográfico. No hay fondos ni
elementos decorativos a menos que sea esencial y aun así está simplificado al
máximo. En sus viñetas los protagonistas absolutos son los personajes, que…
¿cómo decirlo?... parecen robados de las señales de tránsito. No tienen
prácticamente ningún detalle, pero se las arregla para que sean muy expresivos
desde lo corporal y uno que otro recurso historietístico básico. Es una
propuesta arriesgada, muy personal pero que funciona perfecto y encima, los
hace aún más efectivos a los diálogos. En este sentido también recuerda mucho a
los pollos de Copi, que eran algo básico pero expresaban muchísimo, cosa que
muchos historietistas deberían aprender. No sirve de nada gastar litros de
tinta en cada viñeta si expresan menos que un zombie clásico. Al Rabin lo tiene
bastante claro, sus hombres señales lo demuestran.
Con tanta moda de los no vivos y la gente llorando por lo que pasó en The walking dead, es bueno tener una
visión tan creativa del mundo zombie. Menos mal que lo hizo en historieta,
porque estas obras brillantes logran que la historieta sea el noveno arte. Les
recomiendo que compren este libro. Sus cerebros van a tener un mejor sabor
después de que lo lean y los no muertos que lo atrapen se lo van a agradecer
aunque usted no se entere.