El drama social de los zombies

29 Oct 2015
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Ilustración de portada

Aprender a escribir diálogos es algo que puede volver loco a cualquiera. No es solamente meterse en la mente del personaje y decir las cosas de tal manera que las frases lo definan y encima, seguir manteniendo la esencia de autor. No solamente cuesta el contenido. También está la técnica, el cómo. Para algunos, los diálogos perfectos son los que recuerdan al estilo de Ernest Hemingway: frases cortas, inteligentes y con mucha tensión dramática, cosa que es genial. Para otros, lo ideal es la verborragia al estilo Quentin Tarantino en donde no faltan los monólogos elocuentes con guiños a la cultura pop, cosa que también está genial. Algunos prefieren la claustrofobia dramática o humorística de esos autores que convierten a los diálogos de sus personajes en batallas de elocuencia, como Copi, y también es maravilloso. Hay miles de formas para escribir diálogos que están muy bien, lo que hace falta puede sonar filosóficamente cursi: hay que descubrirse, ser honestos y dejar que eso fluya. Después vendrán las cuestiones estilísticas. Por supuesto, cada tanto aparecen maestros de los diálogos, son seres extraños como el suizo que se hace llamar Ibn Al Rabin, que además es capaz de andar en bicicleta mientras toca la guitarra y la armónica.

A pesar de no ser un road cómic, La vuelta descremada nació y creció en hoteles. Más específicamente en un viaje que el autor hizo con un amigo desde Suiza hasta la India. Por supuesto, la sabiduría de la iluminación no es igual para todos y nuestro historietista se dio cuenta que podía usar a los zombies para exponer la idiotez humana de nuestros días. Un poco difícil si nos ponemos a pensar en que el vocabulario de los no muertos clásicos es bastante limitado y por lo general no va más allá de variaciones de “aghhhh” o gruñidos. Pero estos no son de ese tipo, aquí hablan, piensan y digamos que planean. Son ese elemento extraño que irrumpe en la sociedad sin que nos lo esperemos y terminan siendo tema de debate tanto a nivel televisivo como político. Ibn Al Rabin disfruta cada momento que desencadena la premisa de zombies reales actuando gratis en una película. Es una bola que crece y crece en esos diálogos cargados de un humor muy agudo en el que nos analiza como sociedad. No faltan esos giros imprevistos que sacan carcajadas mientras se nos ríe en la cara y nos señala lo ridículos que podemos ser pero sin ofendernos. En este sentido es muy parecido a Los pollos no tienen sillas de Copi. Es posible que haya leído esta obra, pero si algún día tengo la oportunidad de entrevistarlo, prefiero que me revele el secreto de cómo andar en bicicleta tocando la guitarra y la armónica. Estoy convencido de que ahí nacen sus poderes para escribir estos diálogos brillantes.

Es posible que cuando vayan a hojear este cómic sientan que los están cargando. El dibujo es tan minimalista que llega a lo iconográfico. No hay fondos ni elementos decorativos a menos que sea esencial y aun así está simplificado al máximo. En sus viñetas los protagonistas absolutos son los personajes, que… ¿cómo decirlo?... parecen robados de las señales de tránsito. No tienen prácticamente ningún detalle, pero se las arregla para que sean muy expresivos desde lo corporal y uno que otro recurso historietístico básico. Es una propuesta arriesgada, muy personal pero que funciona perfecto y encima, los hace aún más efectivos a los diálogos. En este sentido también recuerda mucho a los pollos de Copi, que eran algo básico pero expresaban muchísimo, cosa que muchos historietistas deberían aprender. No sirve de nada gastar litros de tinta en cada viñeta si expresan menos que un zombie clásico. Al Rabin lo tiene bastante claro, sus hombres señales lo demuestran.

Con tanta moda de los no vivos y la gente llorando por lo que pasó en The walking dead, es bueno tener una visión tan creativa del mundo zombie. Menos mal que lo hizo en historieta, porque estas obras brillantes logran que la historieta sea el noveno arte. Les recomiendo que compren este libro. Sus cerebros van a tener un mejor sabor después de que lo lean y los no muertos que lo atrapen se lo van a agradecer aunque usted no se entere.  

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